Yamandú Orsi mostró su impronta en los primeros 100 días de gobierno. En medio de una herencia financiera “complicada” y un inicio pedregoso por la renuncia obligada de dos jerarcas, sacó a relucir la cautela y la prudencia, que fueron su sello de distinción durante sus dos gestiones en la Intendencia de Canelones. Sin embargo, la moderación también implica riesgos y el gobierno queda expuesto a ellos.

Así lo analizaron para la diaria los especialistas Eduardo Bottinelli y Rafael Porzecanski, quienes remarcaron el estilo de liderazgo prudente, sin ánimos refundacionales, condicionado por el interminable ciclo electoral, la debilidad parlamentaria y una estrategia comunicacional aún en construcción. Ambos especialistas señalaron que la nueva administración ha evitado tomar medidas intempestivas y calienta motores con una estrategia de pasos medidos.

Para Porzecanski, Orsi prefiere “observar antes de actuar” y no se ha propuesto generar grandes rupturas, por lo que prefiere no generar expectativas de una agenda reformista inmediata en la opinión pública. “Es un gobierno que ha empezado a dar pasos seguros, sin un ritmo intempestivo, y es extremadamente cauteloso”, afirmó Porzecanski, quien es director de opinión pública y estudios sociales de Opción Consultores.

Por su parte, Bottinelli subrayó que el Ejecutivo ha tenido dificultades para instalar una agenda propia y, si bien demostró algunos gestos diferenciales, la estrategia política y comunicacional aún “no está aceitada”. Esto deja en evidencia claras diferencias con la gestión anterior, que desde el primer día apostó por convertir a la comunicación en una “fortaleza”, mientras que el gobierno actual prefiere no imponer sus prioridades, señaló el sociólogo y director de Factum.

Cautela como sello

Porzecanski, quien también es sociólogo y profesor universitario, reiteró que los primeros pasos del nuevo Ejecutivo estuvieron marcados por la cautela, la necesidad de construir acuerdos y un estilo de liderazgo que se distancia de sus predecesores. A su juicio, esto responde en gran parte al análisis que se está realizando sobre la “disponibilidad fiscal”. “Luego vendrá el debate político de por qué la transición no fue suficiente para hacer un diagnóstico preciso sobre los recursos disponibles para ejecutar las políticas públicas. Por tanto, no se han visto grandes anuncios. Todo está a la espera de la elaboración de la Ley de Presupuesto, que probablemente será el principal mojón de gobierno, al menos durante el primer semestre o los primeros ocho o nueve meses”, remarcó.

El estilo presidencial de Orsi marca un contraste con sus antecesores. Porzecanski lo describió como una figura que prefiere observar antes de actuar, en una estrategia que compara con el truco: “El presidente no es el primero en expresarse ante una crisis, sino el último. Lidera las decisiones una vez vistas todas las cartas”.

Este comportamiento fue evidente en la salida de la exministra de Vivienda Cecilia Cairo y del expresidente del Instituto de Colonización Eduardo Viera. En ambos casos, el presidente esperó a que se desarrollaran las reacciones políticas antes de pronunciarse, sostuvo.

Influencia del ciclo electoral

Por su parte, Bottinelli, también profesor universitario y sociólogo, consideró que la marca temporal de los 100 días es “un poco arbitraria” y, en el caso de Uruguay, tiene un “tema no menor”, que es que “en realidad los primeros 70 días se van en medio de una campaña electoral departamental”, lo que diluye el impacto político de las primeras acciones del gobierno nacional.

“Si no hay algún hito específico, fuerte, contundente, es difícil que esos primeros 70 días puedan rendir porque hay 19 campañas electorales simultáneas en todo el país”, añadió. Por tanto, estos primeros 100 días de un gobierno nacional “aparecen empañados” por lo que es el ciclo electoral”, dijo Bottinelli.

Un arranque sin refundación

Ambos especialistas coincidieron en que el nuevo gobierno no ha intentado ser refundacional y por ahora hay modificaciones bastante menores a lo que fueron medidas del gobierno anterior. “Hay signos de continuidad claros también. Pero siempre hay un riesgo aquí. Cuando la población comienza a demandar cambios en problemas que son diagnosticados como muy relevantes y, tras el paso del tiempo los indicadores no muestran mejoría, evidentemente que allí hay un riesgo siempre para el que arranca de un modo cauteloso”. “Lo que sí también es cierto es que el gobierno hereda un contexto de opinión pública que no estuvo particularmente inclinada en el momento de la elección a demandar cambios radicales en el país, sino ajustes o mejoras”, afirmó Porzecanski.

Este aspecto es una “diferencia importante” con el contexto de asunción del gobierno de Luis Lacalle Pou, donde sí había un clima de expectativa por ver cambios muy importantes, fundamentalmente en el entorno de la seguridad pública, indicó. “En este plano hay algunos signos de desesperanza por parte de la ciudadanía, porque de algún modo ni las administraciones del Frente Amplio [FA] ni la administración pasada de la coalición han logrado mejorar sustantiva o suficientemente la situación de la seguridad pública”, dijo.

Mientras tanto, Botinelli marcó una diferencia sustancial con otros inicios de períodos de gobierno. “No es lo mismo un gobierno que arranca con una idea refundacional, por ejemplo, la primera administración de izquierda, que suponía una refundación, una serie de propuestas específicas, de acciones que fueron tomándose rápidamente porque suponían un cambio, una salida a una crisis o una continuidad, [...] o uno como este que no es transformador, sino de ajuste, si se quiere”, observó.

Asimismo, Bottinelli recordó el caso del gobierno de José Mujica, con el que el FA retuvo el gobierno y planteó otra serie de prioridades. “Cuando miramos el tercer gobierno del FA, esos primeros 100 días tuvieron muchos problemas, por ejemplo, con la esencialidad de la educación. Y en el caso del gobierno de Lacalle Pou, en los 100 primeros días ya estaba la pandemia, entonces también es difícil visualizarlos comparados con otros”, indicó.

En ese marco, identificó algunas señales que el Ejecutivo ha intentado instalar: los cambios en el Instituto Nacional de Colonización, la presentación de una situación fiscal “heredada como un problema” y medidas vinculadas con el lavado de activos y tabaco. “Son señales de cambio que está queriendo dar el gobierno”, resumió.

¿Una virtud o una trampa?

La moderación, si bien puede ser una fortaleza en contextos de incertidumbre, también encierra riesgos. “Cuando la población comienza a demandar cambios y, con el tiempo, los indicadores no muestran mejoría, hay un peligro real de que esa cautela se traduzca en desaprobación”, advirtió Porzecanski.

“El riesgo que puede tener el gobierno es que puede ser visto como inactivo o de poca agenda. Pero obviamente todavía es un período corto el que ha pasado. Todavía es un riesgo potencial pero no concretado, porque el clima de opinión pública no estaba esperando una agenda muy reformista”, añadió.

Hasta ahora, el Ejecutivo no ha enfrentado grandes escándalos y ha sorteado las dificultades con solvencia, aseguró el especialista. “Ha sido un comienzo de gobierno relativamente tranquilo para el país. Y en esas crisis menores el gobierno de algún modo ha podido salir relativamente bien parado con soluciones que a los ojos de la ciudadanía parecen estar dentro de lo aceptable”, dijo.

Por otro lado, indicó que el gobierno “no está gozando de una luna de miel particularmente extendida” y la “característica diferenciadora” de este primer tramo es que “hay amplias capas de la población que todavía no le dan nota”. “Están esperando a ver un poco más de señales y un poco más de propuestas para ir tomando nota de su evaluación favorable o no. Entonces la ciudadanía por el momento sigue a la espera. El riesgo es que si no ve del gobierno señales de soluciones a problemas que identifique como muy relevantes, esa carta de espera puede transformarse en desaprobación abierta”, remarcó el director de Opción.

Algunas dificultades

El nuevo gobierno también ha tenido que surfear dificultades imprevistas. Bottinelli enumeró los casos que terminaron en las renuncias de la exministra de Vivienda Cecilia Cairo, la exvicepresidenta del puerto Alejandra Koch y del presidente del Instituto de Colonización Eduardo Viera, temas que “dificultaron el posicionamiento de una agenda propia”, en las que el gobierno reaccionó a los problemas que emergieron y le ha “costado mucho posicionar temas”.

En cambio, “la comunicación fue una fortaleza del gobierno de Lacalle Pou”, indicó, y aseguró que la estrategia política del actual Ejecutivo en esa área no está “aceitada ni clara” y se está enfocando en los problemas que surgen en vez de plantear las prioridades.

En contraste con el gobierno anterior, Lacalle Pou tenía “hitos específicos” que ayudaban a tener una estrategia “clara” de comunicación: la pandemia, la ley de urgente consideración y el presupuesto nacional. “Con esos tres puntos la comunicación se ordenaba a partir de cuáles eran los resultados que se querían”, añadió.

“Sin embargo, hubo momentos [del gobierno de Lacalle Pou] donde perdió la iniciativa. Primero con el referéndum, después con los escándalos del propio gobierno. Hay una idea muy establecida de una gran comunicación del gobierno de Lacalle que fue así, pero que tuvo sus momentos de debilidad. Por ejemplo, apenas salió el caso Astesiano o algunos otros hechos que generaron escándalos públicos”, remarcó.

Otro factor determinante para Bottinelli es la debilidad parlamentaria. “La falta de mayoría en Diputados condiciona la acción” consideró, y estimó que “probablemente hay cosas que no pueda establecer con contundencia justamente porque falta la negociación, y eso ha condicionado la comunicación y el accionar del gobierno”, subrayó.

Un liderazgo en construcción

Consultado sobre la relación de Orsi con su fuerza política, Porzecanski aseguró que aún no puede hablarse de un liderazgo consolidado dentro del FA. “No es el líder indiscutible del Frente, eso está claro. Él está mostrando determinadas características de liderazgo que consisten en buscar equilibrios que puedan llegar a ser complejos. Pero está mostrando capacidad de mando en el modo de Orsi. Es un hombre de diálogo, de búsqueda de consensos, de acuerdos, pero también de capacidad de marcar la cancha en varios elementos”, indicó.

Cuando fue consultado sobre el rol de Orsi como figura presidencial, Bottinelli fue cauto: “Su liderazgo está en construcción”. Si bien destacó los respaldos políticos y electorales que lo llevaron al poder, advirtió que aún falta tiempo para saber si logrará convertirse en un referente indiscutido del FA.

“Orsi aparece como un candidato presidencial con unos apoyos importantes desde el punto de vista político y electoral, pero no es un líder. Hoy está, de alguna manera, formando una idea de liderazgo desde la Presidencia de la República, que es distinto a un liderazgo previo a ser presidente. Es en el proceso en el que está. Con una dinámica que todavía no está del todo aceitada y clara”, afirmó.

Sostuvo que “claramente hay una línea” que se está trabajando desde Presidencia de que es “Orsi quien lidera y manda”, pero “también aparecen algunos pequeños cortocircuitos”, dijo. “Es muy prematuro todavía para pensar si va a generar o no un liderazgo presidencial más allá de la estructura de gobierno, y la otra cuestión es si efectivamente se puede transformar en un líder del FA. Pero es muy reciente, esto necesita tiempo y estamos muy en el arranque del gobierno”, concluyó.