Esta nota forma parte de un ciclo de artículos que está publicando la diaria sobre dinámicas de población y su vínculo con el desarrollo, en una iniciativa conjunta con el Fondo de Población de Naciones Unidas.

Gabriela, que es maestra de preescolares en una escuela de Curva de Maroñas, está preocupada. Se ha visto sorprendida porque el número de alumnos de cuatro años que se matriculan ha disminuido en forma significativa en los últimos dos años. Mariela es una madre de 26 años cuyos hijos fueron alumnos de Gabriela. Hoy el mayor ya está en tercero de escuela y la menor en segundo. Gabriela siempre bromeaba con la hermana de Mariela, Sofía, de 19 años. Le decía: “Me encantaría ser la maestra de los tuyos también”. Pero Sofía le decía: “No, por ahora no, me acabo de poner el implante el año pasado y por unos cinco años ni pienso, la facultad y el trabajo ya me llevan todo el tiempo que tengo”.

Esta historia imaginada se apoya en elementos reales. Mariela fue madre con 18 años, Sofía recién planea esa posibilidad a los 24 años. Por eso, Gabriela no se debe preocupar. Hay menos matrícula en su grupo de cuatro años porque ha habido menos nacimientos. En buena medida ha habido menos nacimientos porque Sofía pertenece a una generación muy diferente a la de Mariela, a pesar de su poca diferencia de edad. Es la generación que accedió a los implantes anticonceptivos subdérmicos y es también una generación que se mantiene más tiempo en el sistema educativo e invierte más en su proyecto educativo. Tal vez Mariela no pensaba ni quería tener hijos tan joven, pero un olvido de la pastilla o una vez que ella y su pareja no usaron preservativo determinó el embarazo.

Los nacimientos en Uruguay han caído en los últimos cinco años en forma aguda y aproximadamente la mitad de dicha caída se explica por la caída de la maternidad adolescente y muy joven. Ello es una buena noticia. Pero las políticas públicas deben tomar nota de dicha caída, que supera en mucho lo que el Instituto Nacional de Estadística (INE) y otras proyecciones de población y nacimientos estimaban para el país. Debe tomar nota por al menos dos razones. La primera es que se deben reestimar los tamaños poblacionales de diferentes cohortes a futuro, ya que ello posee un impacto directo sobre la potencial demanda de CAIF, escuelas, liceos, asignaciones familiares, vacunas, viviendas, pediatras, medicamentos pediátricos, salas cuna, etc. Pero también porque ello impactará sobre los tamaños futuros de las cohortes que se harán adultas y asumirán los roles adultos que reproducen una sociedad: empleo, trabajo no remunerado en los hogares, procreación, etc. La División de Investigación, Evaluación y Estadística (DIEE) de la ANEP, junto con el Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y el apoyo de técnicos del Fondo de Población de las Naciones Unidas, ha sido pionera en este sentido y se ha abocado a afrontar el primer desafío: lograr una estimación lo más robusta posible de la población en edad escolar entre 2022 y 2030.

Foto del artículo 'Menos puede ser más: cantidad, inversión y capacidades humanas en Uruguay'

Nacimientos en Uruguay y un nuevo método para estimar el futuro poblacional

Proyectar la población escolar que el sistema educativo deberá atender en los años próximos es una tarea inherente a la planificación educativa. Hasta ahora, lo común era utilizar las proyecciones de población por edad que realiza el INE y seleccionar las edades teóricas de asistencia a la educación obligatoria. Sin embargo, este método requiere de muchos supuestos que con el tiempo comienzan a estar desactualizados. Tomemos, por ejemplo, la última proyección realizada en Uruguay por el INE (en 2013); en ella se estimaba que los nacimientos para 2020 serían 45.057. No obstante, los registros del Ministerio de Salud Pública muestran que los nacimientos fueron apenas 35.874, casi 10.000 menos que los estimados por la proyección. En el primer gráfico puede verse la magnitud de la diferencia entre las proyecciones del INE y los valores reales entre 2016 y 2021. La magnitud de esta diferencia hace necesario desarrollar un método alternativo para contar con estimaciones confiables para los años futuros.

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El nuevo método (segundo gráfico) se basa en la buena calidad de los registros de nacimientos y defunciones con los que cuenta el país y en futuros desarrollos; también incluirá información sobre las migraciones, que en este primer trabajo no fueron incorporadas. El método consiste en tomar los nacimientos de un año e ir descontando las defunciones ocurridas a las distintas edades, a medida que transcurre el tiempo. Solo para los años de 2022 a 2030 se estiman los nacimientos futuros, gracias a proyecciones de población probabilísticas que toman como insumo la evolución de la fecundidad uruguaya y la experiencia real del resto de las poblaciones del mundo, particularmente las que han llegado a niveles de fecundidad baja y muy baja, como es el caso de Uruguay (actualmente, la Tasa Global de Fecundidad se ubica en 1,37 hijos por mujer). Para ello, se toma un modelo desarrollado por Naciones Unidas, y se asume que la evolución de Uruguay será similar al percentil 75 de todas las proyecciones posibles que pueden construirse con este método. Así, si bien sería esperable un efecto “rebote”, ya que muchas mujeres adolescentes y jóvenes puede suponerse que no han suprimido su decisión reproductiva, sino que la han postergado, resulta muy escasamente probable que los nacimientos superen los 40.000 hacia 2030. De hecho, el escenario elegido como el más probable por los colegas que realizaron este estudio estima la recuperación de los nacimientos llegando a poco menos de 39.000.

Por ser un método robusto demográficamente, y contener muy pocos supuestos, este es un buen punto de partida para estimar la población que deberá escolarizar el sistema educativo en los años venideros1.

Los hallazgos generados al aplicar esta metodología son impactantes. La población en edad escolar (entre 3 y 17 años) en 2021 era de aproximadamente 700.000 personas. En 2030 esas mismas cohortes serán de 600.000 personas. En menos de diez años el país va a disminuir su cohorte escolar en unas 100.000 personas. El primer y más rápido impacto se verá sobre la demanda de educación preescolar y primaria. Sobre la segunda mitad de la década del 2020 se hará sentir en la matrícula en la educación media básica, y luego de 2030 en la de la educación media superior. Este estudio permite pensar cómo mejorar la inversión en materia educativa teniendo en cuenta las oportunidades que una menor matrícula permite. En tal sentido, se abre una posibilidad histórica de implementar acciones capaces de mejorar la calidad educativa; a modo de ejemplo, la reducción de grupos numerosos, la extensión del tiempo pedagógico, la implementación de estrategias focalizadas de aprendizaje, todo lo cual debería redundar en que cada niño y niña de estas cohortes cada vez más menguadas permanezcan en el sistema educativo, ampliando sus derechos y mejorando el acervo educativo de la población. El peor error que puede cometer el país es pensar que esta caída de la natalidad y de las cohortes futuras habilitan a una menor inversión, ya que hay menos demanda educativa. Incluso la ilusión de pensar que como caen las cohortes y con igual inversión, aumenta la inversión per cápita y con ello basta, constituiría un gran error. La razón es simple. Con la caída de las cohortes más jóvenes se requiere que cuando estas ingresen en la vida adulta incrementen su productividad en forma significativa, si se pretende sostener el pacto generacional que permite apoyar a lo que va a ser una población adulta mayor cada vez más amplia.

Las capacidades humanas del futuro (y del presente)

Hay dos realidades del futuro que no admiten discusión. Las cohortes entre 0 y 17 años serán más pequeñas y las cohortes entre 65 años y el fin de la vida serán mayores. Lo que este último modelo de estimación nos dice es simplemente que el futuro está más cerca de lo que creíamos. Desde diferentes actores políticos esta caída de la natalidad es vista como algo trágico y que debe ser revertido. Lo que la mejor evidencia de estas estimaciones y análisis de las causas de la caída de los nacimientos nos permiten concluir es al menos dos cosas. Una parte importante de la caída se debe a una buena noticia, que es la caída de los embarazos adolescentes y a un mayor control de la opción reproductiva por parte de las mujeres. Esto supone la ampliación de los derechos reproductivos de una enorme cantidad de mujeres que no estaban encontrando una manera efectiva de conciliar la cantidad de hijos deseados con la cantidad de hijos efectivos, así como tampoco el momento del trayecto vital en el que el acontecimiento reproductivo se inscribía. La otra conclusión de las estimaciones y proyecciones es que no existe ninguna posibilidad de que Uruguay retorne, por ejemplo, a 50.000 nacimientos por año. Ello simplemente no va a suceder a no ser que como país seamos una anomalía extrema respecto del resto del mundo. Lo que sí es posible en estos escenarios son otras dos cosas.

La primera es que logremos un escenario de fecundidad, y por tanto de nacimientos, que nos permita estar en los 40.000 nacimientos por año. Pero ello no está garantizado. Para que esto suceda es necesario que la penalización de la maternidad en materia de proyectos de vida y retornos económicos no sea muy alta. El peor escenario que diagrama este modelo –en verdad, hay peores– supone una caída continua que nos lleva a 29.000 nacimientos por año en 2030, el mejor a poco más de 41.000 por año. Recordemos: esto se basa en un modelo de análisis bastante complejo en términos matemáticos, que considera la experiencia de otros países que habían caído debajo de la tasa de reemplazo. Lo que determinará si estaremos más cerca de los 41.000 o de los 29.000, además de algunos parámetros demográficos duros (vientres fecundos, rebote de postergación dada la estructura de edades de postergación), son opciones de política pública que disminuyan o no la penalidad de ser madre, y por tanto la predisposición a la procreación, y los cambios en materia cultural y comportamental en lo que hace a la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres (lo que también requiere de políticas públicas que señalicen y apoyen dichos cambios). Ello implica invertir en sistemas de cuidados, transferencias monetarias a las familias con hijos y adecuados sistemas de licencias por maternidad y paternidad, además de estrategias que permitan compatibilizar en las familias y tanto para hombres como para las mujeres sus cargas reproductivas y productivas.

La segunda es no perder de vista las nuevas y reducidas cohortes tantos de niños como de adolescentes capaces de ingresar en forma productiva en el mundo del siglo XXI. Es repensar el problema desde uno de cantidad a uno de calidad. Hoy nacen en Uruguay 35.000 niños. Pero al menos 15% serán pobres entre los 0 y 5 años. Por lo tanto, si asumimos una tasa de resiliencia de 33% de estos niños pobres, 10% de nuestra cohorte original inicia sus vidas con pocas chances de ser parte productiva del siglo XXI. Eso hace que nuestra cohorte original sea ahora solamente de 31.500. De ellos, al menos 10% no finalizará el ciclo básico, lo que nos lleva a 28.350. Pero además sabemos que perderemos al menos 30% adicional (aproximadamente 9.000 más) a los que ya perdimos por pobreza y por trayectoria trunca en el ciclo básico antes de finalizar el ciclo medio superior. Por ello, en la mejor de las hipótesis, estaremos ante una cohorte con las herramientas educativas mínimamente necesarias para el siglo XXI que bajó de sus 35.000 niños nacidos a 17.000 adolescentes. Si la pobreza infantil disminuyera de 15% a 5%, la no culminación del ciclo básico de 10% a 0% (algo que han logrado varios países de la región) y la no compleción del ciclo medio en mitad de sus valores actuales, el modelo artesanal que para esta nota hemos desarrollado indica que pasaríamos de 17.000 adolescentes de 17 años capacitados para el siglo XXI a 29.000.

Lo interesante de estos hallazgos y de la evidencia que surge de la literatura comparada es que buena parte de lo que hay que hacer para mejorar este flujo de cohortes desde su infancia hasta su vida productiva adulta es también lo que hay que hacer para que la fecundidad, y por tanto la natalidad, no caiga a niveles extremos. Y mejor aún, es lo mismo que hay que hacer para incrementar la participación de la mujer en el mundo laboral extendiendo así la ventana de oportunidades demográficas.

A modo de cierre

Que Uruguay sea de verdad la casa de todos sus niños y niñas, que cada quien pueda desarrollar al máximo sus proyectos de vida es un imperativo moral, y además uno necesario y alcanzable. Pero la sábana fiscal es cada vez más corta. Las presiones de cohortes de adultas y adultos mayores se incrementarán en el futuro. La caída de los nacimientos abre una ventana de oportunidades para mayor y mejor inversión en las y los pequeños, y para redistribuir las cargas de cuidado liberando todo el potencial de productividad de las mujeres en edades activas. El futuro está más cerca. Dependemos, como en la recta final de la clasificación al Mundial, de nosotros mismos. Para ello, se requieren grandes acuerdos nacionales, generosidad de espíritu y la convicción que es posible una sociedad más innovadora, productiva e igualitaria si ponemos manos a esta obra humana que es el Uruguay del futuro.

Tania Biramontes, Ignacio Pardo y Andrés Peri, con el apoyo de Daniel Macadar, son quienes lideraron este proceso innovador de estimación para el país. Para quienes les interese profundizar en él, pueden consultar en el enlace.


  1. Las características más técnicas están desarrolladas en el documento Estimación de la Población en Edad Escolar en Uruguay 2000-2030, al que remitimos a los lectores más especializados. Este documento está dirigido hacia un público no técnico pero que requiere la utilización de información poblacional para la política educativa.