Los candidatos buscan consignas simples para ganar votos. Es un recurso legítimo, salvo cuando este objetivo y la técnica publicitaria se vuelven más importantes que la sustancia, y aparecen propuestas en sintonía emocional con la mayoría pero carentes de sentido. Un ejemplo es la tendencia oficialista a presentar las elecciones de este año como una opción entre quienes aseguran que no aumentarán los impuestos y quienes no lo garantizan.

Empezó el nacionalista Álvaro Delgado y lo siguió el colorado Robert Silva. Luego el ministro de Defensa Nacional, Javier García, procuró mejorar la fórmula y dijo que hay que elegir entre “más libertad” y “más impuestos”.

Este relato tiene algo en común con el de Javier Milei, en una versión light adecuada al contexto uruguayo, pero la idea no es novedosa, y entre sus antecedentes más notorios está el discurso ideológico de Margaret Thatcher. El común denominador es una caricatura engañosa del Estado como parásito de los “emprendedores” y freno de la prosperidad.

“No hay dinero público; sólo hay dinero de los contribuyentes”, dijo Thatcher en 1983 (y en el mismo discurso declaró improbable, dos años antes del ascenso de Mijaíl Gorbachov, que la Unión Soviética cambiara “mucho o rápidamente”). Según Milei, es una “atrocidad” que el reconocimiento estatal de derechos abarque cada vez más necesidades humanas, porque como estas no tienen límite y los recursos sí, el Estado les roba a unas personas para darles a otras, en nombre del concepto “aberrante” de la justicia social.

El dinero es una herramienta simbólica producida y regulada por el Estado, que se usa entre otras cosas para mediar en el intercambio de bienes y servicios. Esto no cambia cuando un país renuncia a tener moneda propia y la sustituye por el dólar. Sólo varía el lugar donde se imprimen billetes por decisión estatal, en el marco de políticas monetarias que pueden tener diversos objetivos. Entre ellos, el manejo de la inflación, del gasto público, de la creación de empleo o de los términos de intercambio en el comercio internacional.

La producción de bienes y servicios es variable y tiende a aumentar en el mundo desde hace mucho tiempo. Hace muchísimo más tiempo que, a medida que los recursos crecen, muchas sociedades se ponen de acuerdo en incrementar los derechos mínimos de cada persona, o buscan que haya más recursos para que los derechos aumenten. A esto se le suele llamar progreso.

Volvamos a Uruguay. Las situaciones nacionales e internacionales determinan que los desembolsos y los ingresos del Estado puedan incrementarse, mantenerse o disminuir. Los impuestos progresivos que prefiere la actual oposición son mayores, menores o nulos en función de la capacidad económica de cada contribuyente. Pueden subir para unos y bajar para otros.

Además, se supone que los oficialistas, después de gobernar cinco años, no deberían seguir hablando de ineficiencias y despilfarros a corregir, y si aseguran que no aumentarán los impuestos, se diría que piensan mantener las políticas públicas en el insatisfactorio nivel actual. O que hablan en vano.