Termina una semana complicada para el presidente Luis Lacalle Pou, pese a que la situación sanitaria viene mejorando en términos relativos. La propagación de la covid-19 se ha desacelerado, aunque el país sigue lejos de un regreso a la “zona verde” de Harvard, y nos encaminamos a un tardío inicio de la vacunación. Sin embargo, y en parte por esa relativa mejoría –que de todos modos afectó la imagen de eficiencia del Poder Ejecutivo en la materia– otros problemas se acercan a los primeros planos.

El panorama económico y social acumula casi un año de impactos muy dañinos. Algunos de ellos se vinculan con las medidas adoptadas ante la pandemia. Otros fueron causados por la política de reducción del gasto público en la que Lacalle Pou siguió empeñado, pese a la emergencia sanitaria, con Isaac Alfie como supervisor general, desde la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, y Azucena Arbeleche como principal operadora desde el Ministerio de Economía y Finanzas.

Las últimas encuestas indican que la aprobación a Lacalle Pou sigue siendo alta pero disminuyó en forma significativa (incluyendo la evaluación de su manejo de la pandemia), al tiempo que aumentaron las preocupaciones de la ciudadanía por el ingreso y el empleo. A ello se agregan disconformidades en el sector empresarial, que como suele suceder se aleja, cuando las papas queman, de la indignación por “el costo del Estado”, y le reclama mayores apoyos.

Con estas evidencias a la vista, los integrantes de la coalición oficialista están reajustando sus prioridades y sus discursos públicos. Cabildo Abierto y el Partido Colorado (PC) se presentan como abanderados de políticas menos restrictivas, y retoman su demanda de una “mesa política” oficialista como escenario para presentar sus iniciativas.

Lacalle Pou sabe bien qué sucedió durante el último gobierno de su padre, cuando los colorados tomaron distancia de los herreristas, afirmando que actuaban como un extremismo insensato en el afán de privatizar, desregular y desmantelar el Estado batllista.

Hasta el herrerista Ignacio de Posadas ha sostenido públicamente que “precisamos hacer algo para tratar de salir del pozo”, y que el país debería endeudarse para aumentar el gasto público, como recomienda en la actualidad el propio Fondo Monetario Internacional.

Lacalle Pou sabe bien qué sucedió durante el último gobierno encabezado por el Partido Nacional, de 1990 a 1995, y seguramente ha reflexionado sobre aquella experiencia, entre otras cosas porque el presidente era su padre, Luis Alberto Lacalle Herrera.

Los nacionalistas no contaban en ese período con mayoría parlamentaria propia, y dependieron de los votos del PC para aprobar leyes, pero a mediados del mandato de Lacalle Herrera aquella “Coincidencia Nacional” se quebró. Los colorados, encabezados por Julio María Sanguinetti, tomaron distancia de los herreristas, afirmando que actuaban como un extremismo insensato en el afán de privatizar, desregular y desmantelar el Estado batllista.

Sanguinetti sigue siendo el mismo, y a Guido Manini Ríos se lo ve con voluntad de tomar un camino similar.

Quizá la mejor noticia de esta semana para Lacalle Pou fue que el Frente Amplio, después de haber reclamado durante meses medidas económicas y sociales más potentes para afrontar la crisis, se dedicó en los últimos días a la polémica interna.