En junio, el vicepresidente de la República, Raúl Fernando Sendic Rodríguez, solicitó que el Tribunal de Conducta Política (TCP) del Frente Amplio evaluara su manejo de tarjetas corporativas de ANCAP. Es preciso suponer que, si pidió que ese organismo se expidiera, fue porque en aquel momento estaba dispuesto a aceptar sus conclusiones.
Luego se supo que el dictamen del TCP atribuye conductas indebidas a Sendic, y este dijo, el viernes de la semana pasada, que la posibilidad de que considere renunciar a la vicepresidencia no dependerá de ese dictamen, sino de la decisión que adopte al respecto el Plenario Nacional frenteamplista, y de los resultados del proceso judicial en curso sobre su desempeño al frente de ANCAP.
Durante esta semana hubo una intensa discusión política en el oficialismo acerca de lo que debe hacer el Plenario Nacional cuando conozca formalmente las conclusiones del TCP, y asomó la posibilidad de que se alcance la mayoría especial necesaria para una sanción. En ese marco, el diputado Saúl Aristimuño, de Compromiso Frenteamplista, el sector de Sendic, afirmó que este sólo “podría considerar su renuncia en caso de una resolución contraria de la Justicia”, y que “en definitiva eso es lo que hay que tener en cuenta. Lo demás no”. Cabe acotar algo bastante obvio: ante un fallo judicial condenatorio, poco importaría ya que el vicepresidente tuviera o no voluntad de dejar su cargo.
Mientras tanto, los intentos de defender a Sendic realizados desde Compromiso Frenteamplista aluden con frecuencia creciente a presuntas faltas de otros oficialistas, como tratando de advertirles que, si no cierran filas en torno al vicepresidente, corren el riesgo de quedar enchastrados. Señalemos otra obviedad: los organismos como el TCP, cuyos integrantes se eligen con la intención de que ofrezcan garantías de ética e independencia, existen, entre otras cosas, para evitar que la solidaridad entre sectores se asemeje a los pactos de silencio mafiosos.
En todo caso, la sola permanencia de Sendic en su cargo puede arrastrar al oficialismo a una debacle, sin necesidad de que haya acusaciones contra otros dirigentes.
En la Biblia se cuenta que Sansón, legendario superhéroe israelita, luchó contra los filisteos que dominaban a su pueblo, hasta que estos lograron capturarlo y le sacaron los ojos. El final de la historia, cuyos detalles de extrema violencia y más bien inverosímiles no vienen al caso, es que un día llevan a Sansón a un templo donde hay miles de filisteos junto a sus líderes, él le suplica al dios de Israel que le dé fuerzas sólo una vez más, su ruego es escuchado y él derriba las columnas del templo, gritando: “Muera yo con los filisteos”. En términos más profanos y coloquiales, se llevó consigo a cuantos pudo.
La conducta reciente del sector de Sendic no es comparable con la que se atribuye a Sansón, porque no asume el sacrificio propio, sino que trata de evitarlo, y tampoco produce una hecatombe en filas enemigas, sino que la causa entre los correligionarios. Hay, sí, una coincidencia importante: Sansón estaba ciego.