Hace décadas estaba muy de moda, en la derecha uruguaya y de otros países, hablar de que la izquierda realizaba una “prédica disolvente”. Hoy la expresión es menos habitual pero se sigue utilizando, desde posiciones ideológicas diversas: aún recurre a ella de vez en cuando Julio María Sanguinetti y también se le puede escuchar al presidente argentino Alberto Fernández. El hecho es, en todo caso, que existe un tipo de discurso cuya intención y prioridad es socavar prestigios para debilitar al adversario, sin que importe para nada si se dice la verdad, se la distorsiona o se calumnia de modo infame.

Esto es tan viejo como la política, y desde hace siglos se hace mezclando afirmaciones de dirigentes con rumores al amparo del anonimato, de modo que las acusaciones más graves puedan ponerse en circulación sin que nadie se haga legalmente responsable. Lo que ha cambiado en los últimos tiempos es la potencia de las herramientas para difundir toda la gama, y esto facilita en particular la implantación social de mentiras, que muchas personas creen por el efecto combinado de la reiteración y la compatibilidad con sus convicciones previas.

En la actualidad uruguaya, el movimiento sindical es un blanco predilecto de campañas de desprestigio impulsadas desde la derecha, por varias razones fáciles de comprender. Para empezar, la política económica y social afecta muy especialmente a los trabajadores, como queda en evidencia si se repasan, por ejemplo, las pautas de pérdida salarial para la actividad pública y privada, la insistencia en “flexibilizar” los convenios colectivos para que se pueda pagar menos (alegando que es preciso sacrificar ingresos para conseguir empleo) y la clara hostilidad a muchas formas de participación sindical en la construcción de políticas públicas.

En segundo lugar, los políticos derechistas ven al sindicalismo como un enemigo de mucho cuidado en la “batalla cultural”, entre otras cosas porque tiene bases de legitimidad propias, vinculadas con la defensa de intereses sociales, que lo ponen bastante a cubierto de los vaivenes de la preferencia electoral. Se presenta como algo gravísimo que gran parte de la dirigencia sindical tenga vínculos con la izquierda partidaria, sin que haya cuestionamientos semejantes a los del empresariado con la derecha, aunque ambas afinidades se explican solas.

Por otra parte, el PIT-CNT ha sido y será un actor principal en la iniciativa de referéndum contra 135 artículos de la ley de urgente consideración, una gesta que constituye, en este período de gobierno, el mayor desafío al avance de la derecha, que ya se disponía a ir bastante más allá de esa norma y ahora debe dedicarse a defenderla.

Estos son algunos de los motivos de la insistente campaña contra los sindicalistas, a quienes se acusa día por medio de cualquier atrocidad, incluso de haber organizado movilizaciones para que aumentaran los contagios de covid-19 y eso perjudicara al gobierno. Cabe prever que, durante la campaña previa al referéndum, no va a suceder día por medio sino varias veces por día.