Cultura
Es difícil explicar el tipo de impacto que tuvo la noticia de la muerte de María Elena Walsh para las generaciones que hoy tienen entre 30 y 50 años y que crecieron escuchando sus canciones. Es decir, más allá de cualquier valoración de su obra, hay millones (iba a escribir “miles” pero es un error, hablamos de millones) de personas para quienes las canciones de Walsh forman casi parte de su ADN, o por lo menos de su memoria formativa, y están indisolublemente ligadas con su universo infantil o con el recuerdo de éste. Así, al escuchar que la autora de “Manuelita la tortuga” falleció, uno no piensa en Pehuajó ni en quelonios ambulantes, sino inmediatamente surge la imagen de Maldonado, Salto, Córdoba, Malvín o cualquier lugar en el que se haya sido hipnotizado de niño por esas canciones mínimas y algo misteriosas.