A nadie se le ocurre hacer un movimiento político-partidario de veterinarios, o de ingenieros, o de maestras, o de funcionarios de ANCAP. Sin embargo, una y otra vez surgen iniciativas vinculadas a la creación de movimientos político-partidarios de militares retirados. ¿Por qué? Parece que no se sienten representados por ninguno de los movimientos políticos existentes, aunque piensan integrarse a alguno de los partidos políticos tradicionales, o sea que tienen una inclinación ideológica.

No se trata de militares que individualmente se incorporan a la vida política a partir de movimientos y partidos políticos existentes, como ha sucedido con enorme frecuencia en el transcurso de la historia uruguaya, sino de un movimiento político basado en su condición de militares retirados “para tener un representante a nivel parlamentario y que nuestra voz sea escuchada con nuestros reclamos, sin tener que apelar a diputados intermediarios” y para “unir el voto del retirado militar que hoy está preocupado por un montón de temas que no ve solución en el Parlamento”. Un movimiento político claramente corporativo.

Sin entrar a considerar las prohibiciones constitucionales establecidas en el artículo 58: “No podrán constituirse agrupaciones con fines proselitistas utilizándose las denominaciones de reparticiones públicas o invocándose el vínculo que la función determine entre sus integrantes”, deberíamos evaluar este fenómeno como uno de los debes que aún tenemos, heredados de la dictadura y la politización de las Fuerzas Armadas durante un largo período. No es casualidad la inexistencia de oficiales militares (no así en la tropa) de orientación frenteamplista, dada la “depuración política” que se hizo durante la dictadura, y la profunda herida que eso dejó dentro de los que fueron víctimas de la barbarie dictatorial, alimentada por la reticencia militar a pedir perdón por los crímenes cometidos por esa institución, y su reticencia a colaborar en la búsqueda hiriente de los restos de aquellos que aún hoy continúan desaparecidos, contrariando incluso las leyes internacionales de la guerra (y la dictadura no fue una “guerra”, por cierto).

Las Fuerzas Armadas actuales tienen serios problemas de integración con el resto de la sociedad, que el sistema político no ha logrado resolver. El aislamiento característico de la vida militar se ve reforzado por sistemas educativos, de salud, de retiro, de alimentación, que los separan de la imprescindible convivencia con el resto de la sociedad, en una especie de “guetización” que no es buena para ellos ni para el conjunto de la sociedad. El surgimiento de este movimiento de retirados militares no es más que la punta de un iceberg, un pequeño indicador de un problema mucho más profundo.

La separación de las Fuerzas Armadas de la sociedad es, además, un problema militar, porque también las debilita militarmente. Cualquier fuerza armada de un país medianamente serio tiene una muy fuerte vinculación con el mundo universitario y particularmente con la investigación terciaria. El área de sistemas informáticos de las fuerzas armadas en cualquier país, por poner un ejemplo, está fuertemente integrado con la investigación universitaria y empresarial de primer nivel, algo totalmente lejano en la realidad uruguaya. Ninguna política defensiva más o menos seria hoy en día puede ejercerse sin esa capacidad.

¿Es más útil, militarmente hablando, mantener una estructura de salud militar separada de la del conjunto de la sociedad, o tener una estructura militar plenamente integrada al sistema de salud de toda la sociedad, en la que los militares y sus familias se atiendan en los mismos lugares que el resto de los uruguayos, y que en caso de conflicto puedan rápidamente ponerse al servicio de los heridos de guerra?

Los sistemas previsionales (de jubilaciones y retiros) en su origen fueron creados por distintos colectivos ante la inexistencia de un sistema estatal, pero eso ya es una rémora del pasado, que sólo algunos colectivos mantienen separado del sistema general (está claro que ese no es sólo un problema de los militares, pero que se agudiza en el caso de estos porque se trata de un cuerpo armado previsto para la defensa colectiva de toda la sociedad, no de ellos mismos). Durante gobiernos anteriores, blancos y colorados impulsaron reformas del sistema previsional de los militares, incluso más estrictas que la impulsada actualmente por el gobierno; sin embargo, ahora que no están en el gobierno, pasaron a la negativa absoluta a votar la reforma propuesta. Eso no les hace bien a la democracia uruguaya ni a las Fuerzas Armadas. La cerrada resistencia corporativa de los oficiales militares, tampoco.

La fuerte separación de los sistemas educativos también es un factor que debilita la capacidad militar; sería totalmente posible y recomendable que muchas de las materias cursadas en las Escuelas de Oficiales se cursaran en la(s) Universidad(es) pública(s), lo que redundaría en un fortalecimiento de las capacidades defensivas, a partir de la interacción entre militares y civiles universitarios de diversas orientaciones. Si en vez de tener liceo militar, tuviéramos una orientación, e incluso una materia, en los liceos de secundaria y UTU vinculada a seguridad y defensa, tendríamos una enorme ventaja educativa y defensiva sobre el sistema actual. La defensa de un país no es un tema exclusivamente militar, es algo mucho más amplio y complejo. Y queda claro que en este tema también hay resistencias desde dentro del sistema educativo.

La separación de los sistemas educativos, sanitarios, previsionales, y otros, también daña al país en su conjunto, porque genera una sociedad más segmentada, menos integrada, y limita los aportes de retroalimentación que ambos sistemas, civil y militar, necesitan.

Unas fuerzas armadas parcializadas políticamente se hacen daño a sí mismas y les hacen daño al país y a su capacidad de defensa; los propios partidos políticos “beneficiarios” de tal parcialización deberían ser conscientes de ello. La no “partidización” de los militares debería ser un objetivo nacional, una política de Estado a la que deberíamos comprometernos todos los partidos políticos. La utilización política de las Fuerzas Armadas le ha hecho un terrible daño a todo el país en un pasado bastante reciente; civiles, militares, partidos políticos deberíamos tenerlo muy claro, si queremos evitar su repetición.

Gustavo Scaron