Hace un par de meses, caminando en Pueblo Migliaro, una localidad del interior de nuestro interior salteño, los vecinos me comentaban respecto de los avances que había en la autoorganización colectiva en la búsqueda de nuevas soluciones habitacionales. En sus ojos estaba ese brillo del soñar despierto que no se ve a través de la pantalla del zoom, sino que se ve y se siente en el mano a mano. Semanas atrás, volví a reunirme con ellos en la previa a un encuentro que nuestro equipo tendría el 19 de noviembre con autoridades de Mevir. Ahora espero volver en los próximos días, una vez más, para contarles cómo estuvo la reunión.
Este relato, de ir y venir, de caminar, de escuchar, de facilitar, es parte de la tarea cotidiana que muchas y muchos compañeros desde los interiores de nuestro país hacen día a día. Lejos del asfalto, lejos de los zapatos lustrados, levantar la bandera como representante del Frente Amplio en nuestros interiores requiere cercanía, acción cotidiana y mucho mano a mano.
La pasada elección departamental vino a cerrar un ciclo de trabajo electoral que encuentra al Frente Amplio como la principal fuerza política del país, pero al mismo tiempo como una fuerza que perdió el gobierno nacional y pasó a tener de seis a tres intendencias. Salto es una de ellas, junto a Canelones y Montevideo.
He ahí que las lecturas que se pueden plantear desde el último proceso electoral pueden ser tan variadas como las diferencias que tenemos dentro de nuestra fuerza política. Pero bastante miope sería el análisis de un escenario político de una fuerza que estuvo en el gobierno 15 años si sólo nos basamos en los resultados electorales. La mirada autocrítica en la que se ha embarcado el Frente Amplio debe reunir características específicas que nos permitan realmente volver sobre nuestras raíces y librar una sincera discusión sobre el proceso de funcionamiento de nuestra fuerza política.
Haciendo honor a nuestra mejor tradición, el proceso político de autocrítica, reconstrucción e integración del Frente Amplio debe ir de frente a las debilidades y ser bien amplio en considerar las oportunidades de mejora. He ahí que no vale cualquier manera de realizar el proceso de autocrítica desde la fuerza política, si no es integrando necesariamente a quienes somos actores constructores y protagonistas de la política de a pie: los frenteamplistas de nuestros interiores.
No, no se lee la acción política de similar manera desde Montevideo que desde los diversos interiores. Así como tampoco se leen las acciones políticas de igual forma desde Salto que desde la población de Colonia Lavalleja, en el interior de nuestro departamento. Y en el andar de la primera etapa poselectoral, ya se avizora desde nuestra fuerza política –una vez más– esa lógica de ver la política desde el área metropolitana, sin considerar de primera mano las voces de nuestros interiores.
Al volver sobre la interrogante de para qué existe el Frente Amplio si no es para cambiar la realidad que nos rodea, en favor de la justicia social, que se traduzca en un desarrollo humano integral y amigable con el medioambiente, también debemos cuestionarnos cómo la forma de hacer y pensar la acción política se acerca a esos objetivos. O, por el contrario, cómo las formas que la fuerza política se ha ido dando nos han alejado de la realidad cotidiana en que se desenvuelven nuestras compañeras y compañeros.
Llegamos al gobierno nacional para transformar la realidad social y lo logramos en muchos aspectos. Pero en tantos otros, la lejanía de los liderazgos políticos del Frente Amplio con el sentir y pensar de los diversos interiores del país no nos permitieron retroalimentarnos, mirar a la cara a las familias de Pueblo Migliaro, conocer sus intereses de primera mano y darles seguimiento. Es cierto: en buena medida para esto estamos tanto los intendentes como los legisladores. Pero con el nivel de centralidad de recursos que mantiene nuestro país, siempre las iniciativas y demandas de la ciudadanía terminan transformándose en solicitudes de entrevistas con jerarcas apostados en la capital. Y ese proceso muchas veces se tradujo en llamadas no devueltas, promesas de visita al territorio que no se concretaron, entre otras acciones en los últimos tres gobiernos.
Más allá de explicarnos cuáles fueron los factores que no nos permitieron retener el gobierno nacional, es más relevante para un frenteamplista de a pie cuestionarnos si las formas de hacer, ser y sentir la acción política están siendo funcionales a un proceso que nos permita alcanzar la justicia social y una mejor vida para nuestros compatriotas.
Desde el norte del país tenemos una opinión para dar en esta nueva etapa del Frente Amplio. Hay que desalambrar los compartimientos estancos que la gran proliferación de sectores nos ha instalado y pasar a otra forma de ejercer la política. Y ahí, en esta nueva fase, la acción política territorial juega un rol central. Porque al no integrar todas las voces, quedan por fuera visiones que tal vez tengan otra opinión sobre la política ambiental, la innovación, el empleo y la seguridad.
No queremos más zapatos lustrados en nuestra fuerza política. Queremos zapatos llenos de polvo, de barro muchas veces, cansados de trillarse el país, cada poblado, de manera permanente.
Los vecinos de cada poblado del país tienen aún muchas necesidades pendientes y frente a una ley de urgente consideración, así como a un Presupuesto que recorta recursos para aspectos clave como educación, salud y vivienda, el rol de nuestra fuerza política es actuar como defensores de derechos ya conquistados, así como canalizadores de oportunidades.
No queremos más zapatos lustrados en nuestra fuerza política. Queremos zapatos llenos de polvo, de barro muchas veces, cansados de trillarse el país, cada poblado, de manera permanente. Si bien no fue la realidad del último período de gobierno, donde algunos ministros sólo estuvieron un par de veces en cinco años en un territorio, o incluso cuando estuvieron se olvidaron de avisar a los diputados; hoy como intendentes tenemos la oportunidad de comenzar a construir otra realidad.
Y ese es el nuevo paso que muchos entendemos que tiene que dar la fuerza política: recorrer una y otra vez todo el país, escuchando a los vecinos, creando puentes y enlaces con legisladores frenteamplistas, con nuestros intendentes y nuestros representantes como oposición a nivel nacional en los servicios descentralizados. Es trascendental que estemos para escuchar, para canalizar y para actuar.
Desde Salto, desde Maldonado, desde Flores, desde Rivera, desde todos los rincones del territorio hay compañeros que reclaman mayor representatividad del interior, de los interiores en nuestra fuerza política. Ello no se traduce necesariamente en una construcción dirigida desde Montevideo que extienda sus lógicas de acción y pensamiento hacia el territorio.
Hoy varios compañeros hacemos un llamado a que sea desde nuestras bases territoriales, desde otro sentir frenteamplista, que podamos hacer escuchar nuestra voz, pero con un paso trascendental previo: escuchar y estar. Ese es y será nuestro diferencial para quienes creemos en la acción política transformadora. Nos movemos de norte a sur, de este a oeste, sin contar kilómetros, horas de sueño ni recursos que siempre escasean para los pequeños sectores políticos.
El llamado es a encontrarnos, a escucharnos, a construir desde las miradas de los interiores una invitación a descentrar la acción política. El camino del Frente Amplio que se nos viene debe integrar más, conversar más y habilitar más al país que no es el resto, sino parte integral y sustancial del Uruguay que queremos construir.
Hoy somos cada vez más quienes comenzamos a transitar juntos un camino que nos permita una nueva forma de transitar el Frente Amplio, caminando los interiores del interior.
Andrés Lima es intendente de Salto.