
Declaraciones y después
No es ninguna novedad que nuestras prácticas y discursos pocas veces (escasas, diría) coinciden, se hacen carne en uno, copulan y, de forma gourmet, son el perfecto maridaje. Decimos, protestamos, interpelamos, disputamos los discursos y luego, bueno, la vida, que tritura en pedazos toda elocuencia, oratoria, deber ser, coherencia. Esa palabra, coherencia, también hace años me tiene a mal traer, y me resulta tan petulante como el dictamen de un juez que se ajusta a la ley y desconoce la fisura que los humanos inevitablemente tajeamos en los papeles muertos pero que siguen operando en nuestras vidas.