Los sondeos de opinión pública son un aporte muy importante para conocer y comprender la situación política, si se tienen presentes sus limitaciones y se leen con criterio. En este año preelectoral, cuando comienza la última etapa del gobierno nacional y se acentúa la competencia entre bloques, partidos y sectores, hay datos de las encuestas que requieren un análisis especialmente cuidadoso.

Miden cosas distintas las que consultan sobre la gestión gubernamental, las que registran opiniones sobre las personas que gobiernan y las que apuntan a la intención de voto. Deben considerarse juntas sin olvidar otras, como las referidas a la evaluación de los encuestados sobre cómo les ha ido en estos años y cuáles son los principales problemas del país. En ausencia de una mirada integral, los datos pueden llevar a conclusiones muy diferentes, e incluso contradictorias entre sí.

Las opiniones sobre un presidente de la República, por ejemplo, pueden estar más o menos vinculadas con la aprobación al gobierno que encabeza, pero lo habitual es que ambas evaluaciones tiendan a independizarse a medida que se acerca el final de un mandato. En el caso de Luis Lacalle Pou, la independencia se construyó desde el comienzo, con un despliegue comunicacional centrado en su persona y al servicio de su imagen. No ha cedido protagonismo a otros líderes o ministros cuando se podía cosechar aprobación, pero hace tiempo que no se lo ve junto a Luis Alberto Heber.

Esto tiene que ver con que la popularidad presidencial sea superior a la aprobación global del gobierno, que a su vez muestra creciente insatisfacción con los resultados en áreas de alta sensibilidad como la economía y la seguridad, incluso entre quienes votaron a Lacalle Pou.

También tiene que ver con que no se vea un crecimiento fuerte de figuras de relevo entre los integrantes del Poder Ejecutivo, ni en el Partido Nacional ni en el resto del oficialismo. En ese marco, los principales perjudicados son los partidos Colorado y Cabildo Abierto, con intenciones de voto bastante por debajo de los resultados de 2019.

En cualquier caso, la aprobación a un primer mandatario no es un capital transferible. Desde la salida de la dictadura, nunca ganó el candidato preferido por el presidente saliente, ni siquiera en las internas de su partido, y esto les sucedió incluso a personas que mantuvieron niveles de aprobación muy altos, como Tabaré Vázquez en su primer mandato.

La ciudadanía uruguaya no es fácil de contentar y tiende a buscar cambios en cada elección nacional, aunque sea dentro del mismo lema. Con miras a 2024, da la impresión que la “coalición multicolor” dificulta la percepción de alternativas en el oficialismo, y las insatisfacciones de quienes lo votaron se están volcando, por el momento, en parte hacia el Frente Amplio y en parte hacia la indecisión.

No hay todavía encuestas firmes acerca de la preferencia por candidaturas, ya que las más importantes están en veremos. Lamentablemente, sucede lo mismo con las propuestas sobre los problemas que más le preocupan a la gente.