El sistema económico actual, fundado en la competencia de todos contra todos (el capitalismo), produce muchas más muertes y desastres que la covid-19, pero se lo considera biológico, esto es, propio de la especie humana, y no como lo que es: un acontecimiento, un producto de la historia de los seres humanos. Y se lo olvida. Es así que la inmensa mayoría de la población del planeta lo admite como inevitable. A lo sumo, como pasible de ser corregido o modificado.

Pero, repito, es como una pandemia, aunque ya ha durado unos dos siglos. Que produce, además, muertes permanentes por inanición o por no poder financiar la atención de enfermedades curables. También genera enfermedades crónicas evitables, como el consumo superfluo (sobre todo de neuronas atraídas por mensajes reductores), estimula el egoísmo individualista y posterga la solidaridad, cultiva la admiración por la opulencia y, así, legitima y fomenta la desigualdad económica, cultural y política. Además de ser un sistema económico sumamente ineficiente, dado que mantiene deliberadamente un ejército de desocupados, lo que favorece a los capitalistas, que logran así mano de obra más barata. Si hay desocupación, siempre se encontrará un desocupado que acepte un salario más bajo.

El capitalismo se apoya en un concepto simple: la propiedad privada, pero deformándolo y convirtiéndolo así en un fetiche. Quien tiene poca formación en economía asocia “propiedad privada” con la noción de “ser dueño de su vivienda”, o de su auto, etcétera. Y, por lo tanto, legítimamente, considera que quienes postulan un cambio en el actual sistema económico pueden comprometer su situación actual o sus aspiraciones. Lo que es importante aclarar es que los que postulan la necesidad de superar el capitalismo se oponen a la propiedad privada de los medios de producción, esto es fábricas, estancias, medios de transporte y todos los instrumentos financieros (los capitales) que permiten adquirir esos bienes. Es posible superar el sistema capitalista sin suprimir la propiedad de bienes de uso personal o familiar.

El capitalismo es la pandemia que generó la covid-19

Los medios de comunicación actuales, dado que, como empresas de grandes capitales, tienen que competir entre ellos con la información que ofrecen, encontraron que había que atender con prioridad a la covid-19, puesto que ofrece un atractivo incluso mayor que las noticias policiales sensacionalistas habituales. Entonces, advertimos que se están cubriendo las noticias sobre la covid-19 con un cuidado exquisito, llegando a detalles notables y en ocasiones brindando la cantidad de muertos en un país dado sin relacionarla con la población total de ese país, lo que suele conmover más de lo debido a la audiencia. Este defecto puede que no sea intencional (por parte de la empresa), sino simplemente una deformación profesional producida por la urgencia del trabajo periodístico, combinada con el hábito (interiorizado) de procurar ese sensacionalismo que muchos asalariados de los medios consideran que es “lo que el público reclama”.

El capitalismo es como una pandemia, aunque ya ha durado unos dos siglos. Que produce, además, muertes permanentes por inanición o por no poder financiar la atención de enfermedades curables.

Además, y esto sí ya no puede ser considerado un error sino una decisión empresarial, los grandes medios procuraron “encontrar los orígenes de la pandemia” y amplificaron al extremo los antecedentes de la visita al laboratorio chino que brindó la primera advertencia, pero no tuvieron el mismo empeño en difundir lo que circula ya en medios científicos internacionales como la hipótesis más recibida: que la destrucción de grandes espacios boscosos u otras acciones de envergadura que modificaron el equilibrio biológico produjeron extirpación de mamíferos y provocaron, por consiguiente, la expansión de virus que se dirigieron hacia otros receptores, lo que produjo mutaciones, y finalmente esos nuevos virus llegaron a los seres humanos.

Estas hipótesis, además de ser complejas para ser divulgadas, tienen la desventaja de que contribuyen a minar el apoyo resignado que el público sigue manifestando al sistema económico competitivo. Pero no son recientes, sino que hace ya largo tiempo que se ha advertido que el calentamiento global del planeta es resultado de la emisión de gases a la atmósfera producidos por la actividad humana. Ahora se puede pasar del Atlántico al Pacífico por los deshielos de Groenlandia, y ese deshielo que prosigue y, por consiguiente, eleva el nivel de los océanos en todo el planeta provocará la desaparición de islas enteras, la destrucción de viviendas a orillas del mar y otras catástrofes, sin que se pueda calcular con precisión el tiempo en que eso ocurrirá.

Hay que comprender (y difundir) que el capitalismo es la pandemia más peligrosa que se conoce, y que sigue produciendo muchísimas armas, las que después hay que utilizar (ahora en guerras locales) o gastar para destruirlas, para fabricar nuevas y más eficaces. El capitalismo fue considerado un progreso en el siglo XIX, cuando se difundieron los ferrocarriles y la navegación a vapor, sin evaluar los sacrificios humanos que impuso. Hoy, consideramos también un progreso los celulares, y tampoco pensamos en los niños que extraen, en minas, el litio con el que se fabrican.

Ahora, el capitalismo nos conduce a un desastre atómico (por disputa de materias primas) o a un desastre ecológico. Corresponde a los jóvenes evitar que desaparezca la humanidad, impulsando la solidaridad y el abandono de este sistema económico de competencia.

Roque Faraone es escritor y docente.