En lo que respecta a Europa, el jueves 24 de febrero de 2022 todo cambió. Fue entonces, de repente, cuando los europeos se dieron cuenta de que la guerra no sólo afectaba a los países situados fuera del centro de capitalismo global. Ese jueves uno de los vecinos de la Unión Europea, Ucrania, estaba siendo atacado por Rusia.
Tampoco es sorprendente que dentro de Europa la reacción a la guerra procediera de Europa Occidental, que –a través de su hegemonía– marcó la pauta del debate. De inmediato, la defensa de Ucrania se combinó con la defensa de los valores de la democracia liberal. Es más, con la necesidad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el énfasis en que toda Europa es “Occidente”. La tragedia de millones de ucranianos se presentó así como un símbolo de aquello en lo que todos habían creído durante años. O querían creer.
Por mucho que esta situación parezca una gran oportunidad política para conservadores o liberales, ha habido grandes conflictos en la izquierda. La izquierda de los países del este de Europa, y especialmente la de Ucrania, ha tenido que apostar por la defensa de sus fronteras, es decir, por la cuestión de su propia supervivencia. En este sentido, ha tomado el mismo partido que otras agrupaciones.
Sin embargo, cabe señalar que no ha perdido su identidad. De hecho, yo diría que la guerra incluso la ha reforzado, subrayando su carácter distintivo respecto de Europa Occidental y llamando la atención sobre su proximidad a la periferia mundial. La nueva izquierda ucraniana es un buen ejemplo de ello.
“No hay muchos de nosotros”
La situación, especialmente en el caso de Ucrania, es muy complicada. Es un país que está fuera de la Unión Europea pero que lleva años aspirando a ser miembro. Antiguo integrante de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se enfrenta ahora –como otros países del antiguo “bloque del Este”– a un fuerte rechazo a todo lo que se asocie con la izquierda. Se trata de un terreno muy difícil para la izquierda, que, de todos modos, no es muy fuerte y existe principalmente en Polonia o los Balcanes.
“La tragedia de la invasión de Ucrania por el régimen de Vladimir Putin”, me dice Denys Pilash, politólogo y activista del movimiento ucraniano de izquierda Sotsialniy Rukh, “plantea un enorme desafío tanto al Estado ucraniano como al pueblo ucraniano. Nuestra tarea, como izquierda, es subrayar que la clase obrera también lucha en esta guerra por la soberanía de su país. No debemos olvidar que Rusia es un país imperialista, al igual que Estados Unidos o China. Durante muchos años, Rusia se ha entrometido en los asuntos internos de nuestro país, estando además en contra de cualquier manifestación obrera”.
“En la actualidad, por desgracia, tenemos varios adversarios políticos que luchan contra nuestra existencia”, añade Pilash. “El mayor enemigo es, por supuesto, Rusia, y de su ataque surgen otros obstáculos para la política de izquierda en nuestro país. En primer lugar, está el capitalismo oligárquico existente en Ucrania, muy monopolista y a menudo basado en estrechos vínculos con Rusia. En segundo lugar, la vinculación que hace la derecha, pero también los liberales, de todo lo izquierdista con el totalitarismo del período de Stalin. Durante la guerra, estos sentimientos no han hecho más que reforzarse, lo que dificulta nuestras acciones”, explica.
“Finalmente, fue la guerra la que empujó a la sociedad ucraniana a apoyar a la OTAN. Antes, como en el referéndum de 2003, estaban a favor de la neutralidad de nuestro territorio”, concluye. “Ahora no hay muchos de nosotros que digan que la OTAN es también imperialismo”.
Entre imperialismos
La izquierda ucraniana, es cierto, no es muy numerosa, pero su voz es cada vez más alta, y ha aparecido recientemente en medios como The Jacobin o Nueva Sociedad, entre otros. Además, tiene su propia revista, también publicada en inglés, Commons (Спільне en ucraniano), que es el pilar ideológico de la emergente izquierda de Ucrania. Relacionado con esta revista está el movimiento Sotsialniy Rukh, donde milita Pilash. Commons también ha invitado a colaborar a activistas y expertos de otros países de Europa del Este.
Además de artículos estrictamente económicos, como un excelente ensayo sobre la necesidad de cancelar la deuda de Ucrania con los países occidentales escrito por Yuliya Yurchenko, la revista trata de situar a Ucrania –así como a toda Europa del Este– en un lugar distinto al que desean los liberales occidentales. Los autores que publican en Commons subrayan que Ucrania es un país periférico, que no es en absoluto cercano al proyecto de una Europa capitalista y unida, sino más bien a otros países desfavorecidos por este sistema. Por lo tanto, no es para nada, como quieren algunos, un país vinculado al capitalismo, sino devastado por él, igual que antes por el estalinismo imperialista.
Un buen ejemplo es el apoyo de intelectuales ucranianos de izquierdas a la causa palestina. Esto es particularmente evidente en el ensayo de Daria Saburova titulado “Por qué los ucranianos deberían apoyar a los palestinos”. Como escribe Saburova, y que es muy emblemático para la línea de la revista, “como ucranianos, como partidarios de la causa ucraniana, tenemos la responsabilidad especial de comprender y alzar la voz ante lo que está sucediendo. Debemos señalar las incoherencias de los gobiernos occidentales que apoyan nuestra lucha antiimperialista mientras respaldan la violencia colonial de Israel. La tragedia que estamos viviendo debe agudizar nuestra sensibilidad ante experiencias humanas similares”. Se piense lo que se piense sobre el conflicto de Gaza (la izquierda está dividida aquí), es una prueba de la apertura de la izquierda ucraniana a la cuestión de los nacionalismos emancipadores en otras zonas.
Se trata de un proyecto de la izquierda ucraniana que pretende así situar la experiencia de los países eslavos en un contexto global, poniendo de relieve la omnipresencia de los imperialismos coloniales en distintas partes del mundo. Tratan de ampliar el contexto más allá del dominio de la crítica del imperialismo occidental para incluir también el del Este.
Con este fin, la revista también organiza actualmente el proyecto “Diálogo de la periferia”, que pretende intercambiar ideas entre activistas de países no europeos. En la primera edición participaron personas de Taiwán, Armenia, Vietnam o Georgia, entre otros. La revista también escribe sobre Oriente Próximo o América del Sur, así como sobre la situación en Europa.
Y neoliberalismo
Aunque sigue siendo principalmente un proyecto ideológico y no de masas, se está desarrollando muy rápidamente, y sin duda desempeñará un papel muy importante en la transformación económica de posguerra del país. Esta, si se gana (es decir, si los ucranianos vencen a las fuerzas de Putin) será objeto de una transformación neoliberal, como sin duda esperan Estados Unidos y la Unión Europea. Esto, por cierto, era lo que temía Slavoj Žižek en un texto de agosto de 2022: “Sería trágico que Ucrania derrotara al neoimperialismo ruso sólo para atarse al neoliberalismo occidental”.
El actual partido gobernante en Ucrania, Siervo del Pueblo, de Volodímir Zelenski, es una agrupación liberal. Y como también subraya Pilash, quiere luchar contra el capitalismo de los oligarcas pero en nombre del capitalismo de clase media y de los pequeños empresarios. En cualquier caso, se trata de defender el orden liberal, más que los derechos laborales o sociales del pueblo ucraniano.
Por eso es muy necesario ahora el apoyo, o al menos el diálogo, con la izquierda ucraniana que se está desarrollando rápidamente. Este diálogo tiene lugar principalmente a través de sus aliados en Europa del Este, por ejemplo, mediante la formación de un nuevo proyecto de grupos de izquierda en la región, la Cegla (Alianza de la Izquierda Verde de Europa Central y Oriental), que incluye grupos de República Checa, Hungría y Polonia, entre otros.
¿Qué hacer?
Como escribió Adam Tooze en el periódico polaco Krytyka Polityczna, un gran número de economistas, no sólo extranjeros, ya se están preparando para llevar a cabo reformas en Ucrania en línea con la doctrina neoliberal del shock. Señaló que “los partidarios ucranianos de la desregulación sin duda se dan cuenta de que su programa de desregulación implica una revisión radical del orden postsoviético del país. Pueden, por supuesto, tener razón en esto. Pero llevar a cabo reformas tan drásticas en condiciones de guerra, con escasas oportunidades para el debate público, las huelgas y la oposición, elude la democracia por atajos. Y puesto que la defensa de la democracia es una importante fuente de simpatía para Ucrania en esta guerra, es difícil no ver la ironía en este caso. La apuesta también es arriesgada. Amenaza con hacer añicos la solidaridad nacional necesaria –si la historia nos enseña algo– para mantener la resistencia contra un invasor”.
La izquierda ucraniana parece tener una receta para ello, tanto económica (a través de la condonación de la deuda, entre otras cosas) como ideológica. Esta última es sencilla: reconocer el lugar que ocupan Ucrania y Europa del Este en el mundo. Que pertenezca a la Unión Europea, por supuesto, pero que la reconstruya con la conciencia de que pertenece al centro y no a la periferia del sistema-mundo global.
Porque “estar en Occidente” no es más que un eslogan neoliberal, pero sin sentido. Como escribió al respecto el eminente antropólogo y filósofo de izquierdas Joseph Grim Feinberg en el Pravda checo, para algunos el grito de “estar en Occidente” significa, en Europa, renunciar a recordar sus propias condiciones sociales y geopolíticas. Y esto no conduce a nada, o, desde luego, a nada bueno. Europa del Este, para detener el imperialismo ruso, necesita desarrollar algo más que la fe en el libre mercado mundial que se derrumba ante nuestros ojos.
Krzysztof Katkowski es periodista y sociólogo. Colabora con OKO.press, Kultura Liberalna y Dziennik Gazeta Prawna. Sus textos también han aparecido en Gazeta Wyborcza, The Jacobin y CTXT.es, entre otros. Está asociado al Centro de Estudios Figurativos de la Universidad de Varsovia.