Álvaro García Rodríguez es un hombre de dos vidas. Es contador público recibido en la Universidad de la República y, a la vez, escritor e histórico letrista de diversas murgas montevideanas, como Contrafarsa. Aunque él se ríe de la idea de un ser escindido porque considera que la expresión artística es clave en todo ser humano. Que no debería haber tal división entre un modo de ser más reprimido y otro expresivo. Que un contador puede ser, a la vez, un novelista. De hecho, a inicios de 2022 presentó su primera novela, un policial titulado ¡Escuchá la murga! Y con dos libros sobre la mesa (uno de divulgación matemática de Adrián Paenza y una novela de Claudio Invernizzi) recibe a la diaria en su casa.

García fue ministro de Economía durante la mitad de la primera presidencia del Frente Amplio –entre 2008 y 2010–, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en la última gestión frenteamplista y presidente de la Corporación Nacional para el Desarrollo. Desde su salida de la función pública trabaja como consultor privado para el exterior, pero también para el regreso del Frente Amplio al gobierno. Dejó en 2019 el Partido Socialista, cofundó el sector Plataforma, que integra la Convocatoria Seregnista Progresistas, y preside la Comisión Nacional de Programa del Frente Amplio.

Desde ese rol, y desde toda una vida de militancia socialista y frenteamplista, responde a la diaria sobre el futuro de ese sector político de cara a las definiciones programáticas, y las elecciones de candidaturas que se vienen.

En la campaña de 2019 usted decía que el Frente Amplio debía profundizar sus políticas, pero está la idea de que perdió fuerza durante la tercera presidencia, como que se agotó en esa etapa. ¿Qué tienen para ofrecer ahora?

Es cierto que el impulso del primer gobierno en 2005 tuvo grandes reformas, el segundo proceso fue de una gran agenda de derechos, básicamente a nivel parlamentario, y si bien en el tercer gobierno se generó el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, es cierto que tuvo un menor crecimiento económico y eso fue un factor importante. Sin duda es necesario no hacer copy/paste y hacer refresh y mirar el mundo. De alguna manera, lo hicimos en la estrategia de desarrollo 2050 en la OPP, al salir de la caja y mirar qué teníamos que hacer en ese mundo.

¿Pero en qué han avanzado pensando en el programa?

La mirada es al mundo y a las grandes tendencias. Hay cosas insoslayables, como el cambio climático, la cuarta revolución tecnológico-digital, con repercusión en todas las áreas, el tema de la irrupción de los feminismos y diversidades, sin duda las amenazas a las democracias; son una gran cantidad de temas que definen luego las políticas públicas. Una de las grandes innovaciones que hicimos fue entender que hay cosas que son transversales y que así debemos tratarlas en la elaboración del programa. Esta vez surgió la idea de que las diferentes unidades temáticas que estamos elaborando se crucen de antemano en estos seis espacios integradores: uno vinculado a lo económico y la sustentabilidad paralelamente, otro vinculado a lo social, pero considerando los cuidados como empleo, otro al feminismo y diversidades, otro vinculado al país integrado, la descentralización, otro al mundo y lo internacional y otro a la construcción de ciudadanía y cuidado de la democracia. Esos seis espacios presentaron primeros resúmenes de trabajo de todo el año y, con Ricardo Erlich, copresidente de la comisión, elaboramos un documento que se está discutiendo como el preámbulo del programa, donde bajamos a tierra los principios y valores del FA, pero con otro capítulo de toda esta serie de aspectos transversales. En abril presentaremos las unidades temáticas y hasta junio trabajaremos en el documento del programa que entra en debate para ser aprobado en el Congreso programático de diciembre.

No me va a anticipar lo que aparece en el programa antes de la discusión…

Correcto.

Si la primera gestión del FA fue de grandes reformas, la segunda de ampliar derechos y la tercera de estancamiento pero de mantener conquistas, ¿qué se puede esperar de un cuarto gobierno del Frente Amplio y cómo espera que sea leído en el tiempo?

La palabra transformar es la clave. En los 60 decíamos “A desalambrar”; en los 80 teníamos otra canción súper popular, “A redoblar”, y el verbo hoy es transformar. Hay una gran cantidad de transformaciones a llevar adelante. Nuestra estrategia de desarrollo 2050 tiene tres ejes claves: transformación productiva sustentable, transformación social y transformación de las relaciones de género. La palabra transformación es clave: deberíamos tener un horizonte transformador en sentido progresista. Tenemos que recorrer ese camino de innovaciones, como por ejemplo, fue el Plan Ceibal, que fue más un plan de inclusión que de digitalización. Esa política se pudo hacer porque tenemos condiciones para hacerlo. Hay dificultades y preocupaciones a nivel de empleo, por ejemplo. Hay inserción del narcotráfico a nivel popular, de base, ya ni siquiera en términos de delito, sino de modalidades de vida, que generan que sea mejor opción esa salida que la laboral.

Pero ya estaba presente en el último gobierno del FA…

Sí, y se hizo mucho en ese sentido para cambiarlo. Trabajamos mucho entre el OPP, el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), la Intendencia de Montevideo (IM) en el plan Casavalle, por ejemplo, con mirada de largo plazo, constancia y políticas públicas. No es soplar y hacer botella. No alcanza con hacer demagogia barata como decir que vas a llevar la sede del Mides, que encima no lo hicieron.

¿Alcanza con eliminar bocas de expendio y poner cámaras?

No, porque tiene que ser algo integral. Además de la política de represión, que debe ser frontal y atacar no sólo los barrios sino el origen del narcotráfico, que no empieza en los barrios. Es un tema que requiere fuerte voluntad política, constancia y política de largo plazo.

Decía que la cuarta será la presidencia de la transformación y de que es la palabra clave, pero el gobierno actual también presenta la transformación educativa, la reforma de la seguridad social…

Una cosa es transformación y otra, transformismo. Como aquella vieja expresión del gatopardismo, cambiar algo para que nada cambie: eso es lo que pasa con este planteo en educación. Toman cosas que venían, cambian el nombre y siguen igual. Dos demostraciones de que no se transforma: disminuye casi 150 millones de dólares el presupuesto en educación y no participan los colectivos docentes en las discusiones cotidianas y estratégicas. Después vemos al director de la ANEP encabezando encuestas para presidenciables por el Partido Colorado y entendés bien esto del transformismo: hay una urgencia por presentar esos resultados. Pasa lo mismo con la reforma jubilatoria; presentan como para decir que hicieron eso.

Pero algunos, como Mario Bergara o Fernando Pereira, reconocieron la necesidad de esa reforma previsional. Usted mismo dijo, en 2019, que era un camino a recorrer…

Lo que no creo que haya que hacer es fundacionalismo. Hay que tener mirada crítica y si se promueven cosas positivas aceptarlas. Como Convocatoria Seregnista Progresistas hemos defendido el hecho de que no digamos que votamos todo negativo. Hay cosas puntuales, poquitas, eso sí, que son buenas y no hay que negarse a votarlas. Partimos de la base de que tenemos una mirada crítica del mundo y de la vida. Habrá que ver cómo queda el país, que es algo que nos preocupa bastante. La situación de retroceso en una serie de áreas, porque la pobreza aumentó bastante, y la tendencia nos indica eso. Probablemente el gobierno baje el precio de los combustibles, suelte algunos recursos, quiera igualar el nivel salarial de 2019, pero la curva y lo que se perdió no va a recuperarse. La situación en que quedará el país nos preocupa. Y debemos tener una línea programática en ese sentido, sin descartar un segundo plan de emergencia.

Habla de transformismo y cierto oportunismo, ¿ve mala voluntad o una cuestión ideológica?

Creo que es la priorización del criterio político por sobre lo técnico; es lo contrario a lo que dijeron toda la vida que harían. En ese sentido, no tengo ninguna duda. Por eso, en vez de bajar el combustible cuando corresponde, lo harán ahora por cuestiones políticas. Y así con otras cosas.

¿Y en casos como el de Astesiano?

Esto es sorprendente hasta para nosotros. Que el presidente de la República, pongamos que le creemos, dice que se equivocó…

¿Por qué “pongamos que le creemos”?

Porque es muy difícil de creer que él no supiera la historia de Astesiano. Porque nombró a una persona con ese pedigree en el lugar que lo nombró y con todas las atribuciones que tenía. Entonces, pongamos que le creemos, quiero un presidente más atento y que no se distraiga en temas como este.

¿Le cree?

Hasta que se demuestre lo contrario. Pero me parece que debería haber estado un poco más atento si es presidente. Todo el barrio lo conocía y sabían la situación de este hombre, a ese nivel, manejándose como se manejaba, todos los jerarcas públicos le daban pelota, no era un perejil. Yo le doy una carta y le creo la autocrítica al presidente, pero el razonamiento inmediato es, bueno… se distrajo.

Y si sumo a Marset y otros casos, ¿le sigue creyendo?

Gobernar no es sencillo. Parecía que los que estábamos éramos tontos y se podía hacer mejor. Ellos decían que estaban preparados, pero a los tres meses de gobierno no tenían directores en empresas públicas, su principal caballito de batalla. Hubo una demagogia tremenda. Yo viví muchas demagogias y gobiernos de partidos tradicionales y aspiro a que no exista nunca más eso. Ahora tenemos la ventaja de las redes y de que queda registro, ya no se puede decir cualquier cosa. Aunque algunos no se aggiornaron, es difícil resistir al archivo.

En la interna del FA, hay nombres ya candidateados, pero en el encuentro de Convocatoria plantearon ir en listas únicas y la posibilidad de un candidato propio…

Convocatoria es una realidad y hasta una necesidad dentro del FA, y combatir la atomización es muy positivo. Queremos seguir creciendo, y después de las definiciones de candidaturas y antes de las internas, seguro permanecemos separados de algunos grupos, porque a cada uno le gustan candidaturas diferentes, pero creo que tenemos que hacer una gran confluencia a nivel de sublemas, incluso con grupos históricos como Nuevo Espacio, la Vertiente Artiguista y demás, para armar un tronco más grande. En Plataforma ante esta realidad entendemos imprescindible que el FA gane las elecciones porque Uruguay lo necesita, porque es mejor para la mayoría de la gente. Y haremos todo lo necesario para ese objetivo. Tenemos que definir apoyos a las precandidaturas, aunque formalmente no hay nada, más allá de expresiones de Yamandú Orsi, no aun de Carolina Cosse y sí algo de Andrés Lima. Nosotros lo definiremos en marzo. Lo que sea que definamos debe alinearse con esos dos objetivos: que el FA gane y que Convocatoria haga una gran elección. Hoy no sé qué es mejor, si presentar candidatura o no, porque es muy dinámico.

Pero Mario Bergara mostró su intención y dijo que no quiere ser sólo economista del FA…

Si presentáramos candidatura, está claro que Mario es el más posicionado. El principal y líder natural, que es Danilo Astori, está con su situación de salud. Pero con referencia a lo que dijo Mario, no sé, tengo un matiz. No podemos ser exclusivamente economistas, pero tenemos que hacer una reivindicación de que hemos sido claves para la política económica y social del FA. Ni hablar de Astori, central y guía principal. Pero Mario fue ministro de Economía, Fernando Lorenzo lo fue, yo mismo lo fui mientras era parte del Partido Socialista. Había coincidencia de miradas muy importantes. Creo que tenemos mucho para aportar en esa área.

Nombró al PS, ¿por qué se fue?

Hubo mucho bardo con el nombre del socialismo. De izquierda y derecha. Por ejemplo, por la denominación del socialismo del siglo XXI del comandante Hugo Chávez, que no era socialista. Cuando entré en los 60 teníamos muy claro que socialismo era democracia y libertad. Yo aprendí que los partidos, por más cariño que tengas, son herramientas, y enamorarse de las herramientas no está bueno, porque el fin último de la política es hacer cosas para mejorar la situación de la gente. Y ahí estuvo la decisión individual de irme.

¿La tensión en el socialismo es entre democracia o no?

En muchos casos sí, porque en la palabra socialismo identifico un sentimiento de pertenencia muy fuerte y creo que hay que hacer lo máximo para llegar a una sociedad lo más lejos posible. No vale tener un discurso más radical, pero hacer retroceder a la sociedad cuatro o cinco casilleros. A mi izquierda el precipicio, decía un compañero.

Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, decía “a mi izquierda está la pared”…

No sabía. Me parece que es un buen término que le saqué a un sindicalista uruguayo, no se discute quién es más de izquierda o no, lo importante es avanzar por más que se avance más despacio. Pero tampoco me gusta la palabra socialdemocracia… El FA es antiimperialista y sigo pensando que el mundo tiene que trascender el capitalismo, pero ningún país lo ha hecho con sostenibilidad. Te digo algo consistente con las tesis de 2012 del PS, que era muy crítico del llamado socialismo real de la URSS y con las socialdemocracias, pero reconocía que el mayor avance se había dado en los países nórdicos. Hay que mirar y aprender de todos lados. Hay muy buenos criterios allí. Es un camino de superación, la agenda 2030 es muy sensata. Si no encaramos transformaciones profundas en el modo de producción y consumo estamos complicados.

Hay una tensión entre necesidad de crecimiento económico y sustentabilidad en países menos desarrollados; está el ejemplo de UPM, que usted ha apoyado mucho, que tiene multas por contaminación…

Que le cobren todo y que si debe cerrar algo lo cierre. Creo que es una de las compañías más serias del mundo y lo estudiamos, y en un país de tradición centenaria de bosques y tratamiento de la madera. Uno de los conceptos que tienen es pasar de producción de celulosa a biorrefinería, y tienen mucho que ver con economía circular y cambiar la matriz productiva hacia cuestiones sustentables. Hubo dos factores para apoyar esa industria: por la ubicación de la planta, con un país más armónicamente desarrollado, donde el centro y noreste estuvo históricamente menos desarrollado; y el tema de la transformación productiva: le damos a Uruguay un sector productivo que es uno de los seis que estudiamos como potencial de desarrollo hacia 2050, el complejo forestal madera.

¿Qué lugar debe ocupar Uruguay en el mundo y en la región?

Uruguay es un país de dimensiones pequeñas, con grandes activos y potencialidad enorme. Tiene que lograr mayorías para transformaciones más grandes y que lleguen a toda la población, y con ese concepto tenemos que buscar nuestro camino. Sin plantear cosas imposibles que no van a existir. La demagogia es inútil. Uruguay es el Mercosur: irnos es una alternativa que ni este gobierno lleva, por los daños que podría generar. No hay que pelearse con los más grandes del barrio porque vas a salir perdiendo. Queremos recorrer un camino de flexibilización, pero con diplomacia y conversación. Los grandes anuncios que no se concretan la gente lo ve y se frustra.