El presidente de la Cámara de Diputados, José Carlos Mahía (Frente Liber Seregni, FLS), considera que el Frente Amplio (FA) debería “desdramatizar” la idea de gobernar sin mayorías parlamentarias, porque este año quedó demostrado que es posible hacerlo y además es una situación que mejora el “relacionamiento democrático”. El representante por Canelones considera que al momento de evaluar la política económica se genera un clima de “beligerancia” en la interna del oficialismo y criticó a los sectores del FA que aprovechan la discusión de los cincuentones para intentar “eliminar las AFAP”.
¿Vale la pena políticamente ser presidente de la Cámara de Diputados?
Sí, vale la pena. Para mí fue una meta cumplida. Siempre es una responsabilidad y un honor, pero además es un lugar de mayor visibilidad para dar a conocer muchas cosas que pensás a nivel nacional. Acá prioricé cuatro ejes: la resignificación de espacios culturales, el vínculo con la academia, una mayor presencia en el interior y el contacto con la diáspora.
¿Hay un mayor contacto interpartidario desde la Presidencia?
Te obliga a tener un diálogo más fluido con la oposición, la frontera es más cercana. El ejercicio de trabajar como articulador es algo muy bueno.
Hace algunas semanas, a propósito de la ley de cuotas, la senadora Lucía Topolansky criticó a Asamblea Uruguay porque no aprovechó esta Presidencia para designar a una diputada en la presidencia de la Cámara. ¿Leíste esas declaraciones?
La leí sí, y me pareció bastante injusta. Esta es mi quinta legislatura, supongo que los compañeros de la organización a la que pertenezco valoraron esa trayectoria al momento de designarme. Pero en todo caso es una decisión que tomó el Frente Liber Seregni internamente; yo no ingreso en las decisiones que toma el MPP en su interna, y considero que el MPP no debería ingresar en las nuestras.
Te tocó lidiar con la pérdida de la mayoría parlamentaria en Diputados, algo que en el FA siempre se analiza negativamente. ¿No tiene nada de positivo esa obligación de negociar todos los temas?
Yo creo que fue un aprendizaje positivo. Aprendizaje para el FA, porque te obliga a practicar la política de alianzas y también a abrirte a otras ideas. Y a la oposición también la obliga. En los últimos años, el FA tendió a abroquelar a la oposición y la oposición siempre tendió a pararse automáticamente del otro lado de la vereda. Este año quedó demostrado que es posible un ejercicio distinto entre oposición y gobierno, y eso es importante.
¿Importante para qué?
Para el relacionamiento democrático, para refrescarse con ideas distintas y respetarlas. Articular con gente que piensa distinto también sirve para darse cuenta de que con el programa que te llevó al gobierno no tenés todo resuelto. Es un buen ejercicio.
Sin embargo, no contar con mayoría parlamentaria ha sido planteado muchas veces desde el FA como un drama.
Bueno, esta experiencia indica que deberíamos desdramatizar un eventual escenario de no contar con mayoría parlamentaria en el próximo período. Hay que recordar que muchos dirigentes de la oposición decían que el FA no podría gobernar sin mayorías, ahora quedó demostrado que no es así, incluso en una norma de mucho peso como la Rendición de Cuentas. Tiendo a pensar que el FA va a ganar en 2019 y que podría manejarse bien ante un escenario adverso en el Parlamento.
¿Cuáles van a ser los grandes debates legislativos en esta segunda etapa del gobierno?
Visualizo tres. El presupuesto 2018, que va a abarcar dos años y seguramente implique una discusión dura y decisiva. La creación de la Universidad de la Educación, que entra ahora y vamos a discutir el año que viene, me parece que debería ser un tema en el primer lugar de la agenda. Y tercero, los proyectos vinculados a la seguridad pública.
¿Te parece que al MEF [Ministerio de Economía y Finanzas] le faltó hacer más política con el tema de los cincuentones?
No descarto eso. Pero creo que el peso político del MEF en estos 12 años de conducción económica es innegable. Lo que sí veo es que muchas veces nos subimos todos al carro de los buenos resultados en materia económica, pero manteniendo unos niveles de beligerancia interna que son muy complicados.
¿Queda muy mal la relación con el ministro [de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto] Murro?
Han existido diferencias, eso también es innegable. Pero relacionado a este proyecto de ley hay una discusión de fondo que tiene que ver con el sistema (previsional) en su conjunto. Podemos discutirlo como fuerza política para el próximo programa, pero no podemos utilizar este proyecto en particular para saldar una discusión de fondo. Hay sectores del FA que quieren eliminar las AFAP; en ese caso parecería que no les importa que eso no esté en el programa. Creo que el FA tiene pendiente una discusión ideológica más profunda sobre este tema, como también sobre otros: inserción internacional, educación, economía.
¿Qué papel deberían jugar José Mujica, Tabaré Vázquez y Danilo Astori de acá a 2019?
El FA tiene que promover un proceso combinado. Por un lado, una renovación generacional y de ideas, ambas imprescindibles. Y al mismo tiempo aprovechar a su favor el capital político que significan Vázquez, Mujica y Astori. Dilapidar ese capital sería un error estratégico, político y electoral. Por otro lado, algo que quedó claro en estas reuniones es que hay barra para seguir cambiando. Tenemos que combinar esas dos cosas.
¿Te sorprendieron las declaraciones de Astori sobre su eventual candidatura?
La verdad que no. Es más, creo que él tiene ganas y Pepe [Mujica] también tiene ganas. Capaz que uno lo disimula más que otro, pero los dos tienen ganas. Lo que pasa es que son dos personas veteranas, pero que políticamente están muy vigentes. Y tienen derecho a querer.
No parece un escenario fácil para Astori; da la sensación de que la orgánica del FLS no está en su mejor momento.
Es así. No está en el mejor momento. Y nos debemos una autocrítica fuerte, porque el FLS tiene una responsabilidad muy grande con los frenteamplistas, porque se trata de desarrollar y potenciar un espacio que el FA precisa. Tenemos una gran sintonía política a nivel parlamentario y en el Ejecutivo, pero no tenemos un desarrollo institucional acorde con la responsabilidad que la ciudadanía nos dio y con el rol que deberíamos jugar para contribuir a un cuarto gobierno del FA.
¿Por dónde rumbearías esa autocrítica?
Nos faltó ser consecuentes y estar a la altura del desafío que tenemos. Hoy la mayoría de los frenteamplistas están desnorteados, sin espacios políticos a los que mirar. En ese marco, el FLS tiene una encrucijada: o nos consolidamos como espacio político o dilapidamos un esfuerzo de muchos años.
Los intentos por reconstruir el FLS no son nuevos. ¿Se perdió entusiasmo?
Cuesta un poco más, pero, así como cuesta, es necesario. Soy un fuerte y firme defensor del FLS, porque el FA lo necesita y porque hoy el seregnismo no tiene otro espacio político que pueda expresar con potencia las ideas de Liber Seregni.
El PDC [Partido Demócrata Cristiano] parece decidido a marcar su perfil con mayor fuerza.
Es cierto y me parece bien, pero al mismo tiempo he hablado con muchos dirigentes del PDC y todos reivindican al FLS como espacio político. Que, dicho sea de paso, viene saliendo bien parado de las últimas elecciones: apoyamos, en alianza con el Partido Socialista (PS) y otros sectores, a Javier Miranda y a Mónica Xavier, que no aparecían como favoritos. En las últimas departamentales, sumando todos los votos, el FLS es la segunda fuerza del FA a nivel nacional.
¿A Mario Bergara lo ubicás como alguien cercano al FLS?
Ideológicamente sí, claramente.
¿Cuánto depende el FLS de la figura de Astori?
Es un dato de la realidad: el mayor capital del FLS es Astori. Como le pasa al MPP con Mujica. En los últimos 15 años en el FA se dio un fenómeno que en 1971 nadie imaginaba: el peso de los caudillos en la izquierda. Creo que la explosión de pasar de 400.000 votos al millón y pico pesó en ese fenómeno. Y habilitó, además, fenómenos caudillistas en algunos departamentos; el caso más claro es el de Maldonado, con Darío Pérez y [Óscar] el Flaco de los Santos. También en Salto, con [Andrés] Lima.
¿Cómo quedó la relación del astorismo con Lima?
Ahí tuvimos y tenemos un problema muy grande. Hay que preguntarse cómo en dos años y medio pasamos de 16 a ocho ediles. Algo ahí está pasando.
Si Astori y [Daniel] Martínez terminan compitiendo, esa alianza con los socialistas que mencionabas difícilmente se repita.
No lo sé. Los acuerdos electorales no siempre expresan acuerdos políticos. Hubo alianzas en el interior que se hicieron para consolidar espacios de poder de sectores. En Rocha y Soriano, el MPP y el PS votaron juntos en la departamental. Y en realidad para las presidenciales hasta ahora nadie termina de mostrar todas las cartas. Todo el mundo parte de la base de que Martínez va a ser candidato, pero él hasta ahora viene esquivando el bulto.
¿Debería definir rápido?
Yo creo que el año que viene debería definir. En un escenario como el que se nos viene para 2019, tenemos que programar hasta las diferencias. Tenemos que tener lucha interna, que genere atracción para los votantes, pero no puede ser desgastante. Si nos excedemos, hipotecamos todo lo que venimos construyendo. En ese margen vamos a tener que movernos.