Con un elenco de distintas partes del mundo, el espectáculo del Cirque Du Soleil invita a una fiesta llena de colores, música y acrobacias. Desde el momento en que se apagan las luces de la enorme carpa de color azul y amarillo, el espectador viaja a Amaluna, una isla poblada por mujeres, donde se está por celebrar la mayoría de edad de Miranda (interpretada por la acróbata mongola Anudari Ganbat), quien es hija de Próspera, la reina del lugar y también hechicera.

A través de rituales en los que los habitantes de la isla se unen para celebrar alrededor del gran escenario circular y giratorio que se ubica en el centro de la sala, los espectadores se sumergen en el asombro sin importar las edades. Desde la hermosa simpleza de una tela roja que flota en el aire dibujando distintas formas, hasta el momento en que dos gemelas realizan malabares en monociclos para divertir al público, cada acto de Amaluna es acompañado por la música de un grupo de mujeres que tocan en vivo detrás del escenario. Desde hard rock, pasando por la música clásica con un cello, y llegando a la música ceremonial centrada en la percusión, el objetivo de la banda es complementar e intensificar las emociones de cada instante.

La historia tiene referencias a tragedias clásicas, pero sobre todo a La tempestad, de William Shakespeare. El nombre de la reina de la isla, Próspera, es una alusión directa a Próspero, uno de los protagonistas de la obra del clásico inglés y, al igual que este, tiene poder de ocasionar tormentas, que en ambos casos provocan naufragios y dan inicio a la acción. Así, un grupo de marineros llega a la isla. Entre ellos, está Romeo, que a primera vista genera un amor recíproco con Miranda (otro nombre y rol calcado de La tempestad). Desde ese momento, ese será el eje del espectáculo, ya que los dos deberán atravesar varias pruebas para que su amor logre concretarse. Por otra parte, también se desarrolla una historia de amor paralela entre los criados de cada uno de los dos personajes. A lo largo del espectáculo, esta segunda pareja consigue una doble ruptura: de tono, con su humor, y de locación, porque interviene desde las gradas.

Si bien la historia gira en torno al amor entre Miranda y Romeo, hay que admitir que en algunas ocasiones la comunicación entre personajes, que se basa en gestos y sonidos onomatopéyicos, y la falta de un programa que acompañe el espectáculo (la única forma de acceder a él es comprándolo en la tienda de regalos), dificultan la comprensión de algunos momentos del hilo narrativo.

Dejando de lado este detalle, se podría decir que los momentos más cautivantes de Amaluna se desarrollan durante el acto que mezcla acrobacias con aros y cintas aéreas junto con nados en un gran cuenco de agua, en el que Miranda realiza acrobacias casi imposibles. Otro punto alto es el instante en que el silencio se apodera de la sala para acompañar a la Diosa del Balance, quien va creando una estructura paso a paso, mientras hace equilibrio con hojas de palmera. En ese momento, uno de los más aplaudidos de la noche, la tensión es enorme y uno siente que el más mínimo sonido podría romper la concentración de la acróbata.

Como caracteriza a todas las obras del Cirque Du Soleil, la megacompañía canadiense capaz de mantener una decena de giras y espectáculos simultáneamente, el centro son las acrobacias que desafían las leyes de la gravedad y en la que las contorsionistas llevan sus cuerpos hasta el extremo. Sobre el final del show, una acróbata vuela en el aire para quedar sobre una torre formada por tres hombres, y con esa figura el asombro llega cerca de su límite: el hilo narrativo pierde importancia y uno se concentra únicamente en lo que los cuerpos en acción transmiten.

Amaluna está en Punta Brava (Faro de Punta Carretas) viernes y sábados a las 17.30 y 21.00, domingos a las 15.30 y 19.00, martes y miércoles a las 20.00, jueves a las 21.00. Las últimas funciones son el domingo 17.