El 1º de setiembre se cumple la mitad del período de gobierno y el país carece de rumbo. No hay estrategia.

Esto es un tema mayor. La agenda es de corto plazo, y algunos pocos asuntos que implican períodos mayores están dilatados o trancados. Excepto dos o tres temas vinculados con la energía y el ambiente, el horizonte del gobierno es el día de hoy. La preocupación principal parece ser exclusivamente los titulares de prensa y los informativos de las siete de la tarde.

Y sin rumbo, sin estrategia, el país está a la deriva.

Como muestra reciente, basta un botón. En el informe de la mayoría en Diputados de la Rendición de Cuentas 2021, la coalición multicolor quiere hablar de largo plazo y no puede completar más de una oración. Hace un preámbulo hablando de “...mirada estratégica del país”, “...se pensó en el largo plazo”, “...se planificó el día después”, y allí uno espera conocer la mirada integral del gobierno y sus líneas estratégicas para Uruguay. Pero lo que sigue es una frase en la que se menciona al manido y poco probable tratado de libre comercio (TLC) con China a regañadientes del Mercosur, y la eventual llegada de nuevas inversiones. Una sola frase y dos conceptos.

La falta de rumbo del gobierno –habiendo transcurrido ya medio período– es muy difícil de ocultar. En diferentes ámbitos privados existe preocupación. Un gobierno que prometió los mejores cinco años de nuestras vidas, y juró que estaba preparado, no nos dice a dónde nos lleva. Hasta ahora los jerarcas no se perdieron ninguna inauguración de la enorme cantidad de obras heredadas del gobierno previo, pero estas se terminan.

Sin embargo, hacia algún lado siempre se va, aunque no haya estrategia. Y la dirección a la que nos dirige esta forma de gobernar es negativa para la enorme mayoría de la población. Ya conocemos el camino del herrerismo en el gobierno. Una experiencia similar la vivimos en los 90, cuando mientras el país crecía, la desigualdad también lo hacía. La brecha entre ricos y pobres se agrandaba, el malla oro se disparaba mientras el camión de los rezagados era cada vez más numeroso y venía más lejos.

Independientemente de otros factores –por ejemplo, la improvisación y falta de preparación en puestos clave–, quienes gestionan actualmente el gobierno no creen en que haya que tener un rumbo. No creen en la necesidad de una estrategia de país. Desestiman el rol y la importancia de las políticas públicas. Existen testimonios muy claros de ello en lo público y en lo privado. El propio presidente lo dijo, y lo aplican con exageración: “A veces el no tomar medidas es una medida”.

Contrariamente a la perorata mil veces repetida de que recibían un país fundido, la anterior administración le entregó a la actual un Uruguay en el podio de América Latina del desarrollo sostenible. Un país con envidiables guarismos en indicadores sociales en comparación con los vecinos de la región. Esto quedó muy claro en las presentaciones del gobierno en el exterior, en donde presentaban la verdadera cara del país. En lo interno, siguieron con el falso relato del país quebrado.

¿Cómo logró Uruguay llegar a ese podio regional? Con una concepción de desarrollo sostenible, en la que la política económico-social del gobierno consiguió crecimiento económico con distribución del ingreso en los 15 años que duraron las administraciones frenteamplistas. Además, la triple mirada económica-social-ambiental provocó la mejora de indicadores en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Esto está avalado por los informes nacionales voluntarios ante la Organización de las Naciones Unidas presentados en 2017, 2018 y 2019.

La preocupación principal del gobierno parece ser exclusivamente los titulares de prensa y los informativos de las siete de la tarde. Y sin rumbo, sin estrategia, el país está a la deriva.

Considerando las actuales tendencias mundiales de revolución tecnológica, cambio climático, cambios demográficos, amenazas a las democracias, ¿es posible encarar los fundamentales y desafiantes cambios que se requieren en un país sin pensar en términos de largo plazo? Definitiva y rotundamente, no.

¿Es posible hacerlo sin planificación, sin análisis prospectivo? Nuevamente, la respuesta es no.

Los gobiernos del Frente Amplio imprimieron un rumbo estratégico, y la buena noticia es que –ante este vacío lamentable que vivimos– este está más vigente que nunca. Existe una multiplicidad de planes a largo plazo en casi todos los ámbitos, porque los cambios estructurales requieren la mayor planificación y coordinación de acciones entre los actores públicos y privados.

He aquí una lista muy corta a modo de ejemplo: Estrategia Nacional para la Infancia y la Adolescencia, Plan Nacional Ambiental para el Desarrollo Sostenible, Plan Nacional de Aguas, Estrategia Nacional para la Igualdad de Género 2030, Plan Nacional de Turismo Sostenible 2030, Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, Directrices Nacionales de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible, entre muchos otros.

En particular, a partir de 2015 y con una mirada global de desarrollo del país, realizamos dos innovaciones muy relevantes en la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, cuyo mandato constitucional es muy claro: “asistirá al Poder Ejecutivo en la formulación de los Planes y Programas de Desarrollo, así como en la planificación de las políticas de descentralización...”. Una de ellas fue la creación de la Dirección de Planificación. La otra fue la Ley del Sistema de Transformación Productiva y Competitividad.

La Dirección de Planificación, luego de un proceso de tres años, con un equipo muy compacto y contando con el apoyo de cerca de 2.000 expertos y expertas, elaboró la Estrategia de Desarrollo Uruguay 2050. Una mirada integral del futuro de Uruguay con tres ejes estratégicos clave –transformación productiva sostenible, transformación social y transformación de las relaciones de género– y seis complejos productivos fundamentales –producción de alimentos, complejo forestal madera, industrias creativas, energías renovables, tecnologías de la información y comunicación, y turismo–.

La Ley del Sistema de Transformación Productiva y Competitividad creó Transforma Uruguay, una coordinación de pensamiento y acción a favor del desarrollo económico productivo. Contó con un gabinete de ministros del desarrollo, un set de nueve agencias públicas, una mesa amplia de coordinación público-privada con la presencia de empresarios, trabajadores, academia y sector público, y una agenda nutrida con hojas de ruta en temas clave.

Lamentablemente el gobierno actual, coherente con su falta de rumbo, eliminó la Dirección de Planificación de la OPP en la Ley de Presupuesto, y con ello su mirada de futuro sobre el país. También, en la misma Ley de Presupuesto eliminó casi toda la Ley del Sistema de Transformación Productiva y Competitividad.

Sin embargo, una segunda buena noticia es que esa eliminación no es más que una discontinuación. Y que esos mecanismos, con la experiencia recorrida y habiendo aprendido de los errores, pueden ser mejorados y reforzados a la luz de lo que el país necesita para retomar un rumbo en el que nadie quede atrás, lejos de esta deriva a la que nos han condenado en estos cinco años de nuestras vidas.

Álvaro García fue ministro de Economía y director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.