Esta semana aparecieron, frente al liceo Dámaso Antonio Larrañaga y al Instituto Nacional del Cáncer, carteles anunciando el regreso de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP). La Policía investiga, y quizá lleguemos a saber si quienes los colocaron intentan realmente reconstruir ese grupo ultraderechista o tienen otras intenciones. En cualquier caso, el hecho es importante como síntoma y merece algunas reflexiones.

La “coalición multicolor” se formó para unir contra el Frente Amplio a una “familia ideológica” con límite hacia la izquierda pero no hacia la derecha. Las manifestaciones de incomodidad desde el Partido Independiente y el sector colorado Ciudadanos no impidieron que se incluyera en el proyecto a Cabildo Abierto (CA). Primó el interés electoral, y el acuerdo “Compromiso con el país” se redactó cuando todos los socios ya habían anunciado su decisión de apoyar a Luis Lacalle Pou en el balotaje del año pasado.

Ese acuerdo, bastante vago, es el único compromiso programático aceptado por todos los integrantes del gobierno de coalición. Ya se vio en la discusión parlamentaria de la ley de urgente consideración, y vuelve a verse ahora, en la del proyecto de presupuesto, que dentro del oficialismo hay diferencias importantes.

Si no se condena lo que es imperioso condenar, se contribuye a su naturalización.

Lo llamativo es que, si bien ninguno de los socios se abstiene de enfrentar las posiciones de los demás sobre muy diversas cuestiones, hay una gran tolerancia hacia el extremismo ideológico derechista, que se expresa muy especialmente desde CA, pero no sólo desde CA. Para calumniar al sistema judicial o a los familiares de desaparecidos hay patente de corso.

Tal tolerancia, sumada a la decisión de evitar que Guido Manini Ríos compareciera ante la Justicia, crea condiciones muy propicias para que quienes promueven el odio se fortalezcan y quieran pasar del discurso a la acción. Quizá la JUP esté de vuelta y quizá no; lo indudablemente grave es que la reaparición de ese grupo, o de uno por el estilo, es hoy es mucho más probable que hace un año. Y la gravedad del asunto no depende de lo cuantitativo.

Es probable que muchas personas jóvenes no estén familiarizadas con el término “foquismo”, que no tiene nada que ver con las focas ni con los focos de covid-19. La “teoría del foco” sostenía que con acciones en pequeña escala se pueden crear condiciones para procesos mucho mayores. En todo caso, a nadie se le ocurre sostener que carece de importancia tomar medidas preventivas ante la existencia de grupitos neonazis en Uruguay porque estos no han cometido acciones de violencia de significación masiva; o que la explotación sexual de menores es irrelevante en nuestro país porque los imputados de la Operación Océano son un porcentaje muy menor de la población adulta.

Si no se condena lo que es imperioso condenar, se contribuye a su naturalización. Si no se establece una clara línea divisoria entre quienes respetan las normas básicas de convivencia en democracia y quienes no lo hacen, se les da vía libre a los indeseables. El sistema partidario está a tiempo para marcar esa frontera. Luego puede ser tarde.