Esta semana se cumplieron tres años del estallido social chileno del 18 de octubre de 2019. El proceso constitucional que surgió como salida de aquella crisis sufrió un golpe fuerte el 4 de setiembre, cuando en un plebiscito se impuso la opción del Rechazo al texto elaborado por la Convención Constituyente. Sin embargo, en el Congreso chileno la mayoría de los partidos políticos debaten cómo dar continuidad a ese proceso. Sobre qué se puede esperar de esta alternativa, la diaria conversó con el exvicepresidente de la convención Jaime Bassa.
¿Se llega a este aniversario del estallido con cambios en Chile o las cosas siguen igual?
Fue un aniversario distinto de los anteriores. Para el primer aniversario teníamos el plebiscito de entrada a la vuelta de la esquina. Durante el segundo aniversario estaba trabajando la Convención Constitucional, por tanto había también un horizonte de solución más o menos cerca. Pero en este tercer aniversario, habiendo ya terminado el trabajo de la Convención Constitucional, con el plebiscito que rechazó esa propuesta, lo único que tenemos en el horizonte son las conversaciones de la clase política que se están llevando adelante en el Congreso nacional, sin mucha participación ciudadana y sin muchas claridades. Entonces ha sido un aniversario que está marcado todavía por la presencia de las demandas sociales que no han sido abordadas con reformas concretas. Y, además, con la frustración de un proceso constituyente que no pudo concretarse en la aprobación de una nueva Constitución.
¿Qué expectativas hay con respecto a estas conversaciones que se están manteniendo en ámbitos políticos?
El escenario se ve bien complejo porque la derecha, sobre todo la derecha más radical, más dura, más pinochetista, está muy envalentonada defendiendo la Constitución que heredamos precisamente de la dictadura, lo que ha tergiversado un poco las conversaciones, las ha ensuciado un poco, porque el resultado del plebiscito fue muy abultado a favor de sus expectativas. Es curioso lo que ocurrió, porque se trata de un sector que se replegó durante el plebiscito. Hicieron campaña detrás de los rostros de centro y de centroizquierda que se levantaron por la opción Rechazo, pero ellos no hicieron campaña. Sin embargo, una vez que se confirmó el Rechazo en el plebiscito, la derecha se desplegó con toda la fuerza que siempre ha tenido en Chile para tomar el protagonismo de la discusión constitucional. Ha puesto al gobierno un poco contra las cuerdas, y también ha puesto contra las cuerdas al oficialismo en el Congreso Nacional.
Se está llevando a cabo una conversación que busca darle continuidad al proceso constituyente, pero el foco ha estado puesto en cómo se limita el ejercicio del poder constituyente, cómo se limita el campo de acción del nuevo órgano que redacte una eventual nueva Constitución, y en esos límites ya se están abordando directamente cuestiones de fondo que debieran estar reservadas para la discusión posterior. Eso muestra un poco cómo se ha distorsionado el diálogo político en clave constituyente en Chile, sobre todo después del plebiscito.
¿Cuáles son esas cuestiones de fondo? ¿La participación de los pueblos originarios, por ejemplo?
Hay algunas dimensiones que son electorales, relacionadas con la integración de este eventual nuevo órgano, pero también hay cuestiones de fondo que tienen que ver con los contenidos que debería tener la nueva constitución. Entonces, por ejemplo, ya aparentemente habría cierto grado de acuerdo en mantener la estructura de unidad del Estado, en mantener el régimen presidencial, y lo que es más complejo, también en mantener ciertas manifestaciones del modelo neoliberal de provisión de derechos sociales. Entonces se está avanzando en conversaciones que no sólo están destinadas a darle viabilidad a la implementación de un nuevo órgano que redacte una nueva constitución, sino que se están adelantando directamente cuestiones de contenido que deberían darse en ese órgano y no en el Congreso.
¿Cómo recibieron ustedes, en la Convención, el rechazo? ¿Cómo lo evaluaron?
Fue un golpe muy duro. Nosotros mantuvimos la esperanza y la expectativa de la aprobación del texto hasta el final. Si bien había indicadores, principalmente encuestas, que mostraban que el escenario era complejo, la sensación que teníamos quienes estábamos haciendo campaña en la calle era más bien favorable. Los distintos constituyentes recorrimos todo el país, desplegados en las regiones, y las sensaciones que teníamos nosotros eran más bien positivas. Entonces, claro, fue un golpe y una sorpresa muy dura el resultado del plebiscito, que ha desencadenado un montón de evaluaciones sobre lo que fue el trabajo de la Convención Constitucional, el contenido de la propuesta de la nueva constitución, para tratar de entender dónde pueden haber estado las razones del resultado del plebiscito.
¿Y dónde pudieron haber estado?
Aquí hay varias razones juntas. Creo que no es posible encontrar una sola que explique todo el proceso y especialmente el resultado del plebiscito, pero yo mencionaría un par, de las cuales se ha hablado poco en Chile. Una tiene relación con cuán profundo está instalado el modelo neoliberal en Chile. Está enraizado de una manera que nosotros no ponderamos suficientemente. Pensamos que iba a ser más fácil desmontar el modelo neoliberal. Pero la forma en que el rechazo hizo campaña, reivindicando la dimensión propietarista de los derechos fundamentales de carácter social, en contra de la dimensión solidaria que propuso la nueva constitución para esos derechos, da cuenta un poco de cómo la campaña del Rechazo supo agitar esa dimensión individualista, neoliberal, que hay detrás del modelo, y logró imponerse, evitando que esos derechos sociales pudieran cambiar en clave más bien universal, más bien solidaria.
Hay un segundo elemento que ha sido importante y es que los sectores políticos, sociales y económicos que detentan el poder en Chile, que participan en las redes de poder político, de poder económico, se movieron muy intensamente, con mucha fuerza, para evitar los cambios sociales que se han estado fraguando en el último tiempo y que la nueva constitución venía, en algún sentido, a consolidar. Entonces vimos de manera muy espectacular cómo parte importante de la clase política se movilizó en defensa del Senado, por ejemplo, cómo ciertos grupos económicos se movilizaron en defensa de la propiedad privada del agua, cómo se movilizaron en defensa de la propiedad privada sobre los fondos de pensiones.
En la nueva constitución hubo un intento real, honesto de reconfigurar las relaciones de poder, económicas pero también políticas, y nos enfrentamos con un rival muy fuerte, muy duro, que movilizó todos sus recursos para evitar que esas transformaciones ocurrieran. Sobre eso hay también un montón de razones que se fueron acumulando a lo largo del año de trabajo de la Convención Constitucional, que en algún sentido fueron separando a la convención de la ciudadanía, entre otras razones porque las condiciones materiales de trabajo que teníamos eran muy precarias, eran muy extenuantes. Eso terminó generando que llegáramos a proponer un texto pero sin la estrategia política necesaria, sin la fuerza para contar con los apoyos que se requerían para que ese texto fuera aprobado.
¿Cómo debería ser la próxima Constitución? ¿Debería buscarse un punto intermedio para conciliar posiciones o habría que defender lo que se proponía en el proyecto de la Convención Constitucional?
En el escenario actual que tiene el país, siendo bien realista, yo creo que hay pocas posibilidades de tener una constitución transformadora como la que habíamos propuesto en la Convención Constitucional. Hay pocas posibilidades de empujar esas transformaciones en esta sede constituyente. Creo que el riesgo que estamos corriendo hoy día es que este proceso constitucional que está actualmente en curso, que se está discutiendo en el Congreso, termine de alguna manera aprobando algunas reformas menores, algunas reformas cosméticas, sin alterar significativamente la Constitución actual, que termine siendo una reforma gatopardista, donde las cosas finalmente no cambien.
Entonces en ese escenario, donde por un lado está la propuesta de la Convención Constitucional y por otro está el anhelo de los partidos de derecha de evitar que se modifique sustancialmente la Constitución que heredamos de la dictadura, probablemente hay un camino intermedio de una constitución más bien de carácter procedimental, que garantice la apertura del sistema democrático, una constitución sin las trampas y sin los enclaves autoritarios que todavía tiene la constitución vigente. Pero también tiene que ser una constitución que en algún sentido responda a la crisis económica, política y social del presente. No puede ser una constitución tan neutra como para no pronunciarse sobre los problemas de justicia social que estamos teniendo hoy día en el país. Pero, claro, tampoco puede ser una constitución tan transformadora que cambie las estructuras de poder, porque para eso no hay apoyo popular.
¿Cuáles son los avances de la Constitución que ustedes elaboraron que no se deberían perder?
Acá en Chile se dice que básicamente serían la protección de la naturaleza y la cuestión de género, la inclusión paritaria que propuso la nueva constitución. Pero yo me atrevería a decir que si realmente queremos una constitución que contribuya a dar un paso adelante y que nos permita efectivamente fortalecer la democracia, sobre todo en un contexto de debilitamiento de las instituciones y de resurgimiento del fascismo –que está ocurriendo en el mundo y también en Chile–, probablemente deberíamos mantener los mecanismos de participación ciudadana que propuso la nueva Constitución y también mantener esa opción que hizo por el fortalecimiento de la mayoría como pilar para el funcionamiento del sistema político.
Uno de los problemas que tiene el sistema chileno se relaciona con la posibilidad de tener un régimen presidencial en el que el presidente gobierna en minoría. Ese gobierno en minoría es un factor de inestabilidad política muy importante. La nueva Constitución tenía algunos mecanismos que buscaban equilibrar este aspecto, y yo esperaría que eso se recogiera. Necesitamos un sistema político más estable. Y me parece también que la propuesta de la nueva Constitución en materia de trabajo significaba un avance importante, que las distintas organizaciones de trabajadores, la Central Unitaria de Trabajadores, por ejemplo, habían apoyado de manera muy entusiasta. Allí también debería haber un punto que se recoja en la nueva discusión porque significaba reconocer plenamente los derechos de los trabajadores, tanto de los remunerados como de las trabajadoras domésticas, de los trabajos de cuidados, para generar mejores condiciones de vida desde el trabajo.
En alguna entrevista decías que el gobierno le está dando demasiado espacio a la derecha en este proceso, que se quedó atrapado en la derrota y deja demasiado margen de acción a la oposición.
Es uno de los problemas que tiene estructuralmente el sistema chileno, precisamente porque permite que en el contexto de un régimen presidencial tengamos un gobierno de minorías. Hoy día el gobierno del presidente Gabriel Boric no tiene mayoría en el Parlamento. Y luego del plebiscito del 4 de setiembre, el Rechazo, que fue muy mayoritariamente una opción de oposición al gobierno, se ha envalentonado, ha agarrado mucha fuerza y en algún sentido ha condicionado e incluso bloqueado la agenda legislativa que impulsa el presidente.
Pero además, en la negociación por una nueva Constitución –ya en el Parlamento, no en el gobierno– las bancadas oficialistas han estado concediendo muchos puntos a la oposición en este anhelo por avanzar prontamente en la discusión constituyente y poder zanjarlo, ojalá durante en este período presidencial. Entonces son dos cuestiones que operan de manera conjunta: la posición de debilidad que tiene estructuralmente el gobierno por tener minoría en el Parlamento y que además su agenda legislativa se ha visto debilitada por el plebiscito del 4 de setiembre. En el Congreso las discusiones por el avance del proceso constituyente también han manifestado ese repliegue.
¿Hay alguna concesión importante que se haya hecho?
Yo creo que lo más complejo, a propósito de cuán enraizado está el modelo neoliberal en Chile, es en relación con la lectura propietarista de los derechos sociales. Hay algunas demandas de la derecha que se han hecho presentes a propósito de esta discusión sobre los límites de un eventual órgano constituyente que son preocupantes. Hay una reivindicación explícita sobre la propiedad privada de las aguas que es preocupante, que era uno de los avances más significativos que tenía la propuesta de nueva constitución, por el contexto de sequía en que está el país, pero sobre todo por la sobreexplotación de las cuencas hidrográficas en las zonas centro y centro-norte del país. Entonces ahí estamos viendo algunas concesiones que son muy preliminares todavía, pero que tienen el problema de que se trata de concesiones que adelantan la discusión de contenidos de la nueva constitución, entonces precondicionan el trabajo que pueda tener este nuevo órgano constituyente.
La popularidad del gobierno de Boric está en caída. ¿Tiene que ver con estos procesos?
Es difícil saber con certeza el nivel de popularidad de los gobiernos en Chile porque las encuestas han tenido una incidencia muy importante en configurar el ánimo de la ciudadanía y no tanto en mostrar el ánimo de la ciudadanía. Se ha dicho que la popularidad del presidente Boric ha ido bajando, pero no hay que olvidar que fue electo en segunda vuelta con votos no solamente propios, de su coalición de gobierno, sino con los de otros candidatos presidenciales que se presentaron a la primera vuelta y se plegaron a su candidatura en la segunda. Yo diría que parte importante de la debilidad que se ha estado mostrando en el último tiempo de la figura presidencial por parte de la prensa tiene relación con el impacto y la incidencia que ha tenido la campaña comunicacional de la derecha de desprestigio a los procesos de cambio social que hemos estado empujando. Tiene relación con el impacto que tienen las encuestas en la construcción de opinión pública y tiene relación también con el propio problema de diseño estructural del régimen político chileno, que permite tener un presidente de la República con minoría en ambas cámaras del Parlamento.
Es una anomalía que tiene problemas estructurales, tiene problemas para el proceso legislativo, y por cierto que tiene problemas también en este escenario de debilitar la imagen de apoyo ciudadano hacia el presidente de la República, porque para un parlamentario es muy fácil ponerse en contra del presidente y levantar una agenda propia que debilite la agenda presidencial. Entonces son un montón de factores que no son exclusivos de este gobierno: los hemos visto en gobiernos anteriores, en el de Sebastián Piñera y en el Michelle Bachelet. En parte, responde a la contingencia política muy compleja, marcada, por cierto, por el plebiscito del 4 de setiembre, pero también responde a cuestiones estructurales que han afectado también a gobiernos anteriores.