La pandemia nos condenó al hambre de abrazos, al decir de Eduardo Galeano. Con sus dolores y pérdidas, sin embargo, nos mostró lo importante que es sentirnos cerca, mirarnos a los ojos, hacer cosas juntos, reunirnos en lugares para discutir, construir, disfrutar, o simplemente para dejar pasar el tiempo.
En esos espacios de encuentro, tan necesarios como el pan, es donde surgen y se refuerzan las comunidades. De eso bien sabe la diaria, que nació y se consolidó en conversaciones de boliche, en el Mincho Bar primero y en el bar Girasoles después, allá por los años 2004 y 2005. Y que resolvió abrir, hace ya muchos años, un café en la planta baja del local donde funcionaba la redacción del diario, en Soriano y Ciudadela. Allí nos juntamos muchos mediodías y muchos aniversarios, conversamos y bailamos, hasta que Café la diaria dejó de funcionar en 2016.
Hoy les queremos contar con mucha alegría que abrimos el café Bacacay la diaria, en una esquina emblemática de la Ciudad Vieja.
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Mientras tanto, sólo expresarles nuestras ganas de reunirnos nuevamente para celebrar allí nuestro aniversario número 17. Fue con ustedes, con nuestra comunidad, reunidos, que llegamos hasta aquí. Hoy volvemos a tener un espacio físico para irnos a tomar un café, para almorzar o para cenar juntos y juntas. Y quién sabe, quizá de esos encuentros surjan nuevas ideas para seguir renovando el pensamiento y las esperanzas.