El presidente de la República intenta justificar su actitud ante la pandemia de covid-19 con un discurso insostenible. Si la oposición frenteamplista no le regalara espacio con tanta frecuencia, Luis Lacalle Pou estaría realmente en aprietos.

Cuando hay guerra y una ciudad es bombardeada, la población debe refugiarse hasta que pase el peligro. A nadie con un mínimo de sensatez se le ocurre que la decisión de ingresar a un refugio quede a criterio de cada individuo, en el ejercicio de su libertad.

En esa situación no se trata, por supuesto, de que las personas queden encerradas con los recursos que cada una pueda reunir por su cuenta. Si así fuera, algunas la pasarían bastante bien y otras quedarían a salvo de las bombas, pero a merced del hambre.

Cuando hay guerra y es preciso refugiarse, a ningún gobernante se le puede tolerar la idea de que el Estado tiene prioridades más importantes que la de proveer lo necesario para que la gente ‒toda la gente‒ sobreviva segura durante la emergencia.

No vamos a repetir aquí por qué son necesarias, con urgencia, medidas que “reduzcan drásticamente la movilidad y la interacción presencial colectiva”, acompañadas por otras para garantizar que “la reducción de la movilidad resulte viable para la ciudadanía”. Así lo resumió muy bien, el jueves, el Consejo Directivo Central de la Universidad de la República, después de escuchar a destacados especialistas. Sí cabe detenerse sobre parte del discurso manejado por Lacalle Pou para no tomar esas decisiones.

El presidente alega, por ejemplo, que impedir por unos días las salidas para el ocio nocturno dejaría en el desamparo a quienes viven de esas salidas. Es lamentable tener que señalar lo obvio: nadie propone que el mozo de restaurante sea inmolado para proteger la salud pública; va de suyo que el Estado le brinde un apoyo temporal, como lo hace con muchas otras personas que se ven impedidas de trabajar por un tiempo.

Cuando hay guerra y es preciso refugiarse, a ningún gobernante se le puede tolerar la idea de que el Estado tiene prioridades más importantes que la de proveer lo necesario para que la gente ‒toda la gente‒ sobreviva segura durante la emergencia.

Lacalle Pou ya no dice que heredó de los gobiernos frenteamplistas un Estado en grave crisis de desfinanciamiento, y que por lo tanto no es posible afrontar los desembolsos, bastante modestos, que requiere una reducción transitoria pero drástica de las actividades no esenciales.

Es posible que haya dejado de decirlo porque, en el año y pico que lleva como presidente, ha adoptado numerosas decisiones en beneficio de otros sectores, que implican considerables gastos o pérdidas de ingresos para el Estado, y las comparaciones serían odiosas. Sea como fuere, lo que dice ahora es que, como no sabemos cuánto va a durar la crisis sanitaria, sería imprudente comprometer apoyos que en algún momento no se puedan mantener si el Estado se queda sin dinero.

Resulta por lo menos llamativo que Lacalle Pou no haya aplicado ni aplique el mismo criterio en otros casos. Parece que sostener durante algunas semanas a gente con pocos recursos es optativo, pero que “sacarle el lastre” a los “malla oro”, como dijo hace un año cuando le preguntaron si pensaba imponerles a los más poderosos alguna contribución adicional, es una cuestión de principios.