Las relaciones de poder internacionales están cambiando, en un proceso complejo con nuevas tensiones, incertidumbres y riesgos. No es fácil, en el marco de las posibilidades y limitaciones de Uruguay, elegir la estrategia y las tácticas más convenientes para mejorar nuestra inserción en el mundo.
Tenemos una larga tradición de apego a principios generales en la materia, pero no una política de Estado, y las alternancias en el gobierno nacional han traído consigo énfasis distintos. Sería mejor que los grandes desafíos actuales fueran encarados con mayor participación de actores políticos y sociales, pero es claro que en estos tiempos no existen respuestas obvias ni garantías de éxito.
Dicho todo lo anterior, es preciso señalar que el gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou parece, por momentos, navegar a la deriva. Tiene ideas sobre lo que le gustaría lograr pero lo va buscando un poco a tientas, sin dar muestras de que haya una planificación precisa y profesional detrás sus intentos. Más de una vez se ha precipitado con imprudencia, sin tener presente aquello del pájaro en mano y los cien volando.
La ofensiva por una “flexibilización” del Mercosur se hizo a partir de previsiones erróneas y Uruguay quedó aislado, irritando en forma simultánea a los gobiernos de Argentina y de Brasil. El anuncio de un eventual tratado de libre comercio (TLC) con China aumentó esos malestares y les agregó el de Estados Unidos, pero han pasado casi nueve meses sin señales positivas desde Pekín.
El ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo, habló por teléfono hace una semana con su par de China, Wang Yi, y las informaciones oficiales al respecto no dejan mucho lugar a dudas. Aquí se comunicó que Uruguay “manifestó su interés de avanzar en negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre comercio”; allá, que están dispuestos a “profundizar la confianza política mutua”, “promover la mejora de la cooperación” y “fortalecer” la comunicación y coordinación en asuntos internacionales y regionales, pero que la parte interesada en “acelerar” un TLC es Uruguay.
Es sugestivo que esta semana Lacalle Pou se haya referido a presuntos rumores sobre presiones de Argentina y Brasil a China para que no firme un TLC; haya cifrado sus actuales esperanzas en determinar, lo antes posible, si “se llegó o no se llegó a un acuerdo para avanzar”; y haya acotado que, de todos modos, él no es “un enamorado de los TLC”.
Unos días antes, el presidente se había reunido en Londres con el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Como era previsible, Lacalle Pou habló de aumentar el comercio, pero los primeros anuncios destacaron el propósito británico de invertir “en oportunidades de capacitación y entrenamiento para las Fuerzas Armadas uruguayas”, y compromisos de “mejorar la cooperación en defensa y seguridad en asuntos de interés mutuo”.
Esto fue suficiente para generar considerable malestar en Argentina, donde, además, se insiste con alarma sobre la posibilidad de que Uruguay habilite vuelos directos entre Montevideo y las islas Malvinas. Ojalá que sea sólo un rumor.