Un senador de la República debería ser más respetuoso cuando se refiere a la Universidad y a otras instituciones republicanas vinculadas a la enseñanza, la cultura y los derechos humanos, por ser ámbitos donde se forman libremente los ciudadanos, se protegen derechos conquistados y se estudian y discuten distintos puntos de vista y opciones filosóficas y políticas. En nuestro caso, a la hora de tener que expresarnos públicamente sobre los temas que consideramos de interés general para la sociedad, las posiciones diversas se canalizan a través del cogobierno de los órdenes y consejos de Facultades y resoluciones que finalmente toma el Consejo Directivo Central (CDC), ya sea por consenso, por votación unánime o por mayorías y minorías.

La toma de posición de la Universidad sobre la reforma que impulsan los partidarios de la campaña Vivir sin miedo, y otros, no es improvisada ni funcional a las urgencias de una coyuntura electoral o partido político; viene precedida por una larga discusión a distintos niveles de la estructura universitaria y calificada por distintos asesoramientos, informes técnicos y debates públicos con especialistas de distintos partidos. Y en el CDC la inmensa mayoría de los integrantes de los órdenes, servicios y autoridades optaron, en su sesión del martes 24, en primer lugar, por pronunciarse y no ser indiferentes ante un tema de gran trascendencia futura para la sociedad uruguaya y, en segundo lugar, votaron a conciencia y con fundamentos, la inconveniencia de apoyar el proyecto de reforma constitucional en el plebiscito planteado ante la ciudadanía, posición que también comparten otros sectores al interior de los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil.

Un senador de la República que integra un espacio wilsonista debería tener más memoria sobre los usos conservadores que se hicieron en el pasado reciente de los argumentos sobre “politización” de la Universidad, “partidización”, “manipulación” o sobre ser “amanuenses” de tal o cual gobierno de turno, a los efectos no sólo de descalificar groseramente las posiciones adoptadas, rebajar el contenido ilustrado del debate y, sobre todo, estigmatizar la Universidad, su cogobierno y autoridades por los compromisos asumidos, debilitando así el entramado institucional y democrático del país que integramos.

Recordemos que en la misma sesión del CDC también se adoptó otra importante resolución sobre un tema de interés general para nuestra sociedad: la flexibilización total del ingreso de los inmigrantes extranjeros a la Universidad de la República, facilitando las exigencias, plazos y trámites para la incorporación de un sector que es parte de la humanidad perseguida, expulsada y estigmatizada en varias partes del mundo, que no es nuestro caso, y que nos enorgullecemos como uruguayos y universitarios de tomar esa posición también.

Un senador de un gran partido histórico, pero que personalmente ha perdido reiteradamente en sus aspiraciones a ser líder de su propio partido, debería aceptar la modestia de su carisma nacional y sostener en defensa de sus propias propuestas ante el conjunto de la ciudadanía un tono discursivo menos ampuloso, ofensivo y acusatorio, a la vez que quitar el número de su lista detrás de la convocatoria a la reforma constitucional, para no confundir, ahora sí, la causa común de la seguridad y los derechos humanos de todos los uruguayos con las aspiraciones electorales de personas que apenas se juegan su chance de permanecer en un cargo político el próximo 27 de octubre.

El doctor en filosofía Álvaro Rico fue decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de República y es docente e investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios de esa universidad.