En los años 60, en Uruguay y el mundo se escuchaban muchas canciones revolucionarias, de cambio. Una canción paradigmática de aquellos tiempos en nuestro país fue “A desalambrar”, de Daniel Viglietti. En los años 80 también había infinidad de canciones de cambio. Pero hubo una que fue la más representativa de esa época: “A redoblar”, de Mauricio Ubal y Rubén Olivera. Hoy, para equiparar la energía transformadora que implicaron estos íconos de la cultura nacional a favor de un cambio radical, ¿qué deberíamos cantar? ¿Cuál sería el verbo a conjugar?

Luego de tres gobiernos de izquierda que transformaron positivamente a Uruguay en muchos aspectos sustanciales, y en el marco del actual contexto de un gobierno conservador, se impone un alto en el camino y pensar la nueva situación. ¿Qué hacer? ¿Cuál es el accionar político que, aprendiendo de los errores y las ausencias, nos permitiría continuar el proyecto de cambio en Uruguay con mayor potencia?

Para quienes creemos que somos sujetos de nuestro destino y con acción política podemos cambiar la realidad existente, para quienes queremos trascender esta sociedad capitalista injusta y buscamos caminos para ello, para quienes entendemos que el aprendizaje de lo vivido es un factor fundamental para cambiar el rumbo existen tres áreas claves que atacar con los cambios.

Transformar Uruguay

La Estrategia Nacional de Desarrollo Uruguay 2050 que diseñamos en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en el período anterior, analizando las grandes tendencias mundiales, las fortalezas y las oportunidades de nuestro país, es una formidable pintura del futuro posible para Uruguay con mentalidad y sentimiento de cambio social y avance sustancial hacia una sociedad más justa.

Sus ejes centrales para proyectar a Uruguay en este complejo siglo XXI son tres.

Transformación productiva sostenible. Hoy en el mundo hay más personas con hambre que en 2015. Hoy los límites planetarios ya no soportan más cambio climático. Esta aparente contradicción se resuelve produciendo más pero de forma completamente diferente, consumiendo menos y mejor, e incorporando a nuestra cotidianeidad la idea y la práctica de la economía circular y la revolución digital. Uruguay cuenta con al menos seis complejos productivos estratégicos en línea con estos conceptos.

Transformación social. Apoyados en la nueva agenda de derechos de los últimos años, y considerando las tendencias a futuro señaladas por diferentes estudios prospectivos, la transformación pasa por el desarrollo de las capacidades de la sociedad en todos los aspectos y la continua reducción de las desigualdades múltiples que todavía atraviesan la vida social en Uruguay. Acompañando la transformación productiva se debe consolidar una matriz de protección social más densa, aprovechar el enorme potencial de las nuevas tecnologías para generar igualdad y bienestar a toda la población, incorporar el cambio demográfico y desarrollar acciones que aseguren la amplia distribución social de las ganancias de productividad asociadas a este proceso.

Transformación de las relaciones de género. El avance en esta materia no sólo es un tema básico para los derechos humanos de las mujeres, es también una condición básica para el desarrollo del país en sus dimensiones sociales y productivas. Existen dos ejes centrales sobre los que actuar: uno sociocultural, vinculado con las representaciones sociales de género, y uno económico-laboral, vinculado con las desigualdades en el mercado laboral y las políticas de empoderamiento económico de las mujeres. La superación de esas desigualdades es un aspecto medular para el desarrollo, dado que actualmente la sociedad uruguaya está desaprovechando el talento y las capacidades productivas de la mitad de su población más formada y capacitada.

Luego de tres gobiernos de izquierda que transformaron positivamente a Uruguay en muchos aspectos sustanciales, ¿cuál es el accionar político que, aprendiendo de los errores y las ausencias, nos permitiría continuar el proyecto de cambio en Uruguay con mayor potencia?

Transformar el Frente Amplio

El proceso de balance, autocrítica y perspectivas que estamos recorriendo en el Frente Amplio (FA) es una excelente posibilidad para avanzar en diversas cuestiones.

- Un primer aspecto clave es recrear el proyecto, reafirmando la utopía en el horizonte, pero marcando caminos concretos para, como decía Galeano, caminar hacia ella todos los días. La Estrategia Nacional de Desarrollo Uruguay 2050 es una excelente base para generar una visión país compartida con las grandes mayorías nacionales. Seremos gobierno nuevamente y deberemos llegar a esa instancia con un alineamiento interno y externo mucho mayor al anterior en la mayoría de los temas fundamentales. Una visión larga es una aliada imprescindible para consensuar los cambios en el presente.

- Un segundo aspecto es transformar la participación. Tenemos que llenar de democracia el FA. Aplicar el principio de “un o una frenteamplista-un voto” para esos asuntos esenciales. Fortalecer los comités de base como piedra fundamental de nuestro FA. Abrir espacios para que los y las jóvenes hagan libremente. La tecnología ya lo permitía, y la pandemia nos entrenó en otras formas muy ágiles de participación virtual. Incorporémoslas ya. La experiencia de comités virtuales es riquísima.

- El tercer punto es el rescate de nuestros valores fundacionales. El poder, como los caramelos, pica los dientes. Y muchas veces ese dulce llama a muchos moscardones. Debemos vacunarnos contra esto. Somos el FA, nacimos para ser distintos en nuestras prácticas políticas y no debemos nunca aceptar prácticas políticas reñidas con nuestra esencia. Y en caso de que se den, hay que tener los antídotos adecuados de forma inmediata.

Transformarnos a nosotros mismos

Transformemos nuestro discurso. No temamos debatir, hagámoslo con altura, con pasión y con argumentos. ¿Cuántas personas conservadoras, a raíz de ver otra realidad, cambiaron su manera de pensar? Yo conozco muchísimas, incluso algunas que se decían de izquierda pero en la cotidiana no lo reflejaban. Hablemos mucho con quienes piensan diferente, informemos e informémonos, eliminemos la grieta con diálogo, con empatía, con paciencia, tratando de convencer a favor de un proyecto de cambio, de avance.

Transformemos nuestras actitudes. Lo que decimos hay que llevarlo a la práctica, todos los días. De nada vale predicar una supuesta verdad si luego no la aplicamos a nuestra propia vida. Se hace camino al andar, y el ejemplo es imprescindible. Cambiemos comportamientos adquiridos que nos alejan. Aceptemos las diferencias, la diversidad, reconozcamos la riqueza que implican para la humanidad. Con constancia, conciencia y paciencia. Porque no hay atajos ni caminos fáciles en estos procesos.

Transformemos nuestros sentimientos. Es necesario salir del corsé de educación conservadora que hemos recibido en mayor o menor medida, abrir la cabeza, aceptar lo diferente. Ello nos lleva a lo más profundo, a decirnos: ¿cómo pude haber pensado, actuado y sentido de esa manera? ¿Cómo pude alguna vez haber discriminado a las personas por sus opciones sexuales? ¿Dónde aprendí a comportarme así con las mujeres? ¿Por qué ridícula razón siento que una persona de un origen étnico diferente al mío es inferior o peligrosa? ¿Por qué voy a aceptar pasivamente que quien se viste de manera diferente a mí tiene apariencia delictiva? No soy de los que piensan que la juventud es perfecta ni homogénea, ni mucho menos, pero no tengo ningún empacho en decir que debemos aprender muchísimas cosas de los y las jóvenes. El cambio social que se ha venido generando ha permeado con mucha mayor naturalidad en las nuevas generaciones, y los más grandes tenemos mucho para aprender.

De abrazos, contradicciones y transformaciones

No es esta una época fácil, por el contrario, este 2020 ha sido muy duro. Pero es un momento precioso para reflexionar, pensar y cambiar. Y transformar la realidad, que debe ser una de las motivaciones más hermosas de un proyecto de vida.

Cito nuevamente a Galeano: “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día. En esa fe, fugitiva, creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir en el mundo” (El libro de los abrazos, Celebración de las contradicciones/2).

Por eso lo del título: ¡a transformar! Y ¿quién sabe?, quizás ya haya alguien que le esté poniendo música.

Álvaro García fue ministro de Economía y director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.