Ya entrando en la cuarta semana de tregua en Gaza, tanto los palestinos como los israelíes están viviendo días de muchas emociones mezcladas con la incertidumbre por el porvenir y la necesidad de afrontar las consecuencias de esta horrorosa guerra.

La liberación de rehenes y prisioneros ocupa, obviamente, la mayor atención de los medios de comunicación y es seguida con mucha emotividad por la mayoría de ambas poblaciones. Lamentablemente, al cubrir los aspectos humanos y sensibles de este intercambio, los medios de comunicación masiva de ambos lados lo hacen de una manera absolutamente parcial y unilateral, casi obviando la humanidad del otro bando.

Es más, tanto Hamas como las autoridades israelíes envuelven el proceso de liberación de rehenes y prisioneros en actos de propaganda absurda e infantil.

Antes de liberar a los israelíes a manos de la Cruz Roja internacional, estos son exhibidos en un estrado donde pueden leerse consignas en tres idiomas, árabe, hebreo e inglés, tales como “el nazi sionismo será derrotado” o “Gaza trampa mortal de Guivati” (nombre de una brigada de infantería israelí), portando un supuesto diploma o carné titulado “Resolución de liberación”, y son obligados a saludar al público presente. Por su lado, las autoridades carcelarias israelíes obligan a los prisioneros palestinos que son liberados a portar en sus muñecas adhesivos con la leyenda “El pueblo eterno [término religioso autorreferente al pueblo judío] no olvida. Perseguiré y llegaré a mis enemigos”.

Estos gestos no tienen otra importancia más que revelar los estados de ánimos y el bajo nivel político de los dirigentes de Israel y de Hamas. La casi absoluta falta de empatía hacia el sufrimiento del otro en los medios de comunicación masiva de ambos lados complementa la falta de perspectivas de paz. La tregua, o sea la no guerra, es todo a lo que se puede aspirar en este momento.

Hay diferencias notorias en el estado físico de los rehenes y los prisioneros liberados hasta ahora. A pesar de que van relatando las penurias que pasaron durante diferentes períodos de su cautiverio, la mayoría de los rehenes israelíes han salido en buen estado físico y aparentemente su alimentación mejoró considerablemente en las recientes semanas, cuando como parte del inicio del intercambio se desbloqueó el ingreso de alimentos a Gaza.

En una inteligente operación de relaciones públicas, Hamas permitió a sus rehenes asearse y vestirse con ropa limpia antes de mostrarlos ante el mundo. Las dos excepciones fueron de rehenes que estaban en manos de la Yihad Islámica Palestina. En cambio, muchos de los presos palestinos liberados salieron vistiendo uniformes de prisión, en un estado físico deplorable y sin haber tenido oportunidad de asearse antes de salir de la cárcel. En reportajes a la prensa, denunciaron el grave deterioro en la alimentación, en el hacinamiento y en el maltrato violento, desde que a comienzos de 2023 el renunciante Itamar Ben-Gvir asumió el Ministerio de Seguridad Nacional y ordenó a las autoridades carcelarias desobedecer las normas internacionales respecto a presos y prisioneros de guerra.

La tregua y la liberación de rehenes y prisioneros en un marco de intercambio son consideradas una imposición que el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu tuvo que aceptar cuando se enteró, contrariamente a sus expectativas, que la entrante administración de Donald Trump pretendía al respecto lo mismo que su predecesor, Joe Biden.

El costo político inmediato fue la renuncia del ministro de Seguridad Nacional y líder del partido supremacista Poder Judío, con el consecuente estrechamiento de la base parlamentaria del gobierno. Prometiendo que sólo iba a mantener la tregua durante la primera fase del acuerdo sin intenciones de pasar a la segunda, Netanyahu logró mantener en su gabinete al otro socio extremista, el ministro de Finanzas y responsable por la administración civil del territorio ocupado de Cisjordania, Bezalel Smotrich, líder de la facción Sionismo Religioso.

El problema es que la voluntad de Smotrich y de Netanyahu de reanudar la guerra en Gaza va en contra de tres poderosas corrientes: Trump, que mediante sus enviados a la región insiste en proseguir la tregua y los intercambios de prisioneros hasta el final; la mayor parte de la opinión pública israelí, que quiere el regreso de todos los rehenes y no aceptará tranquilamente que los hombres jóvenes y los soldados prisioneros de Hamas cuya liberación será negociada en la segunda fase de la tregua sean abandonados, y, en tercer lugar, la opinión de la mayoría de la alta oficialidad del Ejército, que por razones pragmáticas considera que proseguir un combate ante guerrillas subterráneas será tan desgastante como inútil desde el punto de vista militar y que el Ejército de Israel necesita reacomodarse y reanudar fuerzas tras 15 meses de combates.

Para vencer estas reservas y alinear a la alta oficialidad, Netanyahu decidió designar a Eyal Zamir como nuevo comandante en jefe del Ejército, descartando a otros generales al tomar en cuenta como principal criterio su presunta lealtad política. Para negociar con Trump, Netanyahu está viajando en estos momentos hacia Washington, jactándose de ser el primer mandatario extranjero que será recibido oficialmente por Trump en la Casa Blanca. Es difícil saber qué tipo de negociación habrá entre esos dos mandatarios afines pero que también tuvieron roces en el pasado.

En la Franja de Gaza, la tregua y las pautadas retiradas parciales del ejército israelí de la parte oeste del corredor de Netzarim significaron el regreso masivo de cientos de miles de gazatíes de los precarios acampados al suroeste de Gaza a sus barrios en el norte. Por un lado, se perciben la alegría y la emoción de los sobrevivientes que sienten que la guerra terminó. Por el otro, la angustia al verificar la devastación de la mayoría de los barrios y las viviendas anteriores, y la angustiante búsqueda de familiares que sobrevivieron o cuyos cuerpos pueden estar enterrados bajo los escombros.

Numerosos gazatíes están acampando ahora al lado de las ruinas de lo que fueron sus viviendas y en edificios aledaños que no han sido destruidos. Tras las terribles consecuencias visibles de la guerra, están las enormes dificultades de decenas de miles de personas de reiniciar sus vidas como viudas y viudos, huérfanos, sin techo, sin trabajo y sin perspectivas claras.

Netanyahu se negó en todo momento a negociar internacionalmente el futuro político de Gaza. El resultado ahora es que, por un lado, no existe una posible administración civil que pueda actuar obedeciendo a un gobierno responsable y con recursos para iniciar la organización de la vida, la solución de los múltiples problemas que existen y la reconstrucción del territorio gazatí, y, por otro, que al mismo tiempo quede únicamente Hamas como poder militar (debilitado pero aún como principal poder local). De esta manera, el gobierno de la derecha nacionalista de Israel y Hamas se siguen retroalimentando para evitar cualquier salida negociada.

La retórica de Netanyahu es clara: no habrá fin de la guerra hasta la destrucción completa de Hamas y, al mismo tiempo, no hay lugar para ninguna negociación con la Autoridad Palestina (la única posible alternativa política a Hamas), y así perpetúa el poder político de Hamas.

Este lunes tendría que iniciarse la negociación formal en Qatar sobre la eventual segunda fase de la tregua y los nuevos intercambios de rehenes por prisioneros.

Camino a Washington, Netanyahu postergó la salida de la delegación israelí a Qatar hasta tener acordado algo con Trump. Las declaraciones de Trump sobre el eventual traslado de un millón y medio de palestinos a Egipto y Jordania devolvieron el color a las mejillas de la ultraderecha israelí. Smotrich se apresuró a felicitarlo. Netanyahu quiere saber cuánto estaría Trump dispuesto a avanzar en esa dirección, que respondiendo a las expectativas de los sectores israelíes más intransigentes le permitiría flexibilizarse en el tema de la tregua.

Sin embargo, está claro que los gobiernos de Egipto y Jordania difícilmente puedan sobrevivir una eventualidad de ese tipo. La evacuación masiva de palestinos sería una nueva Nakba (o sea, un nuevo desastre palestino de desplazamiento, como el sufrido en 1948). Y es extremadamente difícil imaginar que los pueblos árabes consientan un desplazamiento masivo de esas características. Estos además son testigos de cómo Israel aprovechó la deposición de Bashar al-Assad en Siria para expandir su dominio militar por nuevos territorios sirios y de cómo la ultraderecha israelí no oculta su expansionismo mesiánico a la vez que expande sus colonias en Cisjordania. Es complejo entender qué tipo de garantías puede ofrecer Trump a los países árabes a cambio de que consientan evacuar y dar refugio a un millón y medio de palestinos, y qué garantías se darán acerca del futuro del territorio de Gaza.

Mientras tanto, el ejército de Israel está realizando diversos operativos de mediana intensidad en Yenín y en otras partes de Cisjordania contra milicias armadas locales. Todos los días se registran muertos palestinos en estas acciones y cada tanto algún soldado israelí resulta herido o muerto. Al menos un tercio de los muertos palestinos en las recientes dos semanas fueron civiles no involucrados en la lucha armada.

El sábado, un hombre de 73 años, la semana pasada, dos niños que jugaban en un patio y que un dron los identificó como presuntos terroristas que manipulaban algún artefacto. Ante estos hechos, la debilidad de la Autoridad Palestina queda muy patente. A pesar de que ella misma intentó desarmar a las milicias en Yenín hace unas semanas, ahora el ejército de Israel ningunea abiertamente a las autoridades palestinas y viola constantemente su jurisdicción.

El gobierno palestino de Mahmud Abbas teme la creciente popularidad obtenida por Hamas en Cisjordania debido a la liberación de presos. Por lo tanto, se esfuerza en evitar que las fiestas de liberación de presos deriven en actos de apoyo a Hamas. El gobierno de Israel, por su lado, amenaza con castigar barrios y pueblos en Jerusalén y Cisjordania que festejen públicamente la liberación de presos y ya tomaron medidas al respecto, bloqueando por varios días las calles que conectan a un barrio periférico de Jerusalén y ocasionando que miles de personas pierdan varios días de trabajo. Sin embargo, parecería que Hamas no es la principal preocupación de las decisiones de las autoridades israelíes. Entre el grupo de presos palestinos que Israel aceptó liberar, pero vetó su regreso a sus hogares en Cisjordania y forzó su exilio en el exterior está Mohammed Al-Tous, considerado el preso palestino más veterano.

Al-Tous, preso desde 1985 por haber organizado y comandado una unidad guerrillera contra israelíes en Cisjordania, pertenece al movimiento Fatah y es muy crítico de Hamas. Desde su nuevo exilio en El Cairo, Al-Tous, de 76 años, criticó la estrategia de Hamas diciendo que su liberación no vale el derramamiento de sangre de un niño palestino y que recomienda la unidad nacional palestina en torno al gobierno de la Autoridad Palestina.

Como uno de los presos veteranos con gran autoridad moral en el público palestino, parecería que su obligado exilio a Egipto por parte de Netanyahu prosigue la línea política de debilitar a toda opción moderada y pragmática palestina, lo que beneficia indirectamente a Hamas.