Durante la campaña electoral del año pasado, Guido Manini Ríos aseguró por todo el país que, si era elegido y lo acusaban por su omisión de denuncia a José Nino Gavazzo, no se ampararía en ningún tipo de fuero.

De todos modos, cuando el fiscal Rodrigo Morosoli se disponía a presentar esa acusación, el 3 de octubre de 2019, la defensa de Manini presentó dos recursos de inconstitucionalidad. Su único efecto fue alargar el proceso, que se retomó cuando el ex comandante ya era senador electo y había que pedir su desafuero.

La solicitud fue presentada por Morosoli, y esta semana Manini alegó que ya no le parece tan mal ampararse en sus fueros, porque teme que el sistema judicial no actúe con imparcialidad y que, incluso si no es formalizado, el Frente Amplio (FA) impida su reincorporación a la cámara alta. Esto último pese a que los senadores frenteamplistas aseguraron formalmente lo contrario: Manini dice que mienten, y que sólo fue honesto José Mujica, cuando realizó al respecto declaraciones sin pies ni cabeza.

En los interrogatorios, Manini dio una versión de los hechos que contradice a la de todas las demás declaraciones y que incluso presenta contradicciones internas, sin aportar una sola prueba de lo que dijo. Sin adelantarnos al veredicto, parece muy obvio que corresponde, por lo menos, la realización de un proceso.

Es muy grave que el líder de un partido incurra en tales descalificaciones de la Fiscalía, el Poder Judicial y la enorme mayoría de la oposición. Pero aún más grave resulta que el Partido Nacional (PN) y el sanguinettismo se hayan sumado a Cabildo Abierto (CA) para impedir el desafuero. Arguyen que en el expediente de Fiscalía no hay elementos que justifiquen la formación de una causa.

Vale la pena leer el informe que publicamos hoy sobre los interrogatorios que figuran en ese expediente. Manini dio una versión de los hechos que contradice a la de todas las demás declaraciones y que incluso presenta contradicciones internas, sin aportar una sola prueba de lo que dijo. Sin adelantarnos al veredicto, parece muy obvio que corresponde, por lo menos, la realización de un proceso.

El PN está pagando un importante costo por su decisión, y es difícil pensar que esto no tiene que ver con que necesita los votos de CA para contar con mayoría en el Parlamento. Julio María Sanguinetti, como el protagonista de la película El socio del silencio, se involucra en peligrosos encubrimientos para defender sus propios intereses. No es la primera vez.

Las fuerzas aliadas contra el desafuero han tenido mucho que ver con la impunidad, desde la salida de la dictadura hasta el momento actual, pero plantean ahora que la responsabilidad de proteger a los responsables del terrorismo de Estado recae sobre el FA. Se trata de una tesis temeraria, pero no es lo peor ni lo más peligroso de esta historia.

Sería malo para la democracia que resultara posible valerse de denuncias para hostigar a integrantes del Parlamento, y por ese motivo existen los llamados fueros. Sin embargo, lo que ocurre en el caso de Manini es otra cosa: hay una clara apariencia delictiva en lo que hizo (y sobre todo en lo que no hizo) antes de que se formara CA.

La suspensión de los fueros depende de la cámara a la que pertenece el acusado, porque se presupone que sus pares actuarán con un mínimo de buena fe y respeto por las instituciones. Que esto quede en entredicho es lo más peligroso.