Tuvimos la oportunidad de conocer al doctor Daniel Salinas –designado ministro de Salud Pública del gobierno que asumirá el 1° de marzo– cuando cursaba el posgrado de neurología en el Instituto de Neurología, en el Hospital de Clínicas de la Universidad de la República. Tenemos de él el recuerdo de un profesional responsable, estudioso, comprometido con su formación. No nos resulta fácil entender el vínculo con el doctor Martín Gutiérrez que Salinas describe con detalles en una entrevista publicada el lunes 16 en el diario El Observador.

El doctor Gutiérrez es un conocido psiquiatra acusado de delitos de tortura y de violación a los derechos humanos, de ideología nazi, que amparado en la Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado uruguayo ha eludido sistemáticamente confrontar con las acusaciones de las cuales es objeto. De este modo, no concurrió a declarar ante la Justicia cuando esta lo convocó.

De todas formas, el objeto de esta nota apunta específicamente a un punto y es el que tiene que ver con la afirmación del doctor Salinas acerca de que el mencionado profesional torturador “fue uno de los pioneros” de esta rama del conocimiento médico.

Si nos remitimos al diccionario de la Real Academia Española, “pionero”, en este contexto, significa “persona que da los primeros pasos en alguna actividad humana”.

Por respeto a la historia de la neurología y neurofisiología uruguaya debo afirmar que el doctor Martín Gutiérrez, médico psiquiatra torturador, no fue pionero en ninguna de las actividades a las que se refiere el doctor Salinas.

Pioneros de la neurofisiología uruguaya fueron figuras como los profesores Bartolomé Fuster, Elio García-Austt, Jaime Bogacz, que brillaron a nivel nacional y en América Latina en la época de oro de la neurología uruguaya. Considerar al doctor Martín Gutiérrez un pionero es un insulto a la memoria de quienes verdaderamente construyeron este espacio del conocimiento en el Uruguay.

Parafraseando a Bertolt Brecht en su Galileo Galilei, el doctor Martín Gutiérrez no ha cumplido “con el juramento de Hipócrates de los médicos, la solemne promesa de utilizar su ciencia sólo en beneficio de la humanidad”. Bien por el contrario, la ha utilizado para provocar sufrimiento en sus semejantes. “Él traicionó su profesión. Un hombre que hace lo que él hizo no puede ser tolerado en las filas de las ciencias”. Lamentamos que esta no sea la opinión del futuro ministro de Salud Pública del Uruguay.

Carlos N. Ketzoian es médico neurólogo y neurofisiólogo, integrante de la sección Neuroepidemiología del Instituto de Neurología, y chairman del Speciality Group on Neuroepidemiology de la Federación Mundial de Neurología.