La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), conformada por los gobiernos de seis exrepúblicas soviéticas, entre ellas Rusia, envió a 2.500 soldados a Kazajistán el jueves. Si bien se le notificó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que las tropas iban en condición de misiones de paz en el marco de las protestas que se estaba desarrollando en ese país de Asia Central, el presidente kazajo, Kasim-Yomart Tokáyev, ordenó ayer que los soldados disparen “sin previo aviso” contra los manifestantes.

Las protestas comenzaron como un reclamo por la suba en el precio del gas licuado de petróleo y rápidamente se convirtieron en manifestaciones contra el gobierno, que rige desde 1991 con elecciones que han sido cuestionadas. Desde el domingo, ya hay más de 3.800 personas detenidas, más de 40 muertos entre activistas y fuerzas de seguridad gubernamentales y más de 750 heridos, según los datos presentados por las autoridades.

Tokáyev, que se encuentra en el poder desde hace tres años luego de la renuncia del histórico gobernante Nursultán Nazarbáyev, que estuvo al frente del Ejecutivo desde 1989 hasta 2019, declaró ayer que “quien no se rinda, será destruido”, y afirmó que no habrá negociaciones con los manifestantes, a quienes calificó de “terroristas”, “criminales” y “asesinos”.

Si bien Tokáyev llegó al poder como una suerte de delfín de Nazarbáyev, las protestas también le han servido para desprenderse de su líder, a quien despidió del cargo que aún ostentaba, el de presidente del Consejo de Seguridad kazajo. Además, en el marco de la represión a las protestas, ordenó instaurar el estado de emergencia y bloquear Facebook, Whatsapp, Telegram y WeChat.

Kazajistájn, una exrepública soviética de enorme extensión (2.725 millones de kilómetros cuadrados de superficie), fronteriza con Rusia, China, Mongolia, Turkmenistán y Uzbekistán, tiene muy buenas relaciones con el Kremlin y en particular con el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien Tokáyev le agradeció su “camaradería” al colaborar con el envío de tropas al territorio.

Sin embargo, también sostiene buenas relaciones con Estados Unidos, que ha invertido miles de millones de dólares en la extracción de petróleo en la zona oeste del país a través de las empresas Exxon Mobil y Chevron. Quizás por eso sea que, en medio de la oleada de represión a los manifestantes, el gobierno estadounidense no emitió declaraciones tan duras como contra Rusia o Bielorrusia y se limitó, a través de su secretario de Estado, Anthony Blinken, a comunicarse con el canciller kazajo, Mukhtar Tileuberdi, manifestar el apoyo de la administración Biden a “las instituciones constitucionales” del país “y a la libertad de prensa”, y plantear que se debe llegar a “una solución pacífica a la crisis que respete los derechos humanos”.

Rusia, mientras tanto, defendió el gobierno de Tokáyev señalando que las protestas eran un “intento inspirado desde el exterior de socavar violentamente la seguridad e integridad del Estado con la participación de formaciones armadas, preparadas y organizadas”.

Por otro lado, la representante de la ONU en Asia Central, Natalia Gherman, pidió a “todas las partes implicadas abstenerse de cometer actos violentos y buscar una resolución pacífica de los agravios”.

A su vez, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la chilena Michelle Bachelet, dijo que “la gente tiene derecho a la protesta pacífica y a la libertad de expresión. Al mismo tiempo, los manifestantes, por muy enojados o agraviados que estén, deben abstenerse de recurrir a la violencia”. También pidió que se restablezca la conexión a internet en el país.

Según informó la BBC, el motivo por el que Rusia aceptó enviar tropas a Kazajistán, algo que sucede por primera vez desde la caída de la Unión Soviética y que no ocurrió en 2010 en Kirguistán pese a un pedido del gobierno local, es que la situación política de los kazajos es más estable. Mientras que en Kirguistán se produjeron tres revoluciones entre 2005 y 2020, Kazajistán fue gobernado con mano de hierro por Nazarbáyev durante 30 años, y fue el propio líder local quien dejó a Tokáyev, que anteriormente había sido canciller y primer ministro, al frente de la presidencia en 2019.

A su vez, y pese a que es uno de los reclamos que hacen los manifestantes, el Kremlin no ve como una posibilidad real que se vaya a producir un cambio en el gobierno.

El viernes Tokáyev también recibió el apoyo de Turquía, y se prevé que además reciba el apoyo de la Organización de los Estados Túrquicos, en la que también participan Azerbaiyán, Kirguistán y Uzbekistán.