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la diaria

Fuera de sección

Foto principal del artículo 'La intuición de una dimensión inmensa'
Fuera de sección

La intuición de una dimensión inmensa

La empleada, muy joven, me cuenta que cuando manda a sus hijos a descolgar la ropa de la cuerda su marido protesta porque ésas no son cosas de varones. La muchacha le retruca que hay muchos hombres que viven solos y se ocupan de sí mismos y no por eso son “raros”. Yo pienso, mientras escucho, que el primer paso para desenredar este antiguo nudo, que me suena eterno, es salir de la casa y contar lo que sucede cuando el marido ve a sus hijos descolgar la ropa de la cuerda. No estoy segura de que algo vaya a cambiar en esa familia construida como hace siglos y resistente a cualquiera de las ideas o de las cosas que pasan afuera. Pero tengo una tímida confianza en la capacidad del relato, en que mientras esa imagen de los niños, la madre y el padre circula hacia otra persona algo se produzca, el disenso se arme, la imagen se contemple y se pueda cuestionar. Porque el solo contarlo instala el absurdo.
Foto: Pablo Nogueira
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Reales

De vez en cuando voy a un boliche disfrazado de pub con rockola y pool incluidos, que en verdad es un prostíbulo. Me gusta conversar con las prostitutas, tomar una cerveza acodado en la barra, ver el comportamiento de hombres que a veces van en busca de sexo pago; otras, de cervezas heladas, sin contacto con las mujeres, en busca de un pool tras otro, de una cumbia en la rockola, a la que le sigue otra cumbia en la rockola, otra apuesta en las máquinas tragamonedas, compra de estimulantes varios. Pero más que de ellos o además de ellos, la pregunta siempre versa sobre ellas.
Foto: Eitan Abramovich, Afp
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Miedo al medio

Pensé que ya había hecho el duelo. Cuando el 10 de diciembre, día de la asunción de Mauricio Macri, llegaron cuatro desconocidos a la redacción de Infojus Noticias (la Agencia Nacional de Noticias Jurídicas del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos), exigieron las claves de acceso al administrador y a las redes sociales, sacaron de su escritorio al director, a la subdirectora y al jefe de redacción y pidieron bajar de la página dos notas (una del último discurso de Cristina Kirchner, otra sobre delitos económicos en la dictadura), yo estaba vomitando en mi casa. Mientras Macri leía torpemente el discurso en el Congreso, yo iba y venía del baño con la tele prendida. Mientras el nuevo presidente bailaba Gilda en el balcón de la Casa Rosada, yo seguía haciendo arcadas. Mi literalidad puede ser pasmosa.
Foto: Iván Franco
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Salarios de cuerpo y mente

Iba a comenzar con una imagen que tengo prendida en la retina hace días, pero a veces ciertos ruidos interfieren cualquier foto nítida. Escribo sentado bajo un techo digno, puedo prender un ventilador, tomar mate, pensar y repensar mis palabras, mientras que detrás de ese ruido molesto, insoportable, que interceptó a mi imagen primaria, ese ruido de perforadora de veredas, pavimento y mentes, hay otro hombre que también trabaja pero sin ventilador ni mate ni más descanso o alejamiento de esa máquina odiosa que los 45 minutos pautados para comer, tirado en la vereda y procurando una sombrita de árbol frondoso, de gentil recodo.
Foto: Pablo Nogueira
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Urgencias de almas móviles

Tengo un amigo de 33 años, médico pero no de los ricos, que cubre el turno de la noche en una empresa de emergencia móvil. Es médico y no le gusta serlo, y aunque es ético no siente el juramento hipocrático como propio, aspira a ser escritor y escribe muy bien, o aspira a cambiar de vida y de rumbo. Él, porque quiere ser escritor y para salvarse de la afectación enferma que producen ciertas historias trágicas, creo, todo el tiempo pendula entre el chiste, la ironía, la conmoción y la sorpresa.
Foto: Iván Franco
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La literatura militar

Cada tanto los medios de comunicación hegemónicos dejan pasar la literatura, como si se tratara de un error. Uno de los temas candentes de este verano fue la recolección de basura por parte del Ejército nacional. En estos días el portal del semanario Búsqueda publicó un poema anónimo que “llegó a decenas de oficiales y subalternos a través del whatsapp y el correo electrónico”. La nueva literatura es, así, hija de su tiempo. Ya no necesita una hoja volante o una sección “Cartas de los lectores” en un periódico opositor.
Foto: Nicolás Celaya
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Pancartas sin carne

Una mujer bufa porque no puede andar, como los hombres, en tetas por la calle. Dice de su cuerpo cosificado, de sus pechos predestinados socialmente al amamantamiento, del machismo, la misoginia, de su falta de libertad. Bufa y reclama por esa desigualdad impuesta por una cultura que a la vez que exhibe el cuerpo de las mujeres como carne barata en pantallas, discursos y carteles, no la deja a ella andar libre de prendas por las avenidas o los parques de la ciudad.
Foto: Iván Franco
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Politizada

Hace días que estoy tratando de pensar en cosas graciosas para contar pero no se me ocurre nada. Miro para afuera y nada. Miro para adentro y nada. Estoy a horas de diagnosticarme depresión clínica severa. Me siento un cuerpo en demolición preparado para el final. Hace calor, además. Muchísimo. Y vivo en Buenos Aires, que debe ser la peor ciudad para vivir en verano.
Foto: Pablo Vignali
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Cansados hasta el océano

Un día al menos todo parece detenerse o hacemos como que se detiene. Ese día consensuado socialmente, ya sea por almanaques occidentales o astrales. Ese día que es hoy, la última reunión o todo el 2015, que se va. Se va y no vuelve y el 2016 son sólo 24 horas más, pero se va aunque haya sido bello y nos hayan pasado cosas contundentes, se va con nuestro beneplácito, nuestra bendición; lo dejamos ir porque un año no significa nada y lo significa todo.
Foto: Iván Franco
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Paremos de sufrir

No es ninguna novedad que la mayoría de nosotros, por acción u omisión, somos cristianos y que practicamos esa forma de la fe -tan ateos y laicos- disfrazada de encuentro familiar. Festejamos el nacimiento del niño Jesús casi casi que enguyéndolo a él también, cerca de la antropofagia, porque de panes y peces, nada. A pura carne y bebidas calóricas, y a la espera de la gracia para los niños, que ojalá y Dios tatita, el hombre de rojo haya leído con atención la carta, casi un documento a veces convertido en contrato. A eso exactamente quería referirme: los contratos. Principalmente los tácitos, los no firmados, los más difíciles de romper: los lazos longevos de familia.