Julio de Santa Ana fue un intelectual, precursor de la teología de la liberación y de los estudios del fenómeno religioso en Uruguay. Su forma de vivir y pensar combinaba un compromiso con la transformación social y un profundo análisis de la realidad. Su premisa era que para estar libre de dogmatismo, tanto la filosofía como la teología son un acto segundo; el acto primero es la práctica concreta, y el ser humano en el centro de la historia. En sus clases recordaba y de esta forma vivía: “No hay dogma que valga tanto como la práctica”.

Julio de Santa Ana nació en el barrio Cerro, donde tuvo en su juventud como mentor al pastor pacifista Earl Smith. Esto lo emparienta con la experiencia religiosa y política que tuvieron Hiber Conteris, dramaturgo y teólogo, e Ilda Vence, pastora y defensora de los derechos humanos, los tres oriundos de la iglesia metodista del Cerro, muy vinculada a la lucha social y sindical. Santa Ana, al igual que una amplia generación de teólogos de la liberación católicos y protestantes uruguayos, fue formados por Smith, que combinaba su práctica pacifista con la del evangelio social.

Precursor del estudio de las religiones en Uruguay, Julio se doctoró en Ciencias Religiosas por la Universidad de Estrasburgo, Francia. En nuestro país dirigió, desde 1963 a 1968, el Centro de Estudios Cristianos del Río de la Plata y coordinó una de las primeras publicaciones al respecto, llamada Aspectos religiosos de la sociedad uruguaya. Su obra académica en el campo de las ciencias de la religión fue de gran amplitud y referencia para las siguientes generaciones que abordaron el asunto religioso en Uruguay.

Fue director continental del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), que tenía su sede en Montevideo, entre 1962 y 1973. Pertenecía a una generación de destacados intelectuales cristianos que formaron parte de ISAL y luego de la fundación del Frente Amplio, aportando sustento ético y filosófico al proyecto de la izquierda uruguaya. En una entrevista realizada en 2017 para el documental Fe en la resistencia, Julio explicaba que “ISAL tuvo el papel de aglutinar a personas de las iglesias que a partir de la revolución cubana tenían el interés en el cambio social. Algunas personas de las iglesias vieron esto como un escándalo y muchos de nosotros fuimos delatados frente a la Policía en Uruguay y América Latina”.

Respecto de los protestantes uruguayos en este movimiento, comentaba: “La teología de la liberación estaba en el aire, los evangélicos éramos minoría declarada, como Hiber Conteris, Julio Barreiro, Emilio Castro y Luis Odell, [...] pero la teología de la liberación era plenamente ecuménica y respondía a un movimiento social concreto”. ISAL aportó insumos teóricos para diversos movimientos de liberación con perspectivas cristianas, que junto a los grupos estudiantiles y obreros cristianos aportaron a la experiencia de Cristianos por el Socialismo que en Chile acompañó a Salvador Allende y en Uruguay a la propia experiencia de fundación del Frente Amplio.

En la entrevista que mantuvimos con Julio de Santa Ana participaron dos compañeros de su generación y búsquedas, el pastor valdense Carlos Delmonte y la pastora metodista Araceli Ezzati; allí recordaban el surgimiento de diversos movimientos que como ISAL aportaron al mismo objetivo de transformación social desde la fe y cómo estos marcaron a toda una generación de intelectuales, teólogos y militantes sociales dentro y fuera de las iglesias.

En su memoria y lucidez de análisis, Julio enumeraba los diferentes momentos en que desde su experiencia se dio el encuentro entre el cristianismo y la izquierda. “Primero teníamos el socialismo difuso, muchos éramos socialistas junto a Emilio Frugoni o José Pedro Cardozo; en un segundo momento fue el mojón de la creación de ISAL lo que nos aproximó a otros que luchaban por la transformación social; un tercer momento clave fue con Paulo Freire, que era parte del movimiento de ISAL, que nos aportó la pedagogía de la educación popular; y el cuarto momento fue cuando ISAL entendió que no era suficiente hablar, sino que era necesario participar, y en ese momento llegó el malón de los militares. Muchos de nuestro grupo la pasaron tan mal, algunos desaparecieron y otros pudimos escapar”.

Julio tuvo un papel relevante a nivel social y académico. Fue profesor de la Universidad de la República y escribió en el semanario Marcha. Su vida fue un puente entre el movimiento social, la academia uruguaya y las iglesias. Fue perseguido por la dictadura, considerado peligroso por sus ideas liberacionistas y por su participación en el diálogo con intelectuales marxistas. Esto se evidencia en los informes de inteligencia de la dictadura, que señalaba su participación en el Consejo de Cristianos por la Paz como una amenaza, ya que este espacio buscaba promover el diálogo de Occidente con los cristianos e intelectuales del bloque soviético. Julio viajó en varias ocasiones a los países socialistas y traía diversas perspectivas sobre el rol de los cristianos en ese contexto.

En marzo de 1972, en el marco de la actuación del Escuadrón de la Muerte, diversas figuras de la izquierda y la propia iglesia metodista recibieron ataques. Julio fue víctima de un atentado con bomba en su casa. Luego fue preso y logró la libertad, según recordaba, gracias al empeño de Wilson Ferreira, Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini. Cuando ya no pudo desempeñar más su trabajo intelectual, eclesial y social en Uruguay, se vio forzado a trasladarse con su familia a Ginebra, donde tuvo un trabajo destacado como docente de teología y en el Consejo Mundial en temas de desarrollo.

Finalizadas las dictaduras, volvió a América Latina, fue docente en Brasil y fue secretario ejecutivo del Centro Ecuménico para el Servicio a la Educación y la Evangelización Popular (Cesep, Brasil). En este país tuvo su tercera casa y es reconocido hasta la actualidad por su contribución en la formación de teólogos brasileños de primera línea, como Leonardo Boff y Jung Mo Sung; estos, junto a Claudio Ribeiro y otros colegas, han escrito recientemente el libro Teologia Protestante da Libertação en homenaje a su legado como teólogo de la liberación, libro que está en este momento siendo traducido al español.

Julio de Santa Ana, quizás olvidado o borrado de la memoria social de nuestro país por la fuerza de la violencia política de la dictadura, desarrolló mundialmente su liderazgo en círculos eclesiales y académicos. Sus compañeros de ruta acá y en el más allá seguro lo abrazan cariñosamente. Su aporte queda sembrado en muchos lugares donde la lucha por sociedades más justas y vidas dignas se conviertan en realidades concretas para los excluidos.

Nicolás Iglesias Schneider es integrante del proyecto Fe en la Resistencia.