Debemos suponer que entre quienes apoyan el proyecto sobre tenencia compartida impulsado desde el oficialismo hay personas que lo hacen de buena fe, convencidas de que corregirá situaciones injustas y dañinas. Sin embargo, es evidente que hay también impulsores de la iniciativa por intereses personales peligrosos, encubiertos por un relato falaz.

Ese relato se apoya en la idea mítica de que en Uruguay se ha vuelto habitual que los varones sean perjudicados por malas mujeres, que “les quitan a sus hijos” con denuncias falsas, al amparo de leyes aberrantes y de un sistema judicial copado por agentes de la “ideología de género”.

En la realidad registrada estadísticamente los casos de exparejas que no se ponen de acuerdo sobre la tenencia son menos de 1,5%, las denuncias falsas no son impunes y es falso que el Poder Judicial falle sistemáticamente a favor de las mujeres o que no otorgue tenencias exclusivas a varones. Algunas injusticias hay, como sucede con la aplicación de cualquier ley, y sería más fácil evitarlas si el Poder Judicial tuviera mejores recursos, pero la narrativa exagera intencionalmente, y no es nueva.

Mucho antes de que se construyera el enemigo ficticio de la “ideología de género” comenzaron a actuar en nuestro país, a menudo con gran visibilidad en medios de comunicación, algunas organizaciones que decían más o menos lo mismo, integradas y lideradas por varones violentos que se presentaban como víctimas.

Tampoco es novedad que las parejas son corresponsables de sus hijos e hijas, quienes tienen a su vez derecho a que esas parejas cumplan con sus deberes. Así lo establecen desde hace mucho tiempo las normas vigentes en Uruguay. Entre ellas, el Código de la Niñez y la Adolescencia, que prevé diversas modalidades de tenencia a partir de la evaluación de cada caso. No es pertinente que una nueva ley les indique a los jueces que siempre deben tender al mismo tipo de solución.

Hace décadas que las normas nacionales e internacionales reconocen que, en estas cuestiones, como en las relacionadas con la adopción, y en muchas otras, lo prioritario son los derechos de la infancia y no los de los adultos. La operación ideológica en curso para defender este proyecto de ley es postular que la tenencia compartida siempre es lo mejor para niñas y niños, pero esta manera de plantear el asunto escamotea un dato básico: cuando existe riesgo de violencia, el derecho infantil a la protección, obviamente, prevalece.

El éxito de un relato depende en buena medida de que apele a emociones, reafirme creencias y ofrezca refugio contra temores e incertidumbres. En este caso, subyace la promesa de restaurar, por las buenas o quizá por las malas, un modelo familiar de antaño, cuya crisis no se atribuye al avance de las libertades y los derechos, sino a fuerzas malignas, enemigas de la tradición, la familia y la propiedad.

Mañana se festeja el Día del Padre. Vaya nuestro especial saludo a los que quieren aprender y disfrutar de la paternidad de estos tiempos, sin la ilusión vana y nociva de volver atrás y ser patriarcas.