La campaña militar rusa en Ucrania pasó a una nueva etapa con el repliegue de su ejército del norte de la región de Jersón, su mayor derrota desde que comenzó la invasión, el 24 de febrero.

La semana pasada el mando militar ruso ordenó a sus tropas la retirada de la ciudad capital del óblast (provincia) homónimo y su reubicación del otro lado del Dniéper, río que divide naturalmente de norte a sur el territorio ucraniano en dos partes.

El escenario planteado en medio de la contraofensiva que lanzaron las tropas ucranianas en el verano boreal, en cuyo curso las fuerzas de Kiev lograron muchas victorias y reconquistar territorios, hizo que muchos políticos y analistas consideraran que es el momento de plantear negociaciones para detener la guerra. Pero esto no fue planteado desde Moscú ni de Kiev. Por el contrario, desde el gobierno ucraniano se cree que su avance continuará y forzará a los invasores a tener que dialogar.

“Política y psicológicamente Rusia aún no está preparada para negociaciones de verdad y para la retirada de las tropas. Pero esto ocurrirá”, escribió este domingo en su cuenta de Twitter el asesor de la Presidencia de Ucrania, Mijail Podolyak. Según informó Euronews, el alto funcionario del gobierno que encabeza el presidente Volodímir Zelenski dijo que en Rusia “se hunde rápidamente el apoyo a la guerra” y “desde el oligarca hasta el zapatero” empiezan a pensar que “es hora de ponerle fin”.

Entretanto, expertos militares, tanto rusos y ucranianos como de otros países, analizan la posible marcha de la campaña con la llegada del invierno. En el sur, en la región de Jersón, se espera una estabilización del frente a lo largo del Dniéper, con las fuerzas ucranianas en la orilla oeste y las rusas en la opuesta, intercambiando fuego de artillería.

Mientras muchos ciudadanos ucranianos de Jersón salieron a las calles a celebrar y a recibir a los soldados que llegaron a la ciudad luego de la salida de los rusos, las autoridades pidieron cautela y decretaron un toque de queda. La medida se tomó básicamente para limpiar los artefactos explosivos dejados por los rusos y restaurar los servicios públicos básicos en la ciudad. Los técnicos ya retiraron cerca de 2.000 elementos explosivos (minas, cables trampa y municiones sin explotar), pero, según informaron las autoridades militares, los expertos en desactivación de bombas “tienen mucho trabajo por hacer”, por la enorme cantidad de explosivos que los rusos dejaron por toda la ciudad antes de irse.

Según informó la agencia rusa TASS, el jefe de la administración militar regional de Jersón, Yaroslav Yanushevich, agregó que además del toque de queda “la entrada y salida de la ciudad estará restringida para garantizar las actividades de desminado”.

Paralelamente, un funcionario ucraniano describió la situación en la ciudad como “una catástrofe humanitaria”. Según informó la cadena Al Jazeera, personas en el lugar afirman que los residentes de Jersón carecen de agua, medicamentos y alimentos, además de la falta de electricidad.

Sobre este punto, el presidente Zelenski dijo que los rusos antes de su retirada destruyeron infraestructura crítica en la ciudad. “Antes de huir de Jersón los ocupantes destruyeron toda la infraestructura crítica: comunicaciones, agua, calefacción, electricidad”, dijo Zelenski en una video publicado el sábado. “[Los rusos] en todas partes tienen el mismo objetivo: humillar a la gente tanto como sea posible. Pero restauraremos todo, créanme”, expresó el mandatario.

Por otra parte, se informó que la Policía ucraniana pidió a los residentes que ayuden a identificar a los colaboradores de las fuerzas rusas durante los ocho meses en los que Jersón estuvo ocupada.