Deporte
Muñeco de torta
El murmullo agarró una rosca infernal. Después estalló una gritería ronca, visceral, de esas que el alma pronuncia. La catedral tembló. La leyenda quedó flotando en un suspenso casi magistral cuando Marcelo Muñeco Gallardo se bamboleó casi cansino, como esos muñequitos de torta de cumpleaños, y acomodó en cámara lenta la guinda en la línea misma de la medialuna del área. Todas las miradas brillosas quedaron pegadas, igual que un golpe de corriente, a la figura del argentino. Me pareció ver en la suela de sus zapatos restos de crema chantilly. La pelota cortó el aire con un zumbido mágico.