Desde hace un tiempo en Uruguay se ha comenzado a debatir sobre el impuesto a la herencia. Una crítica a la herencia insuficientemente conocida es la de Carlos Vaz Ferreira, el filósofo más destacado en la historia del país, con una activa participación en sus asuntos públicos, tanto desde la actividad intelectual como desde la institucional –fue rector y decano en la Universidad de la República (Udelar)–. Aunque las formuló hace ya un siglo, sus críticas a la herencia tienen cierta sintonía tanto con algunos rasgos presentes en la experiencia internacional en este tipo de impuestos, como con planteos recientes de economistas como Anthony Atkinson, quien ha propuesto una “herencia mínima universal”.

Vaz Ferreira dedica buena parte de sus esfuerzos a “aclarar confusiones muy corrientes, combatir errores muy arraigados y evidenciar cierta clase de verdades –de esas que, tal vez por ser demasiado sencillas y claras, suelen disimularse o desnaturalizarse en la confusión de las doctrinas y en la agitación de la acción práctica–.” (1) En esa línea, conviene tener presente algunos datos empíricos para saber de qué estamos hablando exactamente. Como ha sintetizado la economista Andrea Vigorito, la experiencia en impuestos a la herencia en países como Reino Unido, Francia o Estados Unidos tiende a las tasas progresivas, que van del 5% al 60% del monto heredado, estableciéndose además mínimos no imponibles (siguiendo el principio de que pague más quien tiene más, y menos –o nada– quien tiene menos). (2) Uruguay está en el otro extremo: desde 1974, cuando se derogó el impuesto a la herencia, estas son gravadas con una tasa fija de 4%.

Las críticas a la herencia tienen larga data, y es muy amplio el espectro desde el que se fundamentan. No es sorprendente que ese espectro abarque al ala izquierda, desde François Babeuf en 1790 e incluyendo a Karl Marx. Sí puede llamar la atención que, como destaca Miguel Andreoli, profesor titular de Filosofía de la Práctica en la Udelar, “las posturas contrarias a la herencia también concuerdan con supuestos importantes del individualismo burgués”. (3) Esta línea argumental se basa, grosso modo, en que el mecanismo de la herencia no supone mérito ni esfuerzo individual alguno por parte de quien la recibe. Por eso David Haslett llega a afirmar que “la práctica de la herencia es incompatible con los valores básicos o ideales que subyacen al capitalismo”. (4)

Además defienden la justicia de limitar las herencias destacados exponentes de la filosofía política contemporánea, como Ronald Dworkin y John Rawls. Como señala Gustavo Pereira, también profesor titular de Filosofía de la Práctica en la Udelar, “en el trasfondo de sus ideas lo importante es la dispersión de la propiedad, pues la acumulación violenta la condición de libres e iguales que sostiene el liberalismo”.

A este panorama se suman algunas propuestas de teoría económica que recientemente han cobrado notoriedad, como las de los economistas Atkinson o Thomas Piketty, que incluyen la implementación de impuestos a la herencia como modo de reducir la reproducción intergeneracional de la desigualdad.

Batlle, los estancieros y Vaz Ferreira

Vaz Ferreira confirma la citada amplitud del rango de críticas a la herencia, ya que la suya no es una crítica “por izquierda”, sino basada en lo que se podría llamar un “individualismo consecuente”. Tanto es así que, aunque el filósofo fue reivindicado por el batllismo, esa admiración no fue totalmente correspondida. Para Vaz, aunque no lo nombre, el batllismo muchas veces “ha ido demasiado lejos en el camino de la igualación”. (5)

Sin embargo, la herencia ocupa para Vaz Ferreira un lugar absolutamente central dentro de los problemas sociales, junto con la propiedad de la tierra. La combinación de ambas constituye para Vaz Ferreira un problema social fundamental. En este sentido, para este intelectual las medidas tendientes a limitar la herencia no son extremas, sino que atacan el núcleo de los problemas sociales.

Esta ubicación teórica puede resultar iluminadora para nuestro contexto actual: que los planteos a favor de implementar un impuesto a la herencia se hayan dado en Uruguay cronológicamente después de haberse implementado otras medidas de política tributaria no implicaría para el pensamiento vazferreiriano que una limitación a la herencia constituya una medida que “vaya demasiado lejos”.

Vaz Ferreira parte de un reconocimiento básico: “La desigualdad presente en el punto de partida, sobrepasa: es demasiada”. Sólo el “embotamiento” producido por la costumbre impide a las personas “sinceras” darse cuenta de ello: “Si alguno no lo sintiera, sería más bien porque la connaturalización con ese grado excesivo embota los sentimientos”. (6)

A partir de este reconocimiento, el argumento central de Vaz Ferreira, que incluye una línea de posibles soluciones, se puede esquematizar como sigue. En primer lugar enfoca la distinción entre dos tipos de actores: quien recibe una herencia –el heredero– y quien deja una herencia –el dador–. Argumenta entonces que no hay buenas razones para que alguien tenga derecho a heredar: quien recibe una herencia no hizo ningún mérito para obtenerla (y lo mismo vale para quien no recibe ninguna herencia). Pero, por su parte, el dador de la herencia tiene cierto derecho a disponer del destino de sus bienes: Vaz Ferreira reconoce la legitimidad de ese deseo.

La conclusión del filósofo es que deben tenerse en cuenta ambos derechos –el de quien recibe una herencia y el de quien deja una herencia–, pero no en pie de igualdad. Como en otras ocasiones en que hay conflicto entre dos derechos, se debe priorizar uno: Vaz defiende el derecho de la parte más débil. Pero, como toma en cuenta ambos derechos, la propuesta de Vaz es moderada: no plantea una expropiación de bienes ni nada que se le parezca, sino limitar las grandes herencias, de modo de lograr un mayor equilibrio.

En este sentido, enfatiza algo que se ha visto plasmado tanto en la experiencia internacional como en algunas de las propuestas de teoría económica mencionadas: la distinción entre el derecho de los herederos y el derecho de los dadores de herencia. En efecto, por ejemplo, distintas propuestas de impuestos a la herencia plantean que los gravados no sean los dadores de herencia, sino quienes la reciben. En este punto se hace visible que el impuesto a la herencia tiene un espíritu netamente redistributivo: el foco está en equilibrar los montos que recibe cada individuo. En esta misma línea moderada que reconoce el conflicto de derechos se pueden inscribir otras modulaciones en la experiencia internacional, como los mínimos no imponibles (para herencias por debajo de un límite establecido), la progresividad (es decir el principio de que se grave más a quien tiene más, y menos a quien tiene menos), la ponderación de los casos en que la herencia pasa directamente de padres a hijos (versus otras relaciones de parentesco), etcétera.

Creced y redistribuid: la herencia mínima universal y el derecho a la vivienda

El espíritu francamente redistributivo del impuesto a la herencia se expresa en otros instrumentos que funcionan como contracara, tanto en la propuesta de Atkinson como en Vaz Ferreira. Atkinson propone un binomio compuesto por el impuesto a la herencia, por un lado, y una “herencia mínima universal” por otro. (7)

En el caso de Vaz Ferreira, se podría pensar que esta contracara del impuesto a la herencia podrían ser medidas tendientes a la satisfacción del derecho a la vivienda. En efecto, Andreoli ha planteado: “Es claro que Vaz Ferreira considera que la vivienda para cada uno ha de ser provista con una marcada urgencia y que es prioritaria a la satisfacción de otros derechos; obsérvese que considera que en el caso se trata de un ‘mínimo’ que debe ser asegurado. Los recursos necesarios, según se puede suponer del contexto de discusión, por lo menos parcialmente provendrían de las limitaciones a la herencia”. (8)

En síntesis: las ideas de Vaz Ferreira están en línea tanto con la experiencia internacional de impuestos a la herencia efectivamente vigentes como con las propuestas de algunos teóricos contemporáneos. En particular, como reconoce Andreoli, “la propuesta de Atkinson está plenamente en sintonía con la posición de Vaz Ferreira”.

En cualquier caso, para Vaz Ferreira la cuestión de la herencia constituye lo que denomina un problema normativo, que por definición no es susceptible de “una solución única y perfecta”, (9) sino de soluciones posibles, con ventajas y con inconvenientes. Vaz sostiene que debemos cuidarnos de la tendencia “a rechazar las soluciones que tienen inconvenientes, por la sola razón de tenerlos, y sin detenerse a pensar que las otras soluciones posibles pueden tenerlos también, y, en su caso, tenerlos mayores”. (10) Esta advertencia parece especialmente útil para el problema que nos ocupa, que puede despertar cierta oposición: Vaz Ferreira nos recuerda que el hecho de que una solución tenga inconvenientes no es argumento suficiente para descartarla.

Una mejor versión de nosotros mismos

No es arriesgado identificar algunas similitudes entre el contexto en que escribe Vaz y nuestro contexto actual: sendos gobiernos de carácter “progresista” o “reformista” que han concretado algunos cambios sociales, fuerzas conservadoras que se resisten a esas transformaciones, y un debate sobre si avanzar en esos cambios, en particular, en nuestro caso, bajo esta forma de establecer restricciones a las herencias. Sin embargo, hay que notar que, aunque fue muy influyente, el pensamiento de Vaz sólo tomó forma de ley en 1913 con la ley del divorcio por sola voluntad de la mujer, contribuyendo a una autoimagen de Uruguay como país pionero en asegurar derechos a sus habitantes.

¿Es arriesgado suponer que otra de sus ideas –la crítica a la herencia– pueda llevarse a la práctica un siglo después, como en un efecto retardado que confluye con propuestas internacionales recientes? Andreoli da una respuesta: “La profundización de la redistribución y la ampliación de los derechos se encuentran condicionadas en su base de financiamiento, lo que pone en juego la expansión de la base tributaria necesaria; justamente este es uno de los puntos que la derecha cuestiona con mayor firmeza y en el que parece actualmente estar logrando la adhesión de sectores de las capas medias. Estas situaciones políticas son semejantes a andar en bicicleta: si no pedaleas te caes, lo que en el caso significa que quienes tengan interés en mantener políticas igualitarias deben poner el acento en la fundamentación y discusión de las propuestas que hagan, de un modo que hasta ahora no se ha dado, quizá porque no ha habido necesidad”. (11)

La pregunta es entonces si estas ideas de Vaz Ferreira –que llamativamente convergen con algunas propuestas prácticas y teóricas recientes a nivel internacional– podrán ser tenidas en cuenta por actores políticos, organizaciones sociales y el resto de nosotros, en pro del poco realista objetivo de acercarnos a una mejor versión de nosotros mismos.

Andrea Carriquiry | Doctoranda en Filosofía, magíster en Filosofía Contemporánea. Investigadora y docente en el Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidad y Ciencias de la Educación, Udelar.

(1) Vaz Ferreira, Carlos. 1918. Sobre la propiedad de la tierra, p. 3.

(2) Vigorito, Andrea. “Entrevista de Marcos Rey”. Brecha, 7 de julio de 2017.

(3) Andreoli, Miguel, 2012. Pensar por ideas a tener en cuenta: elementos de filosofía política en Vaz Ferreira. Montevideo, Universidad de la República, p. 78.

(4) Haslett, David. 1986. “Is Inheritance Justified?”. Philosophy and Public Affairs, 15 (2), pp. 122-155.

(5) Andreoli, M. 2012:83.

(6) Vaz Ferreira, C. 1922. Sobre los problemas sociales, p. 23.

(7) Atkinson, Anthony. 2016; véase la columna de Rodrigo Arim en la diaria del 7/4/2018.

(8) Andreoli, M. Entrevista de Andrea Carriquiry en “La crítica a la herencia en Vaz Ferreira, desde su futuro”. Crítica Contemporánea, Revista de Teoría Política, n° 7, diciembre de 2017. http://www.criticacontemporanea.org/

(9) Vaz Ferreira, C. 1919. Lógica viva p. 92.

(10) Vaz Ferreira, C. 1919. Lógica viva, p. 95.

(11) Andreoli, M. 2017.