Año 1991. Una lluviosa mañana de setiembre Gustavo y Lourdes preparaban sus pocas pertenencias para emprender un viaje a probar suerte a Santiago de Chile dejando atrás su San José natal. Llevaban con ellos a cuatro chiquilines, entre ellos yo, de tan solo seis años de edad. Desde entonces hasta mi retorno a Uruguay viví al paisito con los mates de mi viejo, los asados de los domingos, los gritos de la celeste, entre otros. También aprendí que había una Bandera además de la de mi país que significaba la construcción de algo muy sencillo y complejo a la vez: la Bandera de Otorgués representaba artiguismo, igualdad, encuentro y trabajo en común.

Pero dentro de todos los cuentos que escuché sobre el Frente Amplio, el principal era que se trataba de una fuerza política que apostaba por la ética ante todo, que criticaba las clásicas prácticas de clientelismo de lo que mis padres llamaban partidos tradicionales. Así conocí al Frente, desde la diáspora, desde los cuentos de mis viejos.

En 2012 volví a Uruguay, ya grande y con la ilusión de conocer de primera mano lo que era vivir en mi país, respirar el aroma a tierra mojada que anuncia la lluvia, comer bizcochos y matear en la rambla. Pero además volví a construirme como profesional y como militante político.

Fue mi generación quien vio la grandeza del Frente Amplio durante la crisis del año 2002, la que estuvo en Avenida del Libertador en el 2004, la que levantó los primeros banderazos y la que peleó duro por algunas conquistas resumidas en la agenda de derechos.

Esta misma generación trabajó duro en cada campaña electoral por alcanzar las mayorías necesarias para asegurar el gobierno nacional y la gobernabilidad en el Parlamento.

Al mirar para atrás es mucho el camino recorrido y los logros conquistados. Es cierto que nos obsesiona siempre poder cambiar, poder mejorar permanentemente la situación de vida de nuestros compatriotas. Esa es la esencia en el ser de izquierda.

Hoy muchos frenteamplistas mirarán con detención lo que sucederá en el Plenario Nacional convocado para tratar el informe del tribunal de conducta política. Es importante, claro que lo es, pero la batalla que se libra hoy no es por sancionar a alguien en puntual. Las banderas y las batallas siguen siendo las mismas: combatir la pobreza, reducir la desigualdad, construir bienestar colectivo para las grandes mayorías, asegurar libertades y respeto a los derechos humanos.

No podemos construir un clivaje que nos divida en torno a una sanción específica a una autoridad o militante en particular. Quien nos divide, de lo que nos diferenciamos es del retroceso neoliberal que vive la región bajo los gobiernos de derecha, de quienes no están a favor del matrimonio igualitario, de la legalización del aborto, las que no quieren los consejos de salarios ni políticas sociales y fiscales redistributivas.

En estas últimas semanas, a la luz de la opinión pública hemos perdido el foco respecto a dónde está el enemigo. La atención que se ha centrado sobre el caso que todos conocemos ha generado un clivaje errado. ¿En qué sentido? En que se nos ha dividido como frenteamplistas en torno a algo que en realidad no debería dividirnos. La ética, la transparencia y el apego a la probidad en el manejo de recursos públicos son banderas inquebrantables de la izquierda política uruguaya, pero fundamentalmente de la construcción de sentido de la cultura política nacional. El Frente Amplio es la fuerza de la transparencia, de la rectitud y del compromiso con los más necesitados. Buscamos por definición construir la justicia social y eso solo se hace respetando la libertad y privilegiando la buena gestión de la casa común.

No, no es una campaña orquestada por los medios de comunicación. No, no le echemos la culpa al de al lado. Que sí podemos mejorar nuestras acciones de comunicación, eso lo digo todos los días. Que la estrategia de comunicación del directamente implicado debería haber sido otra desde el día uno, también lo he señalado hasta el cansancio. Pero este es un tema que nos compete a los frenteamplistas.

Quienes me conocen saben de mi sinceridad y lenguaje llano. Esto es un tema del Frente Amplio, no es parte del imperialismo norteamericano ni de la derecha regional buscando deslegitimar gobiernos. Esto no es Argentina, ni es Brasil, esto es la cultura política uruguaya.

Así como fuimos nosotros quienes creamos la Ley de Acceso a la Información Pública que permitió que algún periodista se hiciese de la información sobre las tarjetas corporativas, seremos nosotros mismos quienes saldremos de este embrollo con transparencia y coherencia.

Se habla de traición, se habla de sanciones, se habla de operaciones, se habla de más, porque también las situaciones de crisis sacan lo peor de algunas personas que aprovechando la paranoia tratan de hundir un poco más al que está caído en el piso.

Pero la cuestión de fondo es que el Frente Amplio solo puede salir de este camino reenfocando la discusión. Nosotros no nos apartamos ni un milímetro de la transparencia como bandera política, de un gobierno abierto y coherente entre lo que dice y lo que hace. Apartarnos hoy y en la mañana siguiente de esos valores es dejar de ser Frente Amplio.

En el mundo del registro, la coherencia lo es todo. Seguimos siendo en América Latina un ejemplo virtuoso de desarrollo sostenible, que integra crecimiento económico con redistribución de la riqueza. Nuestro Frente es bien Amplio, pero la impunidad, la falta de transparencia y la incoherencia no tienen cabida en una fuerza progresista.

Es hora de estar a la altura de las circunstancias. Es hora de pensar como fuerza política con empatía y prospectiva. Empatía, para comprender el mensaje que la opinión pública está esperando de nosotros y prospectiva, en el sentido más llano del término, pensar en las acciones que tomemos hoy nacerá la mañana siguiente.

Hoy me encantaría decirle a aquel gurí de dieciocho años que se enamoraba de las banderas frenteamplistas soñando despierto con el Uruguay que se venía, con una fuerza constructora de un nuevo modelo de país, que todo eso sigue en pie... Que la bandera frenteamplista está limpia, que no tiene más que las manchas del paso del tiempo, pero que sobre ella se puede seguir viendo a las grandes mayorías que caminan juntas privilegiando el proyecto, más allá de personalismos.

En la ruta hacia la construcción de una sociedad con mayor justicia social, los frenteamplistas sabemos la vía por donde se debe transitar para llegar más rápido ¡Es la transparencia!

Matías Ponce