La primera interpelación en este período de gobierno se destacó por características poco recomendables, que son señales de alerta. Fueron llamativas las elecciones de momento, tema, escenario y protagonista por parte de la oposición, y pareció que ya estuviéramos cerca de los próximos comicios.

Han transcurrido apenas cinco meses y medio desde la asunción del presidente Yamandú Orsi y aún no comenzó el debate sobre el proyecto de presupuesto que determinará sus prioridades y la correspondiente distribución de recursos. No es frecuente que los llamados a sala comiencen a realizarse tan pronto, y, con intención o sin ella, el efecto es empequeñecer y distorsionar de antemano el abordaje de la cuestión presupuestal, sobre todo porque a la interpelación se le agregó la propuesta de una comisión investigadora sobre el mismo tema en la Cámara de Representantes.

Todo esto podría tener sentido si estuviéramos ante una decisión gubernamental muy grave. Lo cierto es que, pese al intento de presentar la compra de la estancia María Dolores por el Instituto Nacional de Colonización como un hecho ilegal y disparatado, las explicaciones que ya se habían dado en comisión muestran que estuvo dentro de los cometidos básicos del organismo, y los cuestionamientos legales tienen escaso sustento.

Llama la atención que se haya optado, para el primer llamado a sala, por el Senado, donde el oficialismo tiene mayoría y el único desenlace lógico era que se aprobara una moción de respaldo al ministro Alfredo Fratti. Parecen haber incidido en la elección por lo menos dos factores. Por un lado, la voluntad de no dar por perdida la cámara alta, donde se escucha la voz de la mayoría de los líderes opositores, y “llevar la guerra al territorio enemigo”. Por otro lado, el deseo de protagonismo en esta cuestión de Sebastián da Silva, quien fue el interpelante, y de Pedro Bordaberry. Ambos, por distintos motivos, complicaron el desarrollo de la sesión y comprometieron su rédito para el bloque opositor.

Los sectores de Bordaberry y Da Silva disputan el protagonismo dentro de sus partidos. En el caso del primero, esto se vincula con el planteamiento simultáneo de la investigadora en Diputados, que tomó por sorpresa al secretario general colorado, Andrés Ojeda, y le restó trascendencia al llamado a sala. El estilo habitual del segundo embarró la discusión, como no podían ignorar que pasaría quienes apoyaron su iniciativa, y llevó a un desenlace bochornoso, que dejó el tema de la estancia en segundo plano.

El tardío pedido de disculpas de Da Silva al frenteamplista Nicolás Viera no borra el cúmulo de agresiones y groserías desde la intervención inicial hasta el último insulto homofóbico, que intentó primero justificar, con el respaldo unánime de las bancadas de los partidos Nacional y Colorado, como respuesta “pasional” a una “provocación”.

Se avanzó en una estrategia de descalificación falaz y violenta, alentada por quienes piensan que el gobierno anterior fue “tibio”; quieren volver en 2030 para llevarse todo por delante y ya muestran cómo se proponen hacerlo.