Falta apenas un día para que Chile elija a quien presidirá el país por los próximos cuatro años. En las urnas que se instalarán en todo el territorio y también en el extranjero, 15,8 millones de personas deberán manifestar su preferencia, en una elección presidencial obligatoria, que prevé una multa para quienes no asistan a votar.

Se tratará, a juicio de los analistas, de una de las elecciones más polarizadas del último tiempo, en la que quienes se enfrentan en la papeleta son José Antonio Kast, candidato del ultraderechista Partido Republicano, y Jeannette Jara, militante comunista, la primera de su partido en llegar a un balotaje presidencial en la historia del país.

Según las encuestas de intención de voto, el candidato que mejor se perfila para llegar a La Moneda es Kast. De acuerdo con Panel Ciudadano, tiene 50% de las preferencias, contra el 34% de Jara; según Activa Research, la diferencia será de 45% a 31%; y según Plaza Pública de Cadem, Kast llegará al 62% ante un 25% de Jara.

En todas las mediciones, la tercera opción –que ronda entre un 13% y un 17% dependiendo del sondeo– es la de aquellos ciudadanos que todavía no deciden su voto pero que, esta vez, se verán obligados a votar. A partir de 2012, fecha en que se instauró el voto voluntario y la inscripción automática en el registro electoral, la desafección política de los chilenos se vio reflejada en altos niveles de abstención: en la elección presidencial y parlamentaria de 2021, que terminó con el actual presidente Gabriel Boric como ganador en segunda vuelta, la participación alcanzó apenas el 47%, es decir, más de la mitad del padrón electoral no votó.

La primera vuelta de la elección actual alcanzó, en cambio, una participación histórica del 85%, debido a que se trató de la primera votación presidencial tras la reposición del voto obligatorio, que fue restablecido después de los preocupantes descensos en la concurrencia a las urnas. “Esa participación alta podría traducirse a otra sorpresa: los votos nulos y blancos que probablemente tengamos en esta elección”, explica Marco Moreno, director del Centro Democracia y Opinión Pública de la Universidad Central.

“En la primera vuelta hubo 50% de los electores que no marcaron la opción de Jara ni de Kast. Suponemos que una mayoría podría irse donde Kast, pero habrá algunos, incluso dentro del mundo de la centroderecha, que seguirán teniendo dudas respecto de Kast aunque no vayan a votar por Jara. Eso podría expresarse en un número de votos nulos y blancos mayor a lo que hemos visto en las últimas elecciones, que han rondado entre el 2% y el 3%. En esta segunda vuelta es probable que tengamos un incremento y, por lo tanto, es un dato relevante a tener en cuenta”, agrega.

El porcentaje de votos sin preferencia electoral, por otro lado, podría ser además un indicador del “estado de la democracia”. Según indica Juan Pardo, director de Feedback Research, “también está en juego la legitimidad del sistema de voto obligatorio, ya que, con una alta participación, el resultado será leído como un mandato claro de la ciudadanía; en tanto que con votos nulos o blancos sobre 15% o 20%, podría verse reforzada la idea de un malestar sistémico que la política tradicional es incapaz de abordar”.

Otro factor que podría incidir en el número de votos nulos es la incidencia de Franco Parisi, el candidato del Partido de la Gente (PDG) que quedó en tercer lugar en la primera vuelta con 19% de los votos, correspondientes a 2,5 millones de sufragios. Luego de decir que esperaba que ambos candidatos “se ganaran” los votos de sus electores, esta semana finalmente anunció por redes sociales que votará nulo.

“Si nulos y blancos tienen una alta proporción de votos, el PDG, que es el centro populista, se puede anotar una victoria importante y asirse de eso para decir ‘esta es la gente de clase media que no quiere los extremos’”, menciona, por su parte, Alejandro Olivares, profesor asociado del Departamento de Estudios Políticos de la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile.

La incógnita de la brecha

La sensación de que Kast es el favorito también se ve impulsada por el buen desempeño electoral que tuvo su lista en las elecciones parlamentarias. “Esperaría que él gane y que gane con una distancia bastante amplia con respecto a su contendora. Básicamente, lo que estamos esperando es ver qué tanta va a ser la distancia entre José Antonio Kast y Jeannette Jara”, dice Olivares.

Marco Moreno, en tanto, añade que “en promedio, en las tres últimas elecciones en Chile, la diferencia ha sido de 10 puntos porcentuales”. “La gran pregunta tiene que ver con cuáles son los umbrales para Kast y Jara, porque eso tiene un significado. Con una brecha amplia –por ejemplo, que Kast supere el 55% y Jara se ubique debajo del 45%, o sea, una diferencia de entre 10 y 15 puntos, que se traduce en más de un millón y medio de votos de diferencia en un contexto de voto obligatorio y con alta participación– Kast puede instalar la idea de un mandato robusto. La brecha siempre será leída como indicador de fuerza de los bloques y de condiciones para la gobernabilidad”, plantea el profesor de la Universidad Central.

Una diferencia de esa magnitud también podría tener efectos sobre el bloque completo de la derecha. “Se podría consolidar la hegemonía del Partido Republicano sobre la derecha tradicional, y Chile Vamos podría quedar relegado como un socio menor”, comenta. “Por otra parte, en el actual oficialismo, que podría eventualmente convertirse en oposición, una derrota de dos dígitos de Jara será algo más que un traspié electoral: podría ser leído como una derrota del ciclo progresista que se inauguró en 2014 con Michelle Bachelet en su segundo mandato”, añade. En su momento, fue Bachelet quien empezó las reformas para avanzar hacia la gratuidad universitaria y mayor garantía de otros derechos sociales.

Hoy, lo que cada candidatura representa es tan opuesto como sus posiciones políticas. “La campaña de José Antonio Kast se concentró en reforzar un mensaje de orden, control y eficacia, enfatizando seguridad, migración y combate al crimen como ejes prioritarios, buscando ampliar su base hacia sectores moderados mediante un tono más institucional, destacando gobernabilidad y estabilidad económica, mientras mantuvo una narrativa de ‘cambio firme’ para capitalizar el malestar ciudadano. La campaña de Jara, en contraste, apostó por un discurso de protección social, derechos y estabilidad política, intentando conectar con mujeres, trabajadores y sectores populares mediante la defensa del Estado social, la continuidad de políticas laborales y la advertencia sobre los riesgos de retrocesos sociales si triunfa la derecha; además, incorporó un tono más emocional, centrado en el cuidado y la cohesión social”, resume Pardo. Se trata, en síntesis, de “dos relatos de país nítidamente contrapuestos”.

El resultado final dependerá en gran medida de cómo se redistribuyan los votos de las candidaturas que quedaron fuera en primera vuelta. “Aunque algunos modelos proyectan una amplia ventaja inicial para Kast por el clima de demanda de orden y cambio, me parece que nada está cerrado y que podría darse un resultado con una brecha más estrecha de lo que pronostican los analistas de la plaza. La elección podría definirse en la competitividad territorial de las regiones que aportan mayores cantidades de votos, en la adhesión de votantes independientes y en la habilidad para construir mayorías en un contexto de fuerte fragmentación política”, comenta Pardo desde Feedback Research.

Una dinámica de enfrentamientos

José Antonio Kast y Jeannette Jara se vieron las caras por última vez el lunes 9 en un debate televisivo organizado por la Asociación Nacional de Televisión, que se transmitió en todos los canales de Chile y por streaming. El encuentro duró dos horas y media y se calcula que lo vieron más de cinco millones de personas. Fue en esa instancia donde ambos candidatos hicieron la misma promesa: en caso de ganar, dejarán de militar en sus respectivos partidos políticos.

“Lo que hay en el ambiente es una desconfianza de los ciudadanos hacia la política, los políticos y los partidos. Eso se ve expresado en la promesa de dejar sus militancias y también en la sensación con la que se quedó la gente cuando apagó el televisor después de ver el debate: una de mucho enfrentamiento, de mucha disputa”, asegura Moreno.

Y es que, en la recta final, la campaña electoral ha agudizado su dinámica de enfrentamiento: en el debate, Kast ocupó los minutos asignados a sus intervenciones para criticar al gobierno actual y al programa de Jara, mientras que ella usó los suyos para enfrentarlo por las personas que trabajan en su equipo –su asesor económico Jorge Quiroz ha estado involucrado en colusiones económicas emblemáticas en Chile– y por los 16 años que pasó como diputado en el Congreso Nacional.

“La gente no solamente desconfía de los partidos políticos, sino que desconfía de la capacidad de la política para resolver los problemas del país, y lo que vimos en el debate fue un incremento importante de la narrativa negativa, muy impulsada por la lógica emocional que está caracterizando a las elecciones en el mundo. Desde que llegó Trump, hemos visto un aumento de la narrativa negativa. En Chile no era tan evidente, pero en esta elección apareció con mucha claridad”, agrega.

La estrategia, explica Moreno, se basa en concentrarse en las debilidades del contrincante. “Kast jugó la carta de la negatividad estructural, porque no apuntaba a Jara como persona, sino al ecosistema político que respalda a Jara: un gobierno ‘fracasado’, en un país que ‘se cae a pedazos’. Lo que intentó hacer fue instalar la narrativa del desempeño catastrófico del gobierno. Por su parte, Jara respondió con la estrategia opuesta: una negatividad identitaria y personalizada. Jara buscó presionar donde Kast es más vulnerable, contrastar modelos y activar emociones. En comunicación política, eso se conoce como el riesgo moral en el votante moderado. En el fondo, las dos campañas tenían mucha narrativa negativa”, precisa el académico.

El debate, además, fue casi una excepción: Kast se bajó de varios debates agendados en canales de televisión y emisoras de radio. “En las últimas dos semanas, ambas campañas tomaron un derrotero interesante: el que va primero, marcando como favorito, no entró en debates y prácticamente no se salió del libreto. Siguió su estrategia al pie de la letra y esto es casi no tener intercambios directos con la candidata. La lógica es ‘si yo voy primero, no tengo por qué ir a discutir con el segundo’, y eso es interesante porque en general no estábamos acostumbrados a que los candidatos presidenciales estuvieran tan empaquetados”, menciona Olivares desde la Universidad de Chile.

Para Kast, debatir en un enfrentamiento directo con Jara es una actividad “que le va quitando votos, porque sus temas y la forma en que los defiende hacen que un votante más mediano se cuestione”. “Su ideal es que no haya ningún problema, ningún escándalo, nada grave que altere que él pueda mantenerse en el primer lugar. Y la segunda, por su parte, está tratando a toda costa de hacer ver la inconsistencia del que va primero”, agrega.

Según Pardo, los debates “pueden analizarse desde tres ángulos principales: la performance comunicacional, la claridad en la transmisión de la propuesta programática y los efectos que potencialmente puede tener sobre determinados segmentos del electorado”. “Aunque es probable que, en el caso de Chile, los debates tengan baja incidencia, eventualmente sí pueden mover puntos críticos de votación en segmentos específicos que son difíciles de cuantificar; también pueden consolidar o debilitar liderazgos, desactivar temores o amplificarlos. En una segunda vuelta tan polarizada como la de Jara-Kast, el impacto de los debates puede que no altere significativamente la estructura profunda de preferencias, pero sí podría influir en la capacidad de movilización, la percepción de competencia y la sensación de viabilidad de cada candidatura, factores que podrían llegar a ser decisivos en el resultado”, dice.

Después del domingo

Una pregunta que resuena en la antesala de las elecciones es qué es lo que se juega cada sector el domingo. “En el caso de las derechas, es ganar La Moneda y ganarlo con un mandato robusto. No necesitan solamente ganar, sino que tienen que ‘ganar bien’ para tener un mandato que permita llevar adelante los cambios que ellos pretenden hacer. Ganar con un mandato acotado mostraría que están ante un país casi empatado. En el caso del oficialismo, lo que está en juego es que no se trate solamente de una derrota electoral, sino de una derrota política y simbólica, como el famoso 62%-38% del plebiscito constitucional de setiembre de 2022. Ese es el riesgo que tiene hoy día el actual oficialismo: que si la brecha es muy grande a favor de Kast, el ciclo progresista sufra una derrota significativa”, dice el académico de la Universidad Central.

Pardo es igualmente drástico: “Cada sector llega a la segunda vuelta con apuestas de muy alto costo político y con definiciones estratégicas que exceden por lejos la elección presidencial. En mi opinión, lo que se juega este domingo es el rumbo del sistema político chileno para los próximos años”, advierte.

Mientras que para el oficialismo está en juego la continuidad del proyecto político impulsado por el gobierno de Boric y una posible redefinición de la identidad del progresismo chileno, la actual oposición deberá enfrentar el hecho de que, de ganar Kast, se consolidaría como líder hegemónico de la derecha. “Sea cual sea el resultado, los factores en juego afectarán a todo el sistema político porque se juega la configuración del eje político dominante para el próximo período: si gana Kast, Chile gira hacia un ciclo de derecha fuerte; si gana Jara, se refuerza un ciclo progresista con énfasis en derechos sociales”, agrega Pardo.

Para Olivares, lo que hoy está en juego para la centroderecha es qué tan importante va a ser su proceso de transformación. “Si José Antonio Kast gana con una amplísima votación, con un récord histórico de porcentaje y de número efectivo de votos, entonces cuenta con un espaldarazo para promover cambios y lógicas conservadoras y valóricas, que van a hacer que la derecha se reposicione en torno a sus figuras y se mueva aún más a la derecha. En el caso de Jara, está en juego el proceso de renovación y mantención de los partidos de izquierda. Ella es la primera candidata comunista que llega a una segunda vuelta, por lo que si le va bien, se transformará en la líder indiscutida del sector, pero si tiene una votación muy baja, lo más probable es que tenga que hacer un repliegue estratégico e irse a reordenar su partido y construir desde allí”, expone.

Las dudas comenzarán a despejarse el domingo, cuando a las 9.00 abran las urnas que recolectarán los votos hasta las 18.00. Dado que se trata de una elección simple –una sola papeleta con dos opciones–, se espera que los primeros resultados del balotaje empiecen a informarse en la tarde, antes de las 19.00.