A pesar de la lluvia torrencial del viernes 27 de octubre, una veintena de alumnos se agruparon en el salón G de la Unidad Nº 6 de la cárcel de Punta de Rieles, como todos los viernes, para escuchar a las docentes de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad de la República (Udelar) hablar sobre la higiene en las áreas de la salud. Todos tienen el mismo objetivo: aprobar el examen de la Intendencia de Montevideo para obtener su carné de decisor y manipulador de alimentos. Los que están tomando el curso pese al mal clima son 14 hombres privados de libertad y cuatro mujeres de distintas facultades de la Udelar: para ellos va a ser una oportunidad en su vida fuera de la cárcel y una actividad obligatoria para conservar su trabajo dentro, mientras que para ellas es la chance de especializarse en una temática que les interesa en un contexto que les intriga.

El programa “Intervenir para aprender. Aportes universitarios al proceso socioeducativo en la Unidad Nº 6 Punta de Rieles” comenzó este año y une dos cursos que antes se dictaban por separado en la Unidad N° 4 Santiago Vázquez (ex Comcar). Según comentó a la diaria la decana de la FQ, María Torre, “este programa es una de las grandes líneas de extensión. Consideramos que muchos de ellos, después de salir, podrían presentarse para un cargo relacionado con los alimentos. Por eso comenzamos con el objetivo de ser un manipulador, después sumamos un curso sobre higiene laboral en áreas industriales y de servicios. Cuando nos unimos al Programa Integral Metropolitano (PIM), unimos ambos cursos”.

Fernando Figueroa tiene 24 años y es la tercera vez que toma el curso; había empezado en la Unidad Nº 4, el año pasado obtuvo el carné de manipulador de alimentos y ahora busca dar nuevamente la prueba a nivel de decisor. “Está muy bueno el curso, es interesante seguir estudiando. Terminé un curso de herrería y enseguida me metí a este”, comentó a la diaria. Su compañero, Marcelo Muñoz, tiene 36 años y admitió: “Hay algunas cosas que no entiendo bien, pero me gusta, las profesoras explican todo y le ponen onda”. Contó que trabaja en la cocina, por lo que el curso “es de utilidad para lo que hago, además es obligatorio y yo necesito mantener el trabajo”. Para Nicolás Cataldo, de 32 años, la experiencia es “muy buena” y complementa su trabajo en el Economato de Punta de Rieles y con sus estudios de bachillerato: “En el trabajo capaz que ahora no lo aplicamos tanto, pero para el afuera sirve y mucho. Hay cosas que son nuevas para nosotros y son muy interesantes de aprender”.

Una característica novedosa del curso es que, además de estar dirigido a la población privada de libertad, es abierto a todos los estudiantes de la Udelar que quieran participar: “Esto es algo muy innovador, incluso a nivel mundial”, señaló a la diaria Analía Rivero, docente del PIM. “Para los universitarios que vienen acá es muy bueno, porque les permite ver una realidad distinta. Muchas veces te encontrás con que la otra persona sabe mucho más porque ejerce en su práctica cotidiana lo que está estudiando. Esto permite darse cuenta de que el otro puede enseñar aunque no tenga el mismo nivel académico”, sostuvo.

Para Belén González, estudiante de Psicología, el objetivo no está puesto tanto en el carné de manipulador, sino en la experiencia de ir a estudiar a la cárcel. Según explicó a la diaria, quiere “especializarse en privación de libertad y para eso no hay ninguna materia en la carrera, por eso esta es una muy buena oportunidad y me inscribí sin pensarlo mucho”. Lo mismo hizo Alexandra Ferreira, estudiante de Sociología: “Me anoté, más que nada, por la experiencia, y la verdad es que me gustó. Me da créditos para la facultad y me permite trabajar en un lugar que no es conocido para mí, algo que siempre ayuda en mi carrera”.

Teórico-práctico

El curso, que empezó en setiembre y se extenderá hasta fin de año, tiene una exigencia de nivel universitario: “Es un curso que presenta, entre otras cosas, los puntos críticos de control, las enfermedades transmisibles por alimentos, los detergentes y sus composiciones; todo está dado a un alto nivel de universidad”, explicó Inés Viera, docente del curso junto con Stefani Deovalle, Pía Cerdeiras, Miriam Barrios y Adalgisa Martínez.

Además de las clases teóricas, la idea del PIM es hacer una muestra de los resultados de los cursos el 8 de diciembre. Como era difícil demostrar los conocimientos adquiridos de forma práctica en una feria, los estudiantes realizan jabones para poder mostrar a quienes se acerquen a la explanada de la Facultad de Derecho. El viernes, en la última parte de la clase, se trató de hacer otra tanda de jabones, para eso todos derritieron glicerina, eligieron los colorantes, las pequeñas flores que aromatizaron el producto y los moldes. El práctico es una parte esperada por muchos, porque la posibilidad de experimentar es algo nuevo para la mayoría, y por eso la mezcla de aromas y colores parecía casi infinita.

Las dos horas que dura el curso a veces quedan cortas, afirmó la decana: “Hacemos las cosas muy interactivas y por sus propias trayectorias, tan ricas, vamos intercambiando mucho más”. Por esta razón Viera afirmó que este programa es “muy bueno: aprendemos mutuamente todos los días, creo que la Universidad tiene un montón de cosas para aportar en todos lados de la sociedad, no sólo dentro de nuestra casa de estudios”.

Según la docente, “a veces es mucho más grato dar clases en la cárcel, porque vienen por interés, mientras que en la facultad hay algunos estudiantes que concurren obligados; eso hace una diferencia muy importante a la hora de trabajar los contenidos. Es muy bueno que ellos quieran participar: prestan atención y preguntan siempre, sin vergüenza, no hay tanta dificultad”. En este punto coincidió la decana, que participó como docente en experiencias pasadas: “Son los cursos que a los docentes más les levantan el ánimo, porque a veces uno no tiene una buena recepción, pero en estos casos siempre es buena. Son estudiantes ávidos de aprender”.