En el referéndum del domingo hubo 1.101.524 votos por el No y 1.070.935 por el Sí. Esto determinó que quedaran vigentes los 135 artículos impugnados de la ley de urgente consideración, aun sin tener en cuenta 28.905 votos en blanco, que de acuerdo con las normas vigentes se sumaron al No. El resultado es legítimo pero la diferencia fue muy pequeña.

Desde las fuerzas sociales y políticas que impulsaron el Sí se señala que “medio país” expresó su rechazo a orientaciones centrales del gobierno nacional, al modo en que fueron convertidas en ley o a las dos cosas. Se afirma que el oficialismo debería reconocer esto y abrirse al diálogo en busca de mayorías más amplias, sobre todo acerca de iniciativas que tendrán efectos profundos y duraderos, como la reforma del sistema de seguridad social.

También han hablado de buscar acuerdos algunos dirigentes oficialistas, pero el presidente Luis Lacalle Pou dijo en la misma noche del domingo que, si bien está abierto al diálogo, “las mayorías gobiernan con lo legítimamente obtenido en las urnas”, él no ha cambiado su convicción sobre cuál es el mejor rumbo, y “en mil y pico de días la gente va a juzgar”.

Los resultados del referéndum fueron muy semejantes a los del balotaje de 2019, y los argumentos de ambas partes acerca de la búsqueda de acuerdos se mantienen. Para no resignarnos a que todo siga como está, parece necesario considerar la cuestión con mayor profundidad.

Hasta ahora, los legisladores oficialistas han buscado entendimientos con los opositores básicamente cuando no tenían más remedio, porque sus discrepancias internas los privaban de mayoría propia para aprobar proyectos. Está por verse si también aceptan ceder posiciones sólo para fortalecer el respaldo a una solución.

A su vez, las fuerzas sociales y políticas opositoras demandan un diálogo para lograr grandes acuerdos nacionales, pero también está por verse con qué orientación estratégica lo encararían. Pueden hacerlo con miras a lo que consideren una “reducción de daños”, comprometiéndose a respaldar propuestas que no conformen del todo a ninguna de las partes; o apostar a que el diálogo muestre con claridad a la ciudadanía que hay dos grandes orientaciones contrapuestas.

Simplificando, se podría decir que el diálogo puede ser abordado como la primera vuelta electoral, cuando múltiples actores plantean sus propias posiciones, o como la segunda, con una polarización entre dos opciones. Qué modalidad predomine dependerá, en gran medida, de la cantidad de participantes.

Desde Presidencia se insiste en que “las puertas de la Torre Ejecutiva han estado abiertas”, y esto equivale a sostener que el diálogo posible y suficiente consiste en hablar con Lacalle Pou. Sin embargo, más de una vez quedó demostrado que no todo lo que el presidente quiere cuenta con mayoría parlamentaria o con apoyo unánime de las fuerzas sociales que lo sostienen. En algunas ocasiones se vio también que había mayorías legislativas contrarias a su voluntad.

Los partidos y las organizaciones sociales tienen que elegir qué caminos prefieren. Qué le conviene al país está claro.