He leído con preocupación en los últimos meses más de una columna de opinión escritas por dos colegas médicos, de medicina familiar y comunitaria ambos, detractores de la vacuna contra el HPV, con argumentos débiles desde el punto de vista científico, que tienen más que ver con temas político-ideológicos.

Antes que nada, corresponde aclarar que la Sociedad Uruguaya de Medicina Familiar y Comunitaria (Sumefac) es la única que se ha pronunciado en contra de la vacunación contra el HPV. Otras sociedades científicas de nuestro país, que incluso están más directamente vinculadas al diagnóstico, tratamiento y prevención del cáncer de cuello uterino, la recomiendan y avalan. Según informó el Ministerio de Salud Pública, la Sociedad Uruguaya de Pediatría, la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay, la Sociedad de Patología del Tracto Genital Inferior, Citología y Colposcopía del Uruguay, la Sociedad Uruguaya de Ginecología Oncológica y la Sociedad Uruguaya de Ginecología de la Infancia y Adolescencia recomiendan la vacuna contra el HPV. También la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de la República se manifestó a favor.

Esto a nivel nacional. La Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, la Red de Instituciones Nacionales de Cáncer de la Unión de Naciones Suramericanas, entre otras instituciones internacionales, hacen la misma recomendación.

Entonces me surge un interrogante: ¿los únicos que “tienen la posta” son de la Sumefac? ¿Todas las demás instituciones se equivocan o están contaminadas por intereses de las grandes farmacéuticas? Demasiadas teorías conspirativas que sólo generan alarma y confusión en la población. El debate científico es bienvenido, se nos educa para tener ojo crítico con la evidencia presentada, pero es necesaria formación para interpretar resultados y sacar conclusiones, por lo cual ciertos temas deben ser tratados en los ámbitos adecuados, en particular teniendo en cuenta el contexto actual, con el crecimiento preocupante de los movimientos antivacunas.

Es muy fácil para quien tiene la formación adecuada refutar los argumentos de la Sumefac. En primer lugar, ese organismo cita el ejemplo de Japón, que suspendió la vacunación contra el HPV en 2013 a raíz de un estudio que encontró daño neurológico severo que podría haber sido causado por la vacuna. Este estudio no sólo tiene numerosas críticas metodológicas, sino que la revista científica que lo publicó se retractó de hacerlo. Irónicamente, en la última columna de opinión la Sumefac dice que una población particular puede tener diferente reacción a la introducción de una vacuna por factores genéticos, epigenéticos, etcétera, pero por otro lado se aferra al ejemplo de Japón.

A lo que no hace mención el organismo es al ejemplo de Australia, que desde 2007 viene vacunando masivamente a niños y niñas con resultados preliminares fabulosos: 77% de reducción de los tipos de HPV responsables de 75% de los casos de cáncer de cuello uterino, 50% de reducción de la incidencia de lesiones cervicales de alto grado en niñas menores de 18 años, 90% de reducción de verrugas genitales en varones y mujeres heterosexuales menores de 21 años.

Digo resultados preliminares porque el cáncer de cuello uterino se desarrolla durante diez años desde el inicio de la lesión premaligna. Este punto es muy importante, ya que es utilizado en forma engañosa para decir que “todavía no hay evidencia de que prevenga el cáncer”; sin embargo, es esperable que si se reduce la incidencia de lesiones premalignas se reduzca la del cáncer. También es utilizado en forma engañosa el hecho de que esta vacuna no cubre contra todos los serotipos de HPV, pero la Sumefac no menciona que cubre los serotipos 16 y 18, responsables de 70% de los cánceres de cuello uterino a nivel mundial. Tampoco menciona que la infección genital por HPV es responsable de 99% de esos cánceres.

Y no alcanza con hacerse el PAP periódicamente, sobre lo cual el organismo insiste, dado que la lesión ya está establecida al momento de la detección; esto es prevención secundaria. La vacuna evita la aparición de la lesión: es prevención primaria.

Como para terminar de reafirmar todo esto, un metaanálisis (por definición, sus resultados son más sólidos que los de cualquier estudio por sí solo y constituye el nivel de evidencia más alto dentro del ámbito científico) realizado sobre la base de datos de Cochrane (una de las más importantes en la literatura médica) concluye en que hay evidencia suficiente para decir que la vacuna contra el HPV protege contra las lesiones cervicales premalignas a adolescentes y mujeres de entre 15 y 26 años, sin riesgo aumentado de eventos adversos graves.

En un intento desesperado del lobby antivacunas, tres miembros de la rama nórdica de la Cochrane hicieron una crítica a este metaanálisis que ha sido desacreditada por la comunidad científica y por la propia Cochrane, que manifestó que “estas opiniones antivacunas no representan a la Cochrane ni a la rama nórdica de la misma”.

Creo firmemente en la autodeterminación del paciente, que debe tener toda la información a su alcance y tomar la que considere la mejor decisión sobre su salud y/o la de su familia. Pero la vacunación es una responsabilidad no sólo personal sino social, por el efecto rebaño que produce: que caiga el porcentaje de vacunados afecta también a aquellas personas que por condiciones médicas particulares no pueden vacunarse, por ejemplo. Esto no debe ser dejado a la voluntad de cada uno; el sistema de salud debe velar por que se cumplan los esquemas en beneficio de todos. Es el precio de vivir en sociedad, así como pagar impuestos.

Queda a criterio de cada uno en quién depositar la confianza, si en casi la totalidad de la comunidad científica nacional e internacional o en una sociedad científica nacional que se basa en estudios débiles y supuestos sobre la falta de transparencia de las grandes farmacéuticas.