El miércoles 16 a la mañana desperté con la noticia de que existe una nueva propuesta para la medición de la pobreza, que demostraría algo que al parecer nadie habría querido reconocer en este país.

El periodista Gabriel Pereyra tuiteó: “Medida por ingreso, la pobreza en Uruguay ronda el 8%. No comprendo cómo partidos y organismos no se ponen de acuerdo para superar esta falsedad. Hace tiempo vengo haciendo notas que demuestran lo evidente: seguís entre la mierda pero con $300 más salís de la estadística”. Luego continuó con su hilo: “Por suerte un centro serio como el CERES se dedicó a medir la pobreza por su realidad y no por el ingreso. Mañana divulgará resultados que deberían avergonzarnos por mantener una estadística que será seria pero es falsa”. Y lo remata señalando que Ignacio Munyo y Carlos Díaz, ambos del CERES (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social), “profundizarán en su valiosa investigación que ayuda a explicar muchas cosas que han sorprendido a más de uno y que dejan en evidencia los resultados reales de las políticas sociales”.

En principio no me pareció mal la afirmación, aunque un poco polémica y no muy considerada con todas las apreciaciones que se han hecho al respecto, tanto desde la academia como desde algunos rincones de la política. Y no me parece mal porque la enorme mayoría del sistema político ha usado las estadísticas de pobreza para hacer política con minúscula y ha hecho como el avestruz a la hora de estudiar el tema en profundidad.

El problema es que a esta realidad tampoco ha escapado el periodismo y cuento con los dedos de las manos las excepciones de quienes se han interesado en estudiar el tema hasta llegar a comprenderlo (me refiero a la medición de la pobreza y no a la pobreza, que tampoco es una discusión sencilla pero son asuntos distintos).

Conozco las discusiones sobre la línea de pobreza,y conozco a la gente que las ha auspiciado y que ha dejado años de su vida estudiando esto, mucho más allá de simples, y no tan simples, métodos. Además, conozco a la gente que ha llevado adelante estos trabajos y siendo de distinto pelo, aunque evidentemente con un mayor peso de la izquierda, es gente seria, científica, honesta y meticulosa. Porque si algo hay que ser para dedicarse a esto es meticuloso, obsesivamente meticuloso.

El resultado al que se llega utilizando la línea de pobreza oficial no es falso; en todo caso puede ser limitado. Porque si fuera falso, entonces, el ejercicio que CERES presentó esta semana también sería falso, incluso más falso que la línea. Dicho ejercicio toma y compara poblaciones delimitadas en relación a la misma línea, con ejercicios metodológicos no publicados pero que a primera vista admiten opiniones. Dicho estudio agrega más dimensiones que la línea de pobreza, pero no más que las que han agregado el resto de los estudios, también muy serios, que se han hecho en este país.

Hace muchos años que existen medidas complementarias a la línea de pobreza (vale recordar los trabajos de Ruben Katzman en los 80) pero hace 7 u 8 años que Uruguay viene ensayando muchas medidas en este sentido, que manifiestan la insuficiencia de la medición por el método del ingreso, tanto a nivel del Estado, como de organismos independientes.

Se han organizado seminarios y publicaciones al respecto que, sin embargo, no han recibido mayores comentarios ni han sido proyectados como reveladores, como sí sucedió en este caso. Y probablemente no lo fueron porque la larga trayectoria nacional de estudios sociales sobre la pobreza y su proceso de acumulación ya han puesto sobre la mesa hace mucho tiempo las cosas que hoy estamos midiendo.

Seguramente la mayoría de la población, y dentro de ellos el periodismo, no los haya leído, como tampoco los leyó la enorme mayoría del sistema político, sin distinción de partido. Pero es falso que no exista en este país una preocupación genuina por la pobreza y por las mediciones de la pobreza, y que de ello no se hayan ocupado en forma genuina algunos de los anteriores gobernantes e incluso algunos, aunque menos, de los actuales gobernantes mientras fueron oposición.

En este sentido, y para el lector más lejano a estos temas, conviene la siguiente apreciación: todas las estadísticas sobre cuestiones sociales, económicas y productivas adolecen de definiciones finales y de capacidades de representación total. Son aproximaciones útiles para la construcción de políticas, para la gestión de negocios, para la investigación científica, entre otras actividades humanas, pero no son ni pueden ser la representación fidedigna de un fenómeno. Ni siquiera de algún aspecto específico de dicho fenómeno.

Por lo tanto, el trabajo de CERES que se conoció esta semana no tiene nada de inesperado o novedoso. Y tampoco corresponde ubicarlo en el campo de la “neutralidad”: CERES es una organización que históricamente se ha dedicado a generar investigación social y económica que abastece de ideas a cierto espacio de la política, fuertemente identificado con visiones liberales. Hasta hace no tanto tiempo el centro era dirigido por Ernesto Talvi, y entre sus fundadores hay nombres como Ramón Diaz y Ricardo Peirano. Y estos comentarios no son un argumento ad hominem: son una referencia para entender que estamos hablando de un espacio que no se caracteriza por su diversidad y amplitud ideológica, que hoy resuelve incursionar en una nueva área de estudio (y eso es una buena noticia), pero que no es es considerada una referencia en la materia.

En este marco valen algunas preguntas: ¿qué significan “resultados reales” de las políticas sociales? ¿Qué cosas ayudarían a explicar estos resultados que precisaran una mayor o más novedosa explicación?

La literalidad del texto no permite mayores posibilidades y por ello no queda otra que hacer un ejercicio interpretativo del asunto, intentando vincular el texto, el contexto y los actores.

Resulta que asistimos a un escenario en el mundo de las comunicaciones políticas donde fruto de una pandemia inesperada se ha sucedido una crisis socioeconómica de importancia con una contracción muy fuerte en el mercado de trabajo y por lo cual se ha dado un proceso de empobrecimiento repentino de la población que ha ocupado un espacio en la política.

Por un lado, quienes hoy estamos en la oposición demandamos al gobierno una intervención más enérgica en políticas sociales para atenuar las consecuencias pero el gobierno dice que no hay suficiente plata debido al déficit fiscal heredado. También habla de niveles de pobreza desconocidos (en su momento también lo dijo sobre la informalidad) y busca, una vez sí y otra también, generar sospechas en la población de que hay cosas turbias en las construcciones o mediciones de los indicadores de los gobiernos anteriores, ignorando incluso los acuerdos internacionales a los que se apegan nuestras estadísticas.

En ese marco aparece un estudio de un centro de investigaciones afín al gobierno, que dice exactamente lo que el gobierno precisa: que la pobreza ya era mucho mayor si la mirábamos de otra manera y que, por tanto, vale volver a aquello tan trabajado por el actual gobierno mientras era oposición sobre las cifras de pobreza, que no son algo en lo cual confiar, y que las políticas sociales de la izquierda fueron un fracaso.

Se dice, entonces, que las cifras de pobreza son serias pero serían falsas y que CERES, que es un centro muy serio, nos ayudará a entender el verdadero resultado de las políticas sociales.

Dado que es un tema de naturaleza política, aprovecho para brindar mi opinión, diría casi que me siento obligado. Comienzo por formular las preguntas que a mi entender están explícita o implícitamente contenidas en esta puesta en escena.

¿El verdadero resultado de las políticas sociales se aprecia en que con más de 100.000 trabajadores extra en el seguro de desempleo y quizá 100 mil empleos menos la gente se empobreció?

Dado que la inmensa mayoría de la población vive de su trabajo, el cual constituye su ingreso principal, esto no parecería ser algo difícil de explicar, aunque es verdad que el gobierno y toda su claque han manifestado asombro, al igual que con las cifras de informalidad. Algunas lecturas pueden ilustrar el asunto.

¿O se referirán a los tugurios inhóspitos que aún quedan en nuestro territorio y no fueron erradicados por los 15 años de gobiernos progresistas? Si así fuera, quiero decir que hoy existen registros detallados de esos lugares, de cuántas son las personas que allí están y de cuál es su condición de vida, absolutamente inaceptable como lo dicen con claridad casi todos los 23 estudios sobre pobreza multidimensional con que cuenta nuestro país, ahora 24 con el de CERES, he ignorado en magnitud, detalle y localización hace 15 años.

La realidad de esos lugares, no en todos, ha mejorado, y en algunos sustantivamente, así lo demostrará cualquier ejercicio de medición que se haga con la propia propuesta de CERES o con cualquier otra metodología, es indiscutible (1)

Ahora con estos trabajos no se cambia la situación, sólo se pone de manifiesto. La situación se cambia con políticas, de vivienda, de empleo, de educación, de asistencia. O sea con inversión social y en general con más y mejores salarios. Pero en los estratos más bajos, donde el acceso a buenos salarios que habiliten capacidad de ahorro es muy difícil, el papel de las políticas públicas es indispensable. Es importante conocer la opinión de CERES sobre este asunto, y espero algo que trascienda el gasto cuento sobre la eficiencia en el gasto, que ha sido el caballito de batalla de toda la campaña multicolor, que hoy muestra a las claras cómo esa eficiencia que nos iba a traer bienestar era un gran engaño, pues no vino ni la una ni lo otro.

Hay muchas complejidades tras los datos que usan en política y muchos mitos construidos e inculcados desde centros de investigación y comunicación “serios” en nuestras cabezas, que hacen que ciertos temas ni se puedan discutir con la debida profundidad y honestidad intelectual. Uno de ellos es el del gasto público. Recuerdo a Talvi siendo director de CERES decir que Uruguay tenía la misma proporción de gasto público que Suecia pero incomparables resultados y que precisamos un ajuste, y nadie le dijo que eso era falso, además de ser poco serio.

Seguramente la respuesta será: “todo bien, pero ¿qué hacemos con el déficit fiscal?”. Es una frase común y también es una pregunta difícil. Lo cierto es que el mundo está decidiendo este año entre más déficit fiscal y más deuda, o más pobreza. Este gobierno también y es claro que eligió priorizar la contención del déficit, mientras nos horrorizamos de la pobreza y la descubrimos como si nunca antes haya sido descubierta.

Organizar un discurso que sostenga que tuvimos una bajada artificial de la pobreza y un excesivo gasto que nos dejó un gran déficit fiscal que nos prohíbe actuar con más énfasis como viene construyendo la orquesta del gobierno no sólo es falso y poco serio sino que no contribuye en nada al objetivo de bajar la pobreza y la vulnerabilidad. Prever un escenario futuro de altos niveles de pobreza y empezar a acomodar el cuerpo para echarle la culpa a otro diciendo que eso ya estaba tampoco colabora. Ojalá nada de eso estuviera en el horizonte.

Dejo un breve punteo de asuntos a considerar para esta discusión

1- La reducción de la pobreza monetaria es obra principal del mercado de trabajo, y por eso la pobreza creció en estos últimos años incluso habiendo un leve crecimiento del PIB como señala CERES, asunto para nada novedoso

2- También intervino en la reducción de la pobreza monetaria el gasto público, y en forma significativa, tanto en el acceso a bienestar como en la medición, elemento también controversial pero razonable

3- Todas las formas de medición de pobreza multidimensionales muestran la misma tendencia, aunque con resultados suavizados, que la pobreza monetaria, y no recuerdo problemas relacionados con lo habitualmente incluido en los índices de pobreza multidimensional que muestren desmejoras, con excepción de los construidos por el propio MIDES para educación, en un ejercicio de medición de pobreza multidimensional en 2015, y ello se debe a asuntos de cambios normativos no vinculados a rendimientos educativos

4-En relación a las formas de financiamiento para enfrentar la pobreza vale recordar que Uruguay cuenta con créditos de libre disponibilidad por más de 2 mil millones de dólares heredados del gobierno anterior y colocó recientemente papeles por otro tanto por estar lejos de ser un país fundido como dice el gobierno, lo cual es falso y poco serio. Con respecto al monto usado en la pandemia no supera la cuarta parte de la disponibildad de créditos por todo concepto. Por lo que he visto, en la controversia con lo publicado por CEPAL le asiste la razón a este organismo, en tanto las cuentas publicadas por el gobierno no condicen con sus declaraciones.

5-La opción de no hacerse cargo a través de transferencias más fuertes a la población por las situaciones que esto está generando o profundizando es una opción claramente política. Si el gasto transitorio en la pandemia ascendiera a la mitad del crédito disponible, la situación social de los más pobres sería aliviada en forma significativa y no habría que lamentar lo que lamentaremos en especial en materia de infancia. Y justificar la inacción con que esto lo heredaron teniendo crédito habla por sí solo.

6-El déficit fiscal es un problema, y es serio, y se requiere una gran discusión nacional que no fuimos capaces de dar en su debida forma para ver en qué país queremos vivir, pero ahora vamos en el sentido contrario.

7-Las políticas sociales miradas en un sentido amplio tuvieron resultados muy buenos en los últimos 15 años y en todas las dimensiones aunque existen grandes deudas aún, como lo son la vivienda y la educación, así lo documentan todas las mediciones de pobreza o bienestar multidimensional desde hace años.

8-Las políticas sociales en un sentido reducido, o sea asistenciales, tuvieron el magro resultado que pueden tener. Más allá de todas las críticas, muchas merecidas, otras no, las políticas asistenciales nunca van a explicar por sí mismas resultados en pobreza monetaria ni menos en otras pobrezas. Son acciones para acompañar a la población excluida hacia las políticas universales, con instrumentos débiles que transfieren prestaciones fundamentales a las familias pobres pero absolutamente insuficientes para sacarlas de tal condición, y sin contrapartes muy fuertes de políticas universales, o sea, sin grandes gastos (inversiones) no producen efectos ni acá ni en ningún lugar del mundo, ni ahora ni nunca.

¿Por qué no se gastó más en los más pobres? Es una pregunta que puede tener muchas respuestas. En lo personal creo que no tuvimos la fuerza suficiente. Otra pregunta posible sería “¿y qué hizo cada uno de nosotros para que así fuera?”.

La magia no existe en política, aunque sí existen los magos.

(1)La pobreza monetaria dentro de los asentamientos irregulares pasó de 70% a 30% en los años del progresismo, de igual modo se observan evoluciones muy significativas en todos los indicadores de NBIs.