En la reciente comparecencia del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) a la Comisión de Población, Desarrollo e Inclusión del Senado, con participación de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes, se dijeron muchas cosas que no salieron aún en la prensa o no lo hicieron con el enfoque que queremos darle en esta nota.

La principal razón de la concurrencia fue la muerte en situación de calle de un ciudadano que no pudo ingresar a un refugio días atrás, un hecho que fue ampliamente abordado por los medios y las redes. Pero la comparecencia sirvió también para conocer y refrescar asuntos de políticas sociales vinculados con el Mides y la opinión de sus autoridades.

La particularidad del suceso es que nunca antes había fallecido en situación de calle alguien que manifestara su voluntad de ingresar a un refugio. Los fallecimientos anteriores fueron de personas que no querían ingresar a los refugios, más allá de las condiciones ambientales.

La exposición ministerial se caracterizó por una importante falta de rigor técnico en un tema que se define como absolutamente central para esta administración, no sólo del Mides sino del gobierno. Sin embargo, se trata de un gobierno que ha señalado “temas” de trabajo, pero no ha marcado objetivos de política en materia social. Este es, en realidad, el fondo del asunto, pero no será abordado en este artículo.

El ministro Pablo Bartol comenzó su exposición explicando el contexto y los antecedentes del problema y para ello utilizó datos producidos por la anterior administración, pero los interpretó a piacere para decir lo que no dicen.

Dijo el ministro: “Si observamos históricamente lo que ha sucedido en los últimos años en los distintos censos que se han realizado de personas en situación de calle, podemos constatar que en 2006 había 739 personas de las que 320 vivían a la intemperie. En 2011 había 1.023 personas de las cuales 353 dormían a la intemperie, es decir que el crecimiento de esta población, dentro de todo, era pequeño; pero en 2016 las personas en situación de calle pasaron a 1.651, de las que 556 dormían a la intemperie. En 2019 –último censo que tenemos– 2.038 personas estaban pasando por esta situación, de las cuales 1.043 dormían en la calle”.

El ministro concluyó esta parte de su exposición diciendo: “En un término de tres años y en un momento de crecimiento económico y de progreso, lamentablemente casi se duplica la cantidad de gente que está atravesando una situación como esta en nuestro país”.

Si bien estos datos provienen de estudios realizados por el Mides, el ministro omitió lo que dicen todos los documentos que describen el problema de calle y relatan su evolución, y es que dichos datos no son comparables.

Esta no comparabilidad proviene de diversos asuntos, algunos de los cuales distan de sofisticados tecnicismos y además representan la razón principal, amén de otros que sí son de mayor consideración técnica. Los tres censos comparados refieren a zonas distintas de relevamiento, y en el caso del último, a momentos distintos del año. ¿Y ello es definitorio? ¡Absolutamente definitorio!

El fenómeno calle no se distribuye uniformemente en el tiempo y el espacio. La gente que concurre a los refugios presenta una importante heterogeneidad tanto en sus trayectorias vitales como en sus preferencias. Existe un sector mayoritario que concurre a los refugios como última opción y que lo hará mucho más cuando el frío arrecie.

La diferencia de hacer un censo en abril o hacerlo en junio o julio puede ser muy importante; esto está advertido por todos lados y llama la atención que se omita en una valoración como la que se hace, y ante un cuerpo legislativo.

Si bien todos los que estudiamos este fenómeno entendemos que tiene una tendencia sostenida al crecimiento –eso no está en discusión–, no es cierto que esa tendencia tenga la magnitud que sostiene el ministro. Esa magnitud no se desprende de las investigaciones que él cita. Una comparación algo más cuidadosa diría que la población en calle en el área principal, sumando personas en refugios y personas a la intemperie, ha crecido 18%. Esta no sería tampoco una comparación del todo correcta, pero se aproximaría mejor a la dinámica del fenómeno que la presentada al Parlamento.

La cantidad de gente en calle (propiamente a la intemperie) crece en el orden de 80% sólo si olvidamos mencionar que un censo –el de 2019– fue hecho en abril, sin fríos, con 100 o más cupos libres en el sistema y sin haber comenzado el plan de contingencia (que supone 200 cupos extra, aproximadamente), y el anterior –de 2016– se hizo en pleno invierno, con capacidades máximas y cobertura cuasi completa de cupos. Una comparación esmerada y cuidadosa –aunque, repetimos, tampoco correcta– le hubiera dado al ministro un orden de crecimiento de entre 20% y 25%.

Para peor, la conclusión del ministro también es equivocada en lo contextual, en tanto afirma que: “En un término de tres años y en un momento de crecimiento económico y de progreso, lamentablemente casi se duplica la cantidad de gente que está atravesando una situación como esta en nuestro país”. Cualquier observador atento sabrá que no se ha caracterizado el período 2016-2019 por el crecimiento económico, y habría que ver a qué le llama progreso, dado que quienes hoy dicen esto, no lo decían durante los últimos tres o cuatro años.

Este doble discurso ha sido llevado al extremo con la fabulosa presentación del actual Ministerio de Economía y Finanzas ante la colocación de bonos, en la que se rescatan las auspiciosas condiciones del Uruguay como destino de inversión y referencia del bienestar mientras se aplica una potente tecnología comunicacional para intentar convencer a las uruguayas y los uruguayos de que precisamos un ajuste fiscal sustantivo porque estamos en una grave crisis heredada de los gobiernos del Frente Amplio.

El Mides no escuchó la advertencia de que la demanda de refugio crecía y era necesario activar el Plan Invierno. Después, presentó al Parlamento conclusiones equivocadas sobre la cantidad de personas en situación de calle en el país.

El ministro de Desarrollo Social continúa explicando: “El censo de 2019 además revela que, de las 771 personas que viven a la intemperie, 88 –es decir, aquellas a las que se logra abordar y preguntar– señalaron que era por falta de cupo en los refugios. En cambio, en 2016 eran 11 de 407. En tres años hubo un crecimiento muy grande de la cantidad de gente que duerme a la intemperie porque dice que no hay cupos en los refugios”.

Nuevamente, aunque ahora desde la técnica, se debe señalar que dicha comparación tampoco es correcta, y que aunque la conclusión del ministro pueda estar bien orientada, es científicamente indemostrable. No es posible hacer afirmaciones de esta naturaleza, que además se hacen para esquivar el problema.

Las preguntas que arrojan los datos usados por el ministro fueron realizadas de manera distinta. En el primer caso fueron preguntas abiertas que luego fueron codificadas, y en el segundo caso se realizaron con opciones de respuestas previamente cerradas. Si bien esto es ajeno a las grandes mayorías, los que venimos del campo de las ciencias sociales sabemos que esto, en general, ya inhabilita en buena medida la comparación. Pero hay que agregar que las preguntas fueron hechas, como ya se ha mencionado, en momentos distintos del año. En un caso (2019), en días templados de otoño, y en el otro (2016), en los momentos fríos del invierno, con máximas capacidades en los refugios disponibles.

Sobre este asunto algún lector inquieto podrá preguntarse si en invierno había un mayor énfasis que en el resto del año en garantizar cupos a la gente en calle, y si los programas de calle no garantizaban durante todo el año cupos a todo el que quisiera. A la primera pregunta, la respuesta es que sí, y la razón es que hay un porcentaje no menor de la gente que vive en calle o que transita ocasionalmente por situaciones de calle, que no está dispuesta a ir a un refugio a menos que sea estrictamente necesario. Esa porción de gente varía mucho con el frío y su respuesta ante la decisión de ingresar a un refugio en muchos casos varía momento a momento. Por esa razón es tan importante el trabajo de equipos en calle, que buscan acercar a la gente a los refugios pero también ayudan a dimensionar la demanda potencialmente necesaria de cupos de refugio.

Esto último es el fondo del asunto y no esos números mal usados con que el ministro entretuvo a diputados y senadores. El ministerio no escuchó el anuncio de la gente que sabe del tema, de que la demanda venía creciendo y era necesario activar el Plan Invierno aumentando los cupos y monitoreando mejor, y ahora viene a justificar el problema con que esto siempre sucedió, que hace tiempo que es así y que el nuevo Mides, el transparente y eficiente nuevo Ministerio de Desarrollo Social, sólo tuvo un poco de mala suerte.

Vale agregar una perla más al collar para que como sociedad vayamos entendiendo más sobre el tema, ahora que el coro de grillos mezquinos –que predicó durante años cultivando aporofobia– está algo acallado y atónito, pues la cosa no era soplar y hacer botellas. Una parte del relato del ministro sobre el problema se sostiene en el resultado de comparar dos preguntas dudosamente comparables desde un punto de vista técnico.

Sobre ello hay más cosas para decir, pero hay una que es de sentido común. Si hacemos una encuesta sobre si hay que pagar impuestos o tarifas públicas a cualquier población, incluyendo a quienes padecen de fuerte exclusión social y a quienes viven de la evasión de impuestos, todos pueden quejarse de los montos de esos impuestos pero difícilmente digan que no hay que pagarlos; esto en sociología se llama “respuesta adaptativa”. Cuando alguien pregunta en una encuesta sobre asuntos altamente moralizados por la sociedad es común tener respuestas que no representan efectivamente el pensamiento de las personas y que se deben tomar con pinzas. Eso también pasa con la gente en situación de calle, la cual sabe del conflicto social y de la aversión social que padece, que puede llegar hasta prenderlos fuego.

El ministro debería saber, pues tiene fuertes equipos técnicos a su servicio, que las respuestas de gente en situación de calle a preguntas sobre si “concurriría a un refugio” o “cuál es el motivo por el que no han concurrido” pueden ser indicativas de la existencia de un problema pero no sirven para cuantificarlo con precisión.

La noche en que murió Gustavo Castro, luego de haber pedido, sin suerte, para ingresar a un refugio, hubo 11 cupos libres en el sistema de refugios. Esos 11 cupos son de gente que no sólo dijo que quería ir a un refugio, sino que pidió un lugar, y luego no fue.

Pero esa noche no sólo hubo 11 cupos libres en refugios. También hubo decenas de personas como Gustavo que querían entrar pero no lo lograron. Si hubiera hecho más frío podrían haber sido más las muertes.

En suma, este es un problema serio. El nuevo ministerio hizo fuertes compromisos golpeándose el pecho y al parecer con algo más de soberbia de lo necesario. En los primeros 100 días de gobierno dio por superados los 15 años de trabajo de los anteriores. Al menos en este tema, eso es literal. Ahora, como a tantos bravos en la historia, lo agarró el invierno.

Juan Pablo Labat fue director nacional de Evaluación y Monitoreo del Mides.