El sábado 25 de mayo, Daniel Genovesi fue instalado como obispo de la Iglesia Anglicana del Uruguay (IAU). Fue sacerdote del clero secular de la iglesia católica, pero se enamoró y dejó el ministerio. Años después, casado y con hijas, volvió al sacerdocio, esta vez como anglicano. Genovesi es argentino y se hizo hincha de Boca cuando era niño, el día que vio en la tele al legendario Hugo Orlando Gatti atajar un penal. la diaria dialogó con él en su oficina de la catedral de la IAU, más conocida como Templo Inglés.
¿Por qué dejaste de ser sacerdote católico romano?
A los 16 años entré en el seminario y estuve nueve años, en la formación de filosofía y teología. Luego de la ordenación, ejercí cuatro años el ministerio. Y francamente, la vivencia en el mundo católico fue muy buena. No tuve inconvenientes. Estuve en la diócesis de Venado Tuerto [Santa Fe], y sí, lo que sucedió fue que me enamoré, y tras experimentar eso, y sopesar una serie de cosas, tomé la decisión de no continuar ejerciendo el ministerio. Empecé a desplegar una vida de familia. En su momento nos fuimos a vivir a Buenos Aires, después continué mis estudios en la universidad, hice Psicología. Estudiando y desplegando la vida familiar vinieron las hijas. Y volví a sentir una inquietud vocacional, pero mirando desde el paradigma de la iglesia católica romana no veía cómo conciliar el trabajo sacerdotal con la familia. Conocí la iglesia anglicana y empecé a explorar de qué se trataba. Descubrí un espacio muy amplio, muy nuevo, que me permitía conciliar las dos cosas. Con mi esposa cumplimos 25 años de casados y nuestras dos hijas están cursando la universidad. Actualmente, mi esposa está en Ruanda, en África, en un encuentro misionero. Los dos nos hicimos anglicanos.
Esto tiene que ver con algo que se está debatiendo en la iglesia católica: el celibato en los sacerdotes. ¿Qué pensás al respecto?
Dentro de la iglesia católica he expresado mis puntos de alegría y también he dialogado y presentado los límites que todo paradigma tiene. Ahora que estoy fuera del accionar de la iglesia católica, dejo que ellos convivan con sus propios límites y luchas internas. Cuando asumió el papa Francisco en 2013, le escribí una carta preguntándole qué iba a hacer justamente con los sacerdotes que habían dejado de ejercer el ministerio. El papa tuvo la amabilidad de responderme de puño y letra, y me escribió algunas cosas muy interesantes. En base a esto se terminó publicando mi libro Querido hermano. Una historia de misericordia con Francisco, que es la historia de lo que sucedió con esa carta. Tiene presentaciones de otros, y hay una perspectiva para el debate sobre el tema celibato. Una vez me hicieron una entrevista para un portal digital católico y me preguntaron si había que pensar en el fin del celibato. Yo dije que más que pensar acerca del fin del celibato, yo hablaría acerca del inicio, pero no del inicio en la historia, sino del inicio en la vida personal de quien va a ser ordenado sacerdote. Porque cuando estaba recibiendo la respuesta sobre mi trámite de dispensación, me dijeron que iban a empezar a tratar mi caso diez años después. Diez años después, yo iba a cumplir 40 años. La carta que me mandaron decía que no tomaban como firme y definitiva ninguna decisión previa a los 40 años. Entonces yo me pregunté por qué hacían eso, cuando yo había optado por el celibato cuando tenía 24 o 25 años. Ahora pienso que es licito que alguien quiera ser célibe pero no a los 24, sino que hay que dar un poco más de tiempo, porque es una decisión que compromete toda la vida. Pero es una sugerencia personal.
Hay gente fuera y dentro de la iglesia católica que considera los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra niños y adolescentes una consecuencia del celibato.
Difícilmente haya un correlato entre el celibato y el abuso, porque puede darse el caso de parejas y matrimonios en los que también encontramos abuso a niños. No habría que estigmatizar y señalar que hay un correlato entre celibato y abuso. La pregunta que se presenta es sobre el ejercicio de la sexualidad, la energía sexual, si las formas de vivir célibe siguen siendo apropiadas o no en los tiempos que corren. En la iglesia anglicana se pude vivir la vocación sacerdotal y al mismo tiempo vivir una vida de pareja, y una cosa no está reñida con la otra.
El anglicanismo también acepta mujeres sacerdotes y la diversidad sexual en su clero.
La doctrina del anglicanismo tiene como base a la Biblia. Luego toma la tradición de la historia para cierta organización de su praxis, tomando siempre el elemento de la razón para poder analizar los momentos, los tiempos, las culturas, y si es necesario realizar algún cambio en sus prácticas o lo que tiene como tradición. Hay un principio que introdujo Richard Hooker en la época de la reforma, que aportó a las políticas eclesiásticas dentro de la iglesia de Inglaterra –que luego se convertiría en el anglicanismo, en la comunión anglicana–, que es el principio de indiferencia: si algo no va contra la Biblia y las buenas costumbres, entonces se puede considerar hacerlo. Desde esa flexibilidad podemos ir considerando nuevas posibilidades de implementar modelos. Por eso el sacerdocio en la mujer, no sólo como presbíteros: también tenemos obispos mujeres en la comunión anglicana.
¿Te tuviste que ordenar otra vez como sacerdote para poder ejercer en la iglesia anglicana?
No, porque eso es una característica del anglicanismo, que se considera como verdadera iglesia, pero no se considera “la iglesia”. Se considera parte de una iglesia más amplia. La iglesia es el cuerpo de Cristo, teológicamente hablando, y la iglesia anglicana no pretende ser la única parte verdadera del cuerpo de Cristo. El anglicanismo reclama para sí que es verdadera iglesia, pero reconoce que las otras también lo son. Si hay un sacerdote ordenado en la iglesia católica o en la ortodoxa y se inserta en el anglicanismo, su ordenación en esas iglesias es considerada válida. Después, dentro de la comunión anglicana tiene que conseguir las licencias para ejercer el ministerio, pero no ordenarse de nuevo.
¿Por qué razones un sacerdote, argentino, es ordenado obispo especialmente para venir a conducir la IAU?
Hasta el momento los obispos de la IAU han sido del exterior. Hubo un inglés, un cubano y un canadiense. Lo raro sería que hubiera aparecido uno de Uruguay, pero no es esa la razón. Un episcopado, así como la tarea de la iglesia, va más allá de una nación. La iglesia católica es universal y puede tener miembros de diferentes lugares. En los últimos años, la IAU ha atravesado diversas dificultades que han hecho un poco más débiles algunos aspectos de su labor. A la hora de tener que elegir un nuevo obispo, podrían haber considerado en un sínodo electoral en este país y haber encontrado un candidato local o extranjero. Pero en este momento, en esta coyuntura histórica, la IAU consideró apropiado pedirle a la Cámara de Obispos de la Provincia de Sudamérica, en la cual está inserta la IAU como diócesis, que nombrara un obispo diocesano por un tiempo para acompañarlos. Y la Cámara de Obispos me propuso venir a desempeñarme para eso. Yo estaba trabajando como párroco en la parroquia San Marcos, en Hurlingham, en la provincia de Buenos Aires. Estuve 14 años en eso. Y en los últimos diez había trabajado como secretario en el Consejo Ejecutivo Provincial.
La IAU viene trabajando en diversas obras sociales enfocadas en la atención de los sectores más vulnerables, con convenios con el Ministerio de Desarrollo Social y el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay. ¿Cuál es tu plan como nuevo conductor de la IAU?
Estamos continuando con lo que se venía haciendo, pero con transformaciones. Concretamente, la Promoción Humana la hemos transformado en Pastoral Social, y no significa solamente un cambio de nombre. Hay 11 centros con proyectos sociales, y desde la iglesia reforzaremos la tarea que se venía haciendo, potenciando el desempeño del equipo profesional y técnico que está trabajando en cada lugar y tratando de apoyar para que se lleve a cabo mejor la misión.
Desde hace unos años hace un vía crucis ecuménico el Viernes Santo junto al cardenal Daniel Sturla, de la iglesia católica. ¿Cómo es la relación en Uruguay con la iglesia católica?
Históricamente comenzó así. De hecho, inicié mis funciones el 1º de abril y a las pocas semanas tuve ese vía crucis ecuménico, que comenzó en la catedral anglicana y terminó en la catedral católica. Estuvo también concelebrando el pastor Gerónimo Granados, de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Las comunidades están muy cerca, son muy fraternas, hay mucha relación y podemos expresar que hace pocos días hubo un retiro conjunto que dieron el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el papa Francisco, y para la fiesta de Pentecostés hay un mensaje en común. Hace un par de años, el papa Francisco asistió a una celebración en la iglesia San Pablo, en Roma, el único templo anglicano que hay en esa ciudad. Y después de la celebración dijo que cuando un católico romano no pueda asistir a un templo católico para una celebración de la eucaristía, él veía como muy positivo que el católico fuera a un templo anglicano a participar en la misma celebración. Eso muestra que hay una cercanía muy grande.
La situación política regional ha cambiado en los últimos años y en algunos países hay una reacción contra sectores sociales vulnerables, minorías, que fueron consiguiendo derechos, espacios, visibilidad. Esa reacción a veces es promovida también desde grupos religiosos conservadores, neopentecostales...
Para empezar, el anglicanismo no se identifica con ninguna tipificación de izquierda, derecha o centro. El anglicanismo pretende mirar siempre la realidad e intervenir en ella sin identificarse con ningún sistema político. El reino de Dios no coincide con ninguna realización política y a veces se puede estar trabajando juntos, pero no implica que se tiene que ser de derecha, de izquierda o de centro. A veces sucede al revés, uno adopta una posición política y después le da un tinte religioso o espiritual. Todos tendemos a pensar, cuando hay una guerra, que Dios está de nuestro lado y en contra de los otros. Hay una expresión del sacerdote Anthony de Mello que habla de la verdadera religión y la falsa religión, o de la buena religión y la mala religión. La buena religión ayuda al desarrollo de las personas, mientras que la mala lo limita, cercena y enclaustra. Si mi posición no puede acompañar el desarrollo de la diversidad de identidades, si solamente estoy con unos y con otros no, he adulterado mi espiritualidad, por más santa que me parezca.
¿Qué piensa sobre la legalización del aborto?
Vengo de un país en el que se está dando esa discusión con una confrontación muy grande. No hay ninguna tradición espiritual que esté a favor del aborto. Ahora, esta afirmación no implica que no podamos y tengamos que considerar tener una ley sobre el aborto. Porque en la pragmática, lo que encontramos es que es un hecho que acontece. Entonces, hay que preguntarse cómo legislar para amparar esas situaciones. Está el principio espiritual y está la organización social, en la que necesitamos leyes que amparen la práctica cotidiana. ¿Un anglicano tendría que estar a favor o en contra de la ley? Puede tomar su propia decisión. Porque no va a haber un dirigente anglicano que vaya a querer pensar por todos, sino que va a animar, a buscar los fundamentos desde su espiritualidad y ver lo que está pasando en la sociedad. A partir de ahí, y con conciencia, no exacerbado por grupos o por apasionamientos propios, va a tomar una decisión libre que entienda que es para el bien de todos.