Cultura
Muerte de un artista mexicano
Cuando el viernes comenzaron a emerger en las redes sociales noticias de la muerte de Roberto Gómez Bolaños -Chespirito-, muchos pensamos que era otra falsa alarma. Aquejado de un enfisema producto de sus 40 años de fumador y casi sin poder moverse, ya se lo había dado por muerto varias veces en los últimos tiempos. Pero esta vez fue “de a de veras”, y Chespirito realmente se había muerto, haciéndonos conscientes de un espacio que en realidad ya llevaba varias décadas vacío. Hijo de Francisco Gómez Linares, un pintor y dibujante bastante conocido que murió cuando el comediante era muy joven, Gómez Bolaños fue un clásico representante de la clase media súbitamente empobrecida en lo económico pero no en lo cultural, lo que posiblemente afinó su notable percepción de las diferencias sociales. Consecuentemente, comenzó su vida laboral en el ámbito de la publicidad, un ámbito creativo pero con ciertas seguridades, en el que se destacó como redactor publicitario y se conectó con el ámbito de la radio y la televisión, convirtiéndose en guionista y ganándose el apodo de Chespirito, diminutivo de una pronunciación algo tosca de Shakespeare.