Estas son algunas consideraciones sobre la polémica del momento en Brasil: cancelar o no cancelar la suscripción de Netflix debido al Especial de Navidad producido por el grupo Porta dos Fundos.

  1. La blasfemia y la sátira se encuentran en dos campos de significado diferentes. La blasfemia es una posibilidad de desviación dentro de una comunidad de fe. La sátira es un tipo de lenguaje humorístico y un recurso crítico en las artes.

  2. Cuando, por diversas razones, los humoristas intentan ingresar al campo religioso, es importante distinguir el “blanco” al que buscan disparar. El “blanco” de la blasfemia es Dios. El “blanco” de la sátira es la imagen públicamente proyectada de Dios por aquellos que dicen creer en Él. Los que usan la sátira hablan de nosotros, nuestras creencias, nuestras prácticas; no sobre Dios.

  3. La sátira se construye con caricaturas: a veces, exagerando rasgos que van en la línea del sentido común para hacer evidente lo que cuesta ver; otras veces, construyendo imágenes impactantes para provocar críticamente al sentido común.

  4. Un grupo humorístico no tiene compromisos con el Jesús de los Evangelios. Las Iglesias cristianas, esas sí, deberían tenerlo siempre. Cuando una imagen de Jesús domina la escena pública con implicaciones políticas para toda la ciudadanía, esta imagen (que, como cualquier interpretación, nunca será idéntica a Jesús) puede convertirse en “blanco” de todos los miembros una sociedad.

  5. Un grupo humorístico no tiene por qué gustarle a todo el mudo (en lo personal, este al que nos referimos no es el estilo que me gusta). Pero la incomodidad y la reacción que muchos cristianos están experimentando puede ser una advertencia: la sátira, tal vez, nos ponga delante el verdadero riesgo de blasfemia que corremos (nosotros, los creyentes). No olvidemos que en las Escrituras, Dios transmitió su mensaje incluso a través de la boca de una mula.

  6. Esta es ocasión, entonces, para un examen de conciencia: ¿es la imagen de Jesús que hemos proyectado públicamente (en palabras y en gestos) realmente la que los Evangelios nos transmiten? ¿Se trata de Aquel que, encarnado en la periferia de la periferia de ese tiempo, vino a traer vida abundante a todos? ¿Somos un reflejo de Jesús, quien para anunciar la victoria de la gracia sobre nuestra infidelidad prefería caminar y hablar con los pecadores, las prostitutas, los pobres y los enfermos, en lugar de convencer a los sacerdotes del Templo, a los maestros de la Ley y a los fariseos?

  7. ¿No será la caricatura satírica, para muchos desagradable, de este controvertido Especial de Navidad una ocasión favorable para examinar la posible caricatura blasfema que muchos de nosotros, creyentes, estamos proyectando en el espacio público de nuestro país? ¿Declaramos la guerra a un “mundo perdido” sin considerar nuestra conversión siempre necesaria y continua a la Santidad de Dios, que no quiere que ninguno de sus hijos se pierda?

  8. En estos días del Advenimiento, hagamos nuestro propio “que agrade a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo”: cancelemos todas las imágenes falsas de Jesús que estamos consumiendo y difundiendo. Abracemos finalmente al Jesús de los Evangelios, el manso y humilde Cordero de Dios, el incansable Anunciador de la Misericordia del Padre, el que es una buena noticia para nosotros y para todos.

Aclaración: no estoy jugando con teorías. Por si no quedó claro: ahí está, para empezar, nuestro silencio frente a los feminicidios, las invasiones y los asesinatos en tierras indígenas y quilombolas, los derechos precarios de los ancianos, la violencia contra personas pobres que han cometido crimen alguno (¡incluidos niños!). Según la doctrina cristiana más sólida, todas estas personas son “la imagen de Dios”. El riesgo de blasfemia al que aludo es el de volver absolutos a símbolos (aunque sean importantes) mientras relativizamos vidas (siempre irremplazables). Sería lo contrario de lo que hizo nuestro Señor Jesucristo.

Francys Silvestrini Adão es sacerdote jesuita en Belo Horizonte, Brasil.