El gobierno argentino se jugó un pleno. Una apuesta a todo o nada al fundamento central, al hardware de su estrategia principal, de la cual se desprende el resto de sus acciones: el denominado, en mayúsculas, “Retorno al Mundo”. Aplica aquí, como siempre en política, un uso indiscriminado y deliberado de la metonimia. ¿Qué es el Mundo para el Pro? ¿Qué dice Macri cuando dice el Mundo? Básicamente, el conjunto de países, instituciones, ideas, símbolos y valores que el promedio de la burguesía argentina asocia al concepto de “Occidente”. La definición tiene el parroquialismo y los límites propios del imaginario de esa clase.

Muchas veces pareciera que la noción del mundo que se hace la dirigencia del Pro es un planisferio móvil de sus viajes, consumos y aspiraciones. Un mapamundi de clase. El problema estructural de este esquema se produce cuando el desacople entre el mundo y el deseo argentino se encuentran y chocan.

Para el macrismo el mundo así entendido siempre fue la única fuente de soluciones a todas las problemáticas argentinas, siendo su aspiración de máxima la de acoplarse o anexarse sin más a esa supuesta locomotora occidental. No se trata de una abstracta concepción geopolítica, sino la clave principal de su política interna. Contra el círculo rojo de empresarios subsidiados, contratistas del Estado, sindicatos corruptos y periodistas venales, el Mundo. Contra el peronismo, el Mundo. Ese Mundo.

Hoy toda la visión del mundo para el gobierno de Cambiemos se sintetiza en un solo lugar: el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y en una referente mundial, Christine Lagarde. En realidad tiene sentido: el Fondo es una de las últimas instituciones que quedan del mundo que a la Casa Rosada le gustaría que siguiera existiendo. Y una de las únicas que le presta atención. La crisis argentina rescató al FMI de la obsolescencia mundial a la que había llegado, fruto de sus propios e innumerables “errores” y de un cambio general de las relaciones de fuerza mundial y del mapa financiero global. El aire demodé y fuera de época que emana de todo este nuevo tango entre la Argentina y el Fondo es porque, en realidad, efectivamente está fuera de época. Más noventista que un disco de Nirvana.

El gobierno parece razonar de esta manera: “El gradualismo económico murió porque el mundo se negó a seguir financiándolo, ergo, es necesario encontrar un plan que el mundo acepte, y ese es el plan del Fondo”. Se mantiene incólume la premisa inicial –el Mundo salvará a la Argentina– y se modifica lo accesorio, en este caso, el ritmo de ajuste, inflación, devaluación; o sea, todo lo demás. Se decide también que a partir de ahora el FMI será sinónimo del Mundo, achicando este último a límites medievales. Un Mundo a medida.

Macri lo hizo: se podría decir sin caer en exageraciones izquierdistas que hoy el FMI cogobierna un país. Los últimos cambios de palacio en el Juego de tronos argentino así lo confirman: no sólo la caída de Luis Toto Caputo, ex presidente del Banco Central, se debe principalmente a su oposición a la política cambiaria de libre flotación del Fondo (un soberanista paradojal, Toto), sino que la acumulación de poder del ministro de economía Nicolás Dujovne responde también a su transformación en el responsable principal y ejecutor del plan del Fondo en el Gobierno Nacional. Una suerte de embajador de Lagarde en la Argentina. A su favor, hay que reconocer que Dujovne entendió por dónde va el poder hoy en el país. Finalmente llegó la famosa homogeneización a la política económica nacional, y esta fue establecida por Lagarde. Y, a diferencia del gobierno de la Alianza en 2001, no está presente la personalidad demoníaca del ex ministro Domingo Felipe Cavallo para funcionar siquiera de contrapeso. La última semana argentina consagró la tercerización definitiva de la política económica.

El viaje de Mauricio Macri a Nueva York funcionó como una puesta en escena de ese matrimonio definitivo, que incluyó la boutade amorosa de su presidente, en una versión casta y platónica –una versión Pro– de las relaciones carnales menemistas: “Espero que toda la Argentina se enamore de Christine”. El presidente argentino cruzó el Rubicón, y desde Estados Unidos y en diálogo con “los mercados” lanzó los ejes de su estrategia de los próximos meses: la profundización del modelo. Reelección, Lagarde, Marcos Peña y grieta con CFK. Un Macri puro que podría parafrasear a su ex adversario Daniel Scioli y decir: “Soy más Macri que nunca”.