Como ya se ha hecho costumbre, el informativo con mayor audiencia en Colombia muestra en su emisión del mediodía un tablero que marca la cuenta regresiva hacia la que promete ser una jornada histórica. Ese recuento, dice la presentadora, marca el tiempo restante para que se abran las urnas, el 29 de mayo, para la primera vuelta presidencial.

Ese día, tal y como coinciden tanto expertos como ciudadanos, promete marcar un hito con la elección del sucesor de Iván Duque en el Palacio de Nariño, ante el apoyo que ha capitalizado un sector que en otros tiempos había sido relegado bajo el estigma guerrillero. “Es la primera elección presidencial en la que hay una buena posibilidad de que salga electo un presidente de izquierdas y en Colombia eso es una gran novedad porque, en buena parte por el conflicto interno y por la presencia desde hace mucho tiempo de una guerrilla en el país, la izquierda no ha puesto formalmente un candidato”, afirma Yann Basset, doctor en Ciencia Política y director del Grupo de Estudios de la Democracias (Demos) de la Universidad del Rosario.

De ahí que estas elecciones, a diferencia de las anteriores, estén cargadas de un gran simbolismo, en palabras del politólogo y director ejecutivo de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), León Valencia. “Esa exclusión de las izquierdas es una de las causas de las violencias y las guerras en Colombia, de manera de que, si logramos que, en una competencia democrática, por primera vez, ganen las izquierdas, sumado al proceso de paz, se puede cerrar un ciclo largo de confrontaciones y de violencias”, afirma.

La última encuesta le da al candidato del izquierdista Pacto Histórico, Gustavo Petro, una ventaja en la intención de voto que dobla la de su adversario más cercano, el derechista Federico Gutiérrez, lo que hace más tangible la posibilidad de que, esta vez, Colombia sí vire hacia la izquierda. Si bien este escenario inquieta a los sectores más conservadores del país, no es comparable con el estado de polarización de hace cuatro años.

Aunque los dos son representantes de polos opuestos, el panorama –a los ojos de los politólogos– esta vez es amortiguado por el amplio número de colombianos que se definen como de centro y por la disipación del temor al “castro-chavismo”, que incidió en las elecciones pasadas en contra de la izquierda.

“En realidad el país no está tan polarizado. Todas las encuestas de posicionamiento político indican que la mayoría de los colombianos se ubican en el centro políticamente, la gente rechaza las posiciones demasiado extremas”, dice Basset, aunque reconoce que la situación actual sí es consecuencia de la marcada división que produjo el Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC, al seguir manteniendo en el escenario político la contienda entre el uribismo y quienes le han hecho oposición y reivindican lo pactado en La Habana.

Ahora, cuando el acuerdo y su implementación se antojan lejanos, después de la pandemia de covid-19, la ola de manifestaciones en las calles y el freno en la productividad global, la balanza parece estar inclinada hacia el sector cuyo fuerte es la política social.

“Hace cuatro años el uribismo, que es el proyecto político de derecha más importante de los últimos 20 años en Colombia, estaba en un punto de ascenso enorme. Hoy está en decadencia y está replegado de la política colombiana. Eso hace la diferencia”, considera el director de la Fundación Pares. Recuerda que una muestra de esta decadencia fue el triunfo de los sectores alternativos en las elecciones regionales de 2019, que consiguieron las alcaldías de tres ciudades principales: Bogotá, Medellín y Cali.

La más reciente encuesta, publicada el martes y realizada por la firma YanHaas, por encargo de una amplia alianza de medios de comunicación que incluye canales de televisión, emisoras de radio y periódicos, reveló que, de haberse celebrado las elecciones al día siguiente, Gustavo Petro habría obtenido 40% de los votos de los consultados y Federico Gutiérrez 21%, seguidos por el voto en blanco (13%), el empresario Rodolfo Hernández (12%) y Sergio Fajardo, considerado la opción de centro (7%).

Estas cifras parecen contradecir las afirmaciones del analista Yann Basset, pero en su opinión reflejan la existencia de una sociedad de centro cuyos reclamos de cambio fueron incapaces de capitalizar los políticos del sector. “Sergio Fajardo se ha preparado desde hace mucho tiempo y había logrado armar una coalición bastante amplia y novedosa, que incluía a todo el sector alternativo, que ya lo acompañaba en 2018, y a disidentes del viejo Partido Liberal, entonces tenía una base amplia, un excelente posicionamiento justamente por estar en el centro en un país en el que la mayoría se define de centro, pero finalmente no lo logró porque no transmitió un mensaje muy claro de cambio, en un momento en que, después de un mandato difícil de Iván Duque, había mucha esperanza”, explica el doctor en Ciencia Política.

La Coalición Centro Esperanza, de la que resultó la candidatura de Fajardo, en opinión de León Valencia, además de equivocarse al no tener una estrategia para conquistar los votos de los que no se identifican con la izquierda o la derecha, sufrió los embates de esos dos sectores. “Eso ya está inventado en ciencia política. Los extremos siempre articulan estrategias de polarización para hundir al centro, por lo que el centro tiene que ser demasiado inteligente para sobreaguar”.

Las consecuencias de no conseguir plantarse con firmeza como una opción triunfadora entre los electores, según los analistas, se pudo predecir desde el 13 de marzo pasado, cuando la Registraduría Nacional del Estado Civil divulgó los nombres de los precandidatos que obtuvieron mayor cantidad de votos al interior de las coaliciones. Los del centro, en conjunto, registraron la menor cantidad de tarjetones depositados.

Según la información oficial, la Coalición Equipo por Colombia, en la que se eligió a Federico Fico Gutiérrez, obtuvo 4.145.691 votos; la Coalición Pacto Histórico, que convirtió a Gustavo Petro en candidato, consiguió 5.818.375, mientras que la Coalición Centro Esperanza sólo registró 2.287.603 votos.

El candidato presidencial colombiano por la coalición Equipo por Colombia, Federico Gutiérrez, en su comando de campaña, el 3 de mayo.

El candidato presidencial colombiano por la coalición Equipo por Colombia, Federico Gutiérrez, en su comando de campaña, el 3 de mayo.

Foto: Juan Barreto, AFP

Una carrera muy larga

Si bien la sola posibilidad de que un candidato de la izquierda se convierta en presidente de Colombia es, de por sí, una singularidad de las elecciones de este año, existe otra particularidad: a estas alturas, cuando faltan un poco más de dos semanas, candidatos, medios y ciudadanos están agotados por una campaña que da la idea de ser eterna.

El calendario electoral para las presidenciales arrancó oficialmente el 29 de enero de este año cuando se abrieron las inscripciones para quienes aspiraban a convertirse en los nuevos inquilinos del Palacio de Nariño. Sin embargo, ante la dinámica política Colombia parece estar en campaña desde 2018, cuando Iván Duque, del Centro Democrático, se posicionó como el primer mandatario.

“Ya en noviembre de 2018 el señor Iván Duque, cuando recién cumplía sus primeros 100 días en el gobierno (asumió el cargo el 7 de agosto), tenía una aprobación de entre 20% y 30% en las encuestas. Y cuando un presidente cae tan rápido, como nunca se había registrado, pues inevitablemente quienes aspiran a sucederlo se mueven para empezar la campaña política”, advierte Valencia.

Tanto ha durado la contienda que, en lo recorrido desde entonces y hasta este punto, los colombianos han escuchado las intenciones de ser presidente de más de 50 candidatos. A punta de desgaste, cálculos y consultas, llegaron al final ocho fórmulas.

Los colombianos están acostumbrados a elegir a su presidente en dos vueltas, tradición que, en la historia reciente, sólo ha sido interrumpida en 2002 y en 2006 por Álvaro Uribe. Este año los candidatos quieren repetir la hazaña, aunque las consultas interpartidistas hayan arrojado sus propias especulaciones y los números no les cuadren (el artículo 190 de la Constitución establece que para que un candidato consiga el triunfo en la primera vuelta necesita la mitad más uno de los votos).

“Hemos tenido una elección un poco particular, debido a las, entre comillas, tres vueltas que resultaron luego de que las primarias se vivieran como una especie de primera vuelta anticipada. De manera que ahora tendremos una primera ronda con un dejo a segunda, en la que se verá mucho voto útil, bien sea a favor de Petro o a favor de Fico, que efectivamente le perjudica al centro”, dice Basset.

Sumado a esto, la perpetuidad del calendario ha permitido celebrar tantos debates que ya hay candidatos que se dan el lujo de ignorarlos: “Suspendo mi presencia en debates electorales hasta que se garantice la transparencia del voto. Actuaremos con prudencia máxima y pedimos a las veedurías internacionales actuar con prontitud. En este momento no hay cadena de custodia transparente sobre los votos ya escrutados”, escribió Gustavo Petro, el 21 de marzo, en su cuenta de Twitter.

En su momento, el candidato defendió su decisión como un acto de protesta ante las irregularidades que se presentaron en el conteo de los votos de las elecciones legislativas que se habían celebrado el mismo día que las primarias de las coaliciones y que, según la Misión de Observación Electoral (MOE), una plataforma de la sociedad civil, incluyeron problemas en la inscripción de los ciudadanos en los centros de votación, fallas en la plataforma tecnológica de la Registraduría Nacional del Estado Civil y discrepancias en los resultados reportados.

“A golpe de pequeños escándalos”

Con el paso de los días y la continua celebración de debates, en los que suelen destacarse los atriles vacíos atribuidos a Petro, lo insulso parece una generalidad que se sostiene a punta de peleas y ataques que no proponen, pero mantienen, sobre todo, el nombre de los punteros de las encuestas de boca en boca.

“Es una campaña que se hace a golpe de pequeños escándalos, más o menos sobreactuados en redes sociales y demás. Estamos realmente en una campaña muy rara”, agrega Basset.

León Valencia va más allá y afirma que la languidez permea, incluso, a la publicidad, a los discursos y a la plaza pública, a donde los candidatos no trasladan el fondo de su plataforma programática.

“Son debates muy vacíos que se han centrado mucho en ataques personales y en personificar la discusión, y son debates lánguidos. Lo que mueve todo esto son las audacias de cambio y el continuismo. Por eso el caballo de batalla de Fico es la seguridad y que no convirtamos a Colombia en Venezuela, es un discurso muy repetitivo y muy poco creativo. Y el de Petro es muy audaz. Él es el único que dice cosas, a veces, porque es un vendedor de sueños, entonces vende las cosas más impresionantes. Lo que dice Petro son sueños e ilusiones, su discurso está muy anclado en los retos del milenio de Naciones Unidas. Son sueños de la humanidad, simplemente, y la política es 70%, 80% por ciento ilusiones”, afirma.

Las cartas ya están echadas. Los candidatos listos. Los ciudadanos inscritos. Las urnas preparadas. En pocos días, el reloj del informativo quedará en cero y los colombianos decidirán a qué candidatos llevan a segunda vuelta.

Ana Catalina Baldrich, desde Bogotá.