Hay una parte de la ciudadanía dispuesta a votar por un partido netamente reaccionario, que invoca su propia versión distorsionada de los valores nacionales, promete “poner orden” y ofrece ante todo un conductor mesiánico: “Dios nos ha mandado a Manini Ríos y tenemos un nuevo general para encabezar a los artiguistas”, dijo el escribano Guillermo Domenech, candidato a la vicepresidencia de Cabildo Abierto (CA).

No es una parte muy grande, de acuerdo con los datos disponibles, y es probable que muchas de esas personas hayan votado antes, dispersas, a distintas listas dentro de otros partidos. Así, luego, sus representantes en el Parlamento tenían una incidencia atenuada en cada fuerza política, amortiguados por la negociación con los demás sectores y subordinados a los líderes principales.

Ahora esa porción de la ciudadanía se reúne para votar a CA, una derecha emancipada que quiere operar sin filtros para impulsar sus iniciativas. Su destino debería ser el aislamiento parlamentario, porque la enorme mayoría de los votantes –cerca de 90%, según las encuestas–no comparte ni desea lo que Guido Manini Ríos representa. Sin embargo, la dinámica política actual puede conducir a que CA desempeñe un papel decisivo en el próximo gobierno.

El principal candidato de la oposición, Luis Lacalle Pou, está muy lejos de lograr mayoría parlamentaria propia, y todo indica que tampoco la alcanzaría mediante una alianza con los partidos Colorado, Independiente y de la Gente. Promete, por lo tanto, una “coalición multicolor” que incluiría también a CA (aunque Pablo Mieres reitera que no está dispuesto a participar en ella). Lacalle Pou ha insistido en que no ve posibilidad de acuerdos con el oficialismo; incluso se negó a explorarlos, y ayer dijo en Informativo Sarandí que políticamente se siente más cerca de Manini que del Frente Amplio.

Una coalición como la que quiere Lacalle Pou dependería de Manini: sólo podría aprobar leyes con el apoyo de los legisladores de CA, y debería aceptar propuestas del ex comandante del Ejército a cambio de ese apoyo.

Ernesto Talvi –dejando de lado dichos anteriores– manifestó el miércoles que está dispuesto a procurar una coalición con CA si la oposición logra llegar a la presidencia de la República. De todos modos, Talvi dijo al día siguiente, en Canelones, que si hay una cuarta presidencia frenteamplista sin mayoría parlamentaria propia el Partido Colorado (o él, por lo menos, ya que Julio María Sanguinetti no se ha pronunciado al respecto) asumirá “su responsabilidad” y tratará de darle al FA “gobernabilidad a cambio de sensatez”.

Una coalición como la que quiere Lacalle Pou dependería de Manini: sólo podría aprobar leyes con el apoyo de los legisladores de CA y debería aceptar propuestas del ex comandante del Ejército a cambio de ese apoyo, o no lograría acuerdos internos para aceptar esas propuestas y quedaría desarticulada, abriendo un período de bloqueos e incertidumbres.

Esto no sería bueno para los otros integrantes de esa eventual coalición, ni para los demás partidos, y sobre todo no sería bueno para la sociedad uruguaya ni para el futuro que todos compartiremos. Si ningún partido logra mayoría parlamentaria propia habrá varios caminos transitables, pero ninguno de ellos pasará por asumir la existencia de una “grieta” insalvable y contribuir a profundizarla.