El sábado 15 de agosto, el programa Fincas Abandonadas y el Departamento de Desarrollo Urbano de la Intendencia de Montevideo, junto con el Laboratorio de urbanismo colaborativo Reactor Ciudad Vieja de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República, colectivos, emprendedores y vecinos, presentaron su primer proyecto de talleres textiles, almacén de productos y movilidad sostenible Casa de Piedra. Este inaugura una línea de transformación de inmuebles vacantes en emprendimientos económicos y de usos cívicos que generarán empleos, actividades culturales, de apoyo social y recuperación de la ciudad, apuntando a una salida colectiva de la crisis sanitaria y económica actual.

La coyuntura de la covid-19 está desafiando al mundo como nunca antes en la historia. Si bien se podía pensar en la existencia de una epidemia o crisis económica en un país, incluso en un continente, las noticias que nos bombardean permanentemente, creando angustia e incerteza, nos indican que la pandemia está llegando poco a poco a todo el mundo y que a la normal precariedad económica y laboral se suma el efecto global de la recesión en varias economías internacionales. Como señala The Economist en su edición del 1º de agosto, luego de pasados tres años de epidemias como el Sars, Mers, Ébola y Zika, se siguen viendo consecuencias negativas en el mundo del trabajo y el consumo en las economías de estos países que sufrieron medidas sanitarias.

Los colosos como China e India están probando a recuperarse rápidamente para no perder el primado internacional de comercialización industrial manufacturera. Según la firma investigadora Centre for Monitoring Indian Economy, de los 140 millones de puestos de trabajo perdidos en marzo-abril, en este país, en mayo y junio se recuperaron 90 millones. Pero como señalaba la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en abril de 2020, gran parte de los trabajadores afectados son los que ya estaban mal pagos, los precarios, los informales, y por lo tanto los que tienen menos acceso a las coberturas de protección social. Esto da una ecuación negativa que aumenta las desigualdades sociales ya existentes y deja al desnudo la fragilidad del sistema capitalista, ya no sólo frente a las crisis económicas cíclicas, sino a las crisis ocasionadas por pandemias, que están sólo anticipando otras causas ambientales que serán recurrentes si no cambiamos el modelo de explotación, producción y consumo.

Repensar la economía urbana desde las políticas públicas es clave y estratégico; no ver estas señales y volver a las tradicionales recetas de austeridad y retirada del Estado, sin cambiar de modelo e incluso ayudando al modelo económico actual a recuperarse en las mismas condiciones nos dejará en una situación de vulnerabilidad igual o peor de la que vivimos hoy. Claramente no es sencillo pensar que esto suceda de un día para otro; transformar las relaciones de producción y comercialización actuales, o las infraestructuras que se han desarrollado para hacerlas posibles, nos llevará varios decenios. Pero está claro que se necesita un gran esfuerzo de imaginación de otros escenarios, y una cantidad de recursos capaz de contrarrestar la dimensión devastadora de poderosos capitales que continúan concentrando ganancias a partir de la apropiación de recursos y la producción de bienes y servicios a gran escala. Esa cantidad de recursos necesarios puede venir de las multitudes, es decir, de la suma de muchas acciones que comiencen a construir otras formas de economía y que en el largo período podrán cambiar la dirección del planeta. Antonio Negri y Michael Hardt hablaban de las multitudes, en cuanto sujeto social y político capaz de derrocar el sistema económico y social que ellos, a inicios de este siglo, describían como el Imperio. Algunos años después podemos decir que los paradigmas actuales coinciden con la necesidad de una transformación que pase por las multitudes, ya no como sujeto social y político de masas, pero sí partiendo de lo común, de lo compartido. Como señala Raj Patel, filósofo con orígenes en Kenia e India, la posibilidad de generar proyectos colectivos que construyan condiciones de trabajo, casa y cultura en la vida cotidiana, y que los elementos de injusticia social no existan, pasa hoy en mayor medida por manos de grupos que entablen relaciones sociales sólidas y trabajen arduamente para crear proyectos de uso y gestión colectiva de los recursos, que a este punto pasan a denominarse “bienes comunes”.

El debate internacional en el que los estudiosos de las ciudades se encuentran en este momento muestra cómo las formas de tenencia y uso del suelo exclusivamente privadas, así como la concentración de espacios de comercialización y esparcimiento, son el vehículo privilegiado para instalar un único modelo económico, que depreda y destruye el precedente. La pérdida de cercanía y distribución de bienes y servicios en lo local, en los barrios, significó en definitiva la pérdida de relaciones sociales de cercanía que permitían defender formas de trabajo dignas y avanzar hipótesis colaborativas de uso y gestión de la ciudad.

El Departamento de Desarrollo Urbano de la Intendencia de Montevideo ha realizado en los últimos años una reflexión y análisis colectivo por medio de iniciativas públicas llamadas Diálogos Urbanos, con expertos internacionales y nacionales, colectivos locales y centros de investigación, sobre las formas en las que se produce riqueza en la ciudad, las transformaciones que esto implica en Montevideo, pero también las alternativas concretas que proyectos públicos e iniciativas cívicas que están llevando adelante nuevas formas de tenencia, uso y gestión colectivo del suelo urbano. Los resultados de estos encuentros, y de los estudios iniciados a partir de estas reflexiones colectivas, señalaron la importancia de reforzar el acceso de las poblaciones más vulnerables en materia de vivienda y de actividades económicas, a la ciudad consolidada, para evitar la expansión de los asentamientos irregulares y la precariedad laboral creciente. Como señala su directora, Silvana Pissano, el Departamento de Desarrollo Urbano optó por reforzar instrumentos que ya tenían a disposición, como la Cartera de Tierras Públicas, creada en 1991, y el Programa de Fincas Abandonadas, creado en 2009, dándole un rol protagonista en recuperar la ciudad subutilizada. Se puede decir que esta decisión, si bien había sido señalada en los planes de ordenamiento territorial desde la década de 1990, y con sus sucesivas revisiones hasta 2012, es una tarea que necesita de varios actores, cuando no de multitudes, para lograr el efecto deseado.

La necesidad de programas urbanos integrales que aúnen acceso al suelo consolidado, con apoyo a pequeños emprendedores y a usos cívicos (cultura y cuidados en el territorio), necesita una nueva generación de políticas públicas y sobre todo escenarios de colaboración dinámica y horizontal entre los sujetos, con los que habilitar un horizonte diverso para la ciudad, ni sólo pública, ni sólo privada, sino de lo común.

La primera experiencia de usos económicos y cívicos del programa Fincas Abandonadas es el producto del trabajo de un proceso de casi un año, que utilizó la forma de Laboratorio Urbano Colaborativo para realizar una tarea de planificación participativa y codiseño del uso de los inmuebles entre sujetos públicos y privados. Durante 2019 se identificaron propuestas de uso para los inmuebles mediante convocatorias y talleres en los que emprendedores, colectivos y vecinos/as interesados/as en llevarlos adelante se formaron en ejemplos exitosos en la gestión de bienes comunes en el ámbito local e internacional. En 2020 se analizaron las características de los inmuebles disponibles junto con los técnicos de la Intendencia, y se identificaron usos posibles que acompañaran las capacidades y calidades arquitectónicas-patrimoniales del inmueble. Se realizó un proceso de codiseño que culminó con un proyecto arquitectónico que prevé tres fases hacia la recuperación integral del inmueble, y un trabajo sobre la identidad visual del mismo, en función de los grupos y las iniciativas que lo habitarán. A este trabajo se siguió un análisis con los grupos para determinar la sostenibilidad económica del proyecto, y se inició el proceso de escritura de un acuerdo de gestión compartida con la Intendencia.

Se identificaron en 2019 más de 40 iniciativas, sólo para Ciudad Vieja, que pueden nutrir este Programa de Gestión de Inmuebles Vacantes en el futuro; a raíz de las características adversas que están golpeando al mundo en 2020, otras diez iniciativas se sumaron al grupo. La presentación de la primera experiencia, y las sólidas bases de una construcción colaborativa entre un conjunto heterogéneo de actores, deja la puerta abierta a la construcción de una alternativa real a las transformaciones urbanas que ya no dependan de grandes capitales e inversiones que revitalicen una zona, sino de pequeños sujetos que se unan y encuentren su fuerza en un proyecto común para construir las economías, las expresiones culturales y los ecosistemas que desean para un mundo más justo y en transformación.

Adriana Goñi es doctora en Urbanismo, profesora adjunta del Instituto de Teoría y Urbanismo de la FADU, Udelar.