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la diaria

Fuera de sección

Foto: Mauricio Kühne
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Mi retablo de Navidad

Hoy es bastante fácil ver la ficción de la Navidad. Ver, gracias a estudios muy eruditos, las raíces diversas que alimentan esa fiesta, tan convencional y artificial como cualquier otra. Es fácil comprender el fondo pagano que se esconde en la celebración, que no es otra cosa que la versión transmutada de un culto solar muy antiguo. No obstante, el secreto permanece intacto, porque es el mito lo que mantiene vivos a los pueblos, que, conscientes o no de su carácter de real, se abrazan a él para explicarse y justificar su existencia.
Fuera de sección

Peligrosos sueltos

El salvajismo de los líderes jihadistas es tal que no sólo eligen como objetivo de sus ataques las grandes concentraciones de civiles, sino que además buscan que tengan un peso simbólico que multiplique el miedo y la angustia de los habitantes del país agredido. La estrategia de Occidente es diferente: bombardear objetivos terroristas haciendo un esfuerzo para que las bombas no alcancen a la población civil. Pero la experiencia y el sentido común indican que en estas ofensivas siempre mueren civiles. Es un intercambio de agresiones que se salió de control. Occidente devuelve ataques y no lo hace con inteligencia, sino con miedo, odio y sed de venganza.
Foto: Javier Calvelo
Fuera de sección

Es en diciembre

Por más desprendidos, indiferentes o superados que nos hagamos, por más que sepamos que un día es 2015 y al otro, y ni siquiera, al minuto siguiente, es 2016 -nada, un suspiro-, diciembre tiene vida propia y se impone más allá de sus 31 días.
Juliana Awada y Mauricio Macri, la mañana de su asunción, en la entrada de la Casa Rosada, Buenos Aires. Foto: Santiago Mazzarovich
Fuera de sección

La mosca y la sopa

Desde que Mauricio Macri ganó el balotaje me pregunto hace cuánto que la Rosada no tenía un inquilino salido tan claramente de las filas de los propietarios: el nuevo presidente es hijo de un sector privilegiado de los tanos industriosos que mezclaron el cocoliche inmigrante con el acento cajetilla, un pelechar de burguesía que en el correr del siglo XX a la vez desplazó y se alió a grupos de la oligarquía tradicional argentina, de la que salían los doctores que gobernaban el país a punta de apellidos.
Foto: Mauricio Kühne
Fuera de sección

Por un tipo de aristocracia

Alguna vez José Saramago escribió contra una forma del carnaval estupidizante, ese que acusaba o acusa a los intelectuales de andar lejos del pueblo, profiriendo sus aristocratizantes abstracciones, sus palabras elegantes, su pensamiento erudito. Dijo, con furia y dolor, algo así: ojalá llegue el día que en este país (se refería a Portugal, claro) todos sus habitantes sean intelectuales, que el uso del pensamiento y la inteligencia no sea el privilegio de unos pocos sino el pan nuestro de todos, y cada día.
Foto: Javier Calvelo
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Pero qué belleza

¿Reinas? No hay que pecar de demasiado bodoque para saber que todo ese asuntito huele a antiguo, y sin embargo está vivito y coleando: las reinas o las princesas son como Papá Noel, no existen, y bastante mal les han hecho a las mujeres, a los hombres y sobre a todo a las niñas (princesas) que serán mujeres; esa asociación entre la persecución de un tipo de belleza (bastante terraja, por cierto) y el sueño de tirar besitos vestidas de rococó desde un carruaje encantado.
Fuera de sección

El fatalismo electoral

El triunfo de Mauricio Macri en Argentina dio pie a una serie de debates en el seno de los proyectos progresistas de América Latina. En este contexto, uno de los planteos más reiterados dice que los gobiernos nacionales y populares están llamados a profundizarse o a perder las elecciones. Por varios motivos, esta visión es discutible.
Foto: Javier Calvelo
Fuera de sección

Dios, el viento y la muerte

Las preguntas más naíf pueden resultar las más profundas, o viceversa: las más serias y sacras quizá redunden en la aridez de este desierto inmenso. No importa. Igual hay que animarse a hacerlas, a hacérselas. Todo viene a cuento porque hace días que me persigue una que leí en una página de Facebook. El lugar en cuestión se llama “Filosofía hoy”: a partir de una cita o sugerencia de un libro o un pensador, de una película, de un cuadro, la página provoca con una pregunta directa y al hueso, como si la filosofía también tuviera la capacidad de recoger respuestas rápidas, contundentes.
Funeral en un campo de refugiados cerca de Ramala, Palestina. Foto: Alaa Badarneh, EFE
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Luz, cámara, reacción

No puse la bandera francesa en mi foto de perfil, no opiné al respecto en las redes sociales y no estuve a favor ni en contra de quienes lloraron a Francia, a Líbano, a los sirios o a quien sea, ni tildé a nadie de racista o hipócrita, pero sufrí y me sigue doliendo lo que pasó en París. No, no es porque leí a Voltaire y miré las películas de Jean-Luc Godard. No es porque mi cultura y costumbres se asemejan a las de los franceses. Tampoco es porque “me podría haber pasado a mí” ya que estuve alguna vez en París, ni porque tengo amigos viviendo allá y no estuve tranquila hasta que Facebook me dijo que habían dicho que están bien. Es porque soy un ser humano, y a mí me importan los humanos.
Foto: Carlos Contrera
Fuera de sección

Te está hablando un muerto

Para este mortal que construye hoy su prosa a través de 67 personas (conmigo 68; un texto escrito a 136 manos), el universo se expande y no encuentra forma de calificación u orden más que un extenso cadáver exquisito, un texto que es plagio puro, construido con decenas de trozos de canciones. Pedir “una canción del Darno” (¿pueden ser dos?, dicen) demora un suspiro. Es como si se tocara el botón de poesía interna que salta y nos asalta, una caricia inmediata al alma colectiva, como si nos corriese por las venas algo atávico de lo que nos sentimos orgullosos.